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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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¿La ciudad se licúa?

La pandemia global de la covid-19 ha acelerado y globalizado el urbicidio, la desurbanización y la suburbanización alrededor del mundo

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En 1950, la ciudad de Detroit era la tercera urbe más importante de Estados Unidos y el principal centro mundial de la industria automotriz. Sin embargo, con el cambio tecnológico y la globalización, la producción del automóvil encontró nuevas formas de desarrollo, las cuales llevaron a su quiebra e, incluso, a su cuasi muerte. Igual ocurrió en las guerras de Alepo o Beirut; la violencia en Caracas o Ciudad Juárez; o la erosión del espacio público y las infraestructuras con la covid-19. Estos procesos configuran lo que podría denominarse urbicidio. Pero además, el éxodo en Detroit estuvo marcado por el abandono brusco de la población, bajo dos escenarios: el white flight, por la salida de familias blancas; y el paradise valley, por el confinamiento de los habitantes negros en el borde este de la ciudad. Es decir, la pérdida de población o desurbanización; y su localización en el margen o suburbanización, por el peso del automóvil que reducía los tiempos de los desplazamientos.

Hoy vivimos una cuestión parecida a nivel mundial, pero bajo circunstancias distintas, que inicia con la urbanización desde principios del siglo XX, cuando se produjo un rápido crecimiento de las ciudades con suburbanización diferencial. En el primer mundo, el automóvil expandió la ciudad a los suburbios; y en América Latina la migración del campo a las urbes, con asentamientos humanos carentes de infraestructuras, servicios, espacio público y vivienda. Por eso se llamó suburbios; palabra compuesta por el prefijo sub, que hace referencia a lo inferior y urbio, a la urbs: es decir, algo menor o inferior que ciudad.

En la actualidad. dos hechos globales cambian la esencia de las mismas. Por un lado, la pandemia de la covid-19 produce un trauma urbano de incalculables consecuencias donde, el espacio público se vacía y estigmatiza, convirtiéndola en una realidad maldita y fantasmal. Y sumándose a la agorafobia que ya existía. Por otro lado, la cuarta revolución industrial se acelera con la tecnología digital, big data, inteligencia artificial, algoritmos, aplicaciones y plataformas que producen cambios, como por ejemplo, en el traslado de la vida localizada en el mundo físico-material al remoto-virtual. Se presenta la mudanza de las infraestructuras tradicionales, como base material hacia la realidad de las plataformas, donde la ciudad merma su condición física. Así, cambia el paradigma dominante y se entra de lleno en la teleciudad.

La llegada de la pandemia acelera el auge de la tecnología, generando un proceso de reorganización de los territorios a nivel mundial. Existe una relocalización de la economía y la sociedad, como sucedió con Detroit, poniendo en cuestión la ubicación de actividades: habitar, trabajar, aprovisionarse, cuidarse, aprender, descansar y movilizarse. Así se masifica el teletrabajo, telegobierno, telesalud, telecomercio, teleeducación, telefútbol, telepolítica; mientras se cuestiona y redefine la movilidad física y la localización de la vivienda.

Dicha reorganización se manifiesta bajo tres dinámicas:

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Estos procesos se presentan tanto en las ciudades del mundo desarrollado como en vías de desarrollo. Nueva York redujo alrededor del 8% de su población en el 2020; motivados por el teletrabajo y la calidad de espacios fuera de la metrópoli. Londres, con mucha población migrante, disminuye en más de 700.000 personas, impulsados por la pérdida de empleo, el costo de vida y la tecnología, en el contexto del Brexit. París vive la constante merma de población en la última década, cuestión que se incrementó en el primer período del 2020 con habitantes que la abandonaron, producto del costo de vida, del precio de los inmuebles, de la calidad de vida, y de la covid-19. La tendencia de la pérdida de población en estas ciudades genera una reducción de espacios (re)productivos, comerciales y administrativos en zonas centrales y aumento de la compra y alquiler en suburbios, en ciudades pequeñas y en metrópolis cercanas.

En América Latina, se presenta una dinámica similar, pero bajo otras condiciones. La población sale de las ciudades por motivos de salud y tecnología, para regresar a sus lugares de origen en la ruralidad; debido a que estas zonas tienen menor interacción social y mejor abastecimiento de productos vitales. Lima disminuyó su población en alrededor de 200.000 personas en 2020 por falta de trabajo, oportunidades para mantener el confinamiento y restricciones en el acceso al mundo virtual. Ciudad de México, según el censo 2020, más de 500.000 habitantes emigraron hacia otras zonas del país o municipios suburbanos, debido a que buscaban disminuir los costos de localización y las posibilidades de contagio, generando mayor demanda en zonas más baratas próximas a la ciudad, pero con capacidad de teletrabajo.

Dichas zonas suburbanas no produjeron urbanidad, mientras la gran ciudad de donde proviene la población vive un proceso de vaciamiento; además de decadencia de los espacios privados, domésticos y públicos, por las restricciones en la interacción social. ¿Esta dinámica se mantendrá con el fin de la pandemia? ¿Cómo será la nueva normalidad?

El fenómeno que en el siglo pasado estuvo recluido en pocas ciudades; como el caso de exitoso de Detroit que luego la llevó al fracaso, hoy es un fenómeno global. Frente a ello, han aparecido propuestas interesantes: la ciudad de los 15 minutos en París, la ciudad del vecindario 5D en Quito y la ciudad de las supermanzanas en Barcelona, que apuntan a detener este proceso de urbicidio, desurbanización y suburbanización, poniendo énfasis en el urbanismo ciudadano y en el derecho a la ciudad. 

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