El ‘prêt-à-porter’ de Dani García

Bajo ningún punto de vista resulta fácil clasificar la versión prêt-à-porter de Dani García. Un restaurante informal en cuyas mesas se come francamente bien por unos 40 o 45 euros por persona, pero donde las facturas pueden superar los 120, bebidas aparte. En la carta, demasiado ambiciosa, figuran muchos de los caprichos gastronómicos de García: pizzas y hamburguesas de precios asequibles, junto a bandejas con mariscos (ostras, bogavante y cangrejo real) o latas de caviar al alcance de pocos bolsillos. Y a su lado, propuestas tan dispares como el salmorejo, el cochinillo asado en horno de leña, los molletes de chorizo o las croquetas de pringá del puchero. Popurrí de recetas destinadas a una clientela cosmopolita, que parten de las mesas familiares malagueñas para alcanzar de refilón a la alta cocina. Todas con una chispa innegable.

Junto al Raw & Oyster Bar, repleto de mariscos, se encuentra la parrilla de carbón donde se asan carnes rojas y cortes de ibérico; a la entrada, la barra de cócteles, y en otro lateral, un espacio retro que emula una casa de comidas. Cuatro restaurantes en uno, concepto que García resume con el subtítulo de Brasserie & Tapas, síntesis de un local bullicioso donde se comparten raciones.

Son resultonas sus pizzas a la carbonara y la de setas con huevo, contundente la salsichada, con cuatro tipos de frankfurt y espectacular la chuleta de atún rojo (T-bone), mandíbula (parpatana) de los ejemplares de almadraba. Entre las sugerencias más acertadas, las que giran alrededor de lo crudo y lo frío. Son magníficas las gambas templadas con aceite de oliva; acertados el tiradito de lubina y el cebiche de corvina, y también las ostras con ajo blanco y toques cítricos. No hay que perderse el brioche de rabo, y no desmerecen la hamburguesa de ternera con queso ni los langostinos Robuchon, crujientes envueltos en hoja de albahaca. Tampoco se debe pasar por alto la lubina entera, adobada y frita.

Parte de los postres, que llevan la rúbrica de la pastelera malagueña Puri Morillo (Pastelería Daza), juegan a recuperar iconos como la tarta de praliné y el milhojas de crepes a la crema. Otro hito lo marca la carta de vinos. El punto final lo pone el café, excelente, que elabora el joven barista José Badín, que se luce con los capuccinos. Por las noches el ambiente de su terraza sube varios enteros.

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