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El teletrabajo noquea al barrio de oficinas

La pandemia ha impulsado el empleo desde casa y ha vaciado las tres grandes zonas empresariales de Barcelona, asestando un fuerte golpe a sus comercios

Dani Cordero
Restaurantes con mesas vacías en el barrio barcelonés del 22@.
Restaurantes con mesas vacías en el barrio barcelonés del 22@.Consuelo Bautista

Conseguir una mesa para comer en el Llacuna, un pequeño restaurante del barrio 22@ de Barcelona, acostumbraba a requerir fortuna o paciencia. Antes de la pandemia era uno de los destinos de mediodía para los miles de personas que pueblan esta zona de edificios corporativos. Pero ahora la actividad en el establecimiento se ha quedado en una tercera parte de lo que era antes, relata un empleado, y sentarse en una de sus mesas es más sencillo. El teletrabajo ha vaciado estas calles que ocupan más de 200 empresas y en las que se movían cada día sus 45.000 trabajadores.

T-Systems ha mandado a trabajar a su domicilio a sus casi 1.100 empleados de Barcelona (y a los del resto de España) hasta enero mientras se plantea cómo vuelven, después de que el 85% de la plantilla respondiera en una encuesta que prefería seguir en casa. A unos centenares de metros, el despacho legal Cuatrecasas ha iniciado el retorno de sus empleados, aunque de momento solo la mitad podrá volver a la sede barcelonesa. Altran y Capgemini están en un proceso similar, pero el personal que podrá trabajar en sus oficinas será, por ahora, todavía inferior: solo un 25%. La lista de casos similares es larga. En los vestíbulos de algunos edificios de oficinas incluso los grandes paneles con los que se da la bienvenida a empleados y visitantes están apagados.

La última Encuesta de Población Activa ofrecía un dato revelador sobre el auge del teletrabajo en España. Ha pasado de un testimonial 4,8% de los asalariados en 2019 a un 16,2% forzado por la crisis sanitaria, lo que equivale a más de tres millones de personas. Un análisis efectuado por CaixaBank Research calcula, no obstante, que en las grandes ciudades catalanas (Barcelona y su conurbación) ese nuevo tipo de trabajo podría alcanzar el 40% del total, lo que llegaría a reducir entre un 7% y un 12,5%, en función de la combinación de teletrabajo y actividad presencial utilizada, la movilidad en las ciudades. Esa posibilidad podría incentivar también las mudanzas fuera de los centros urbanos, como algunas personas ya han empezado a hacer a raíz de la pandemia.

Más allá de las estadísticas, “el 22@ está muy vacío, nada que ver con lo de antes”, constataba el viernes Elena Vidal de camino a unas instalaciones que el Ayuntamiento de Barcelona tiene en esta zona donde antes había fábricas. Funcionaria municipal, ella misma estaba teletrabajando la totalidad de su jornada hasta el pasado lunes para poder atender a sus hijos. Desde entonces, coincidiendo con el inicio del curso escolar, la mitad de su jornada laboral la tendrá que pasar en el despacho.

Enric Urreta, presidente de la asociación 22@Network, que aglutina a empresas y otras organizaciones presentes en la zona, considera que la fotografía que se ve ahora en el barrio no se puede considerar fija. “Hasta febrero o marzo no tendremos una visión clara de lo que va a ocurrir, porque ahora hay ejemplos de todo: desde empresas que no han vuelto y mantienen el teletrabajo hasta otras que lo están haciendo de forma gradual”, explica. Hay otros casos, sin embargo. Como el de la tecnológica Goin, que ha decidido no renovar el contrato de alquiler, abandonar el barrio y ocupar un espacio más pequeño ante una nueva situación en la que impera la distancia de seguridad y el teletrabajo. “Sabemos que vamos a crecer, pero no tenía sentido que una empresa de 30 trabajadores estuviera en un espacio donde cabían 60 y donde los empleados ya no van a trabajar ocho horas. En el nuevo espacio solo haremos las reuniones de planificación y con los equipos divididos”, explica David Riudor, consejero delegado de esta startup de servicios financieros.

Adaptaciones como las que están haciendo todas esas empresas para primar el teletrabajo tendrán consecuencias a pie de calle. Goin recortará a la mitad el alquiler de la oficina, pero el inferior tráfico en sus instalaciones también recortará drásticamente el consumo —y el gasto— de material de papelería u otros suministros. Y sus empleados dejarán de ir a los comercios de la zona. Desde los bares donde se tomaban un cortado a media mañana a los que podían ocupar para tomar el menú de mediodía o, en el caso de los fumadores, al pequeño estanco en la confluencia de las calles Àlaba con Pallars. “Hay más gente teletrabajando que en las oficinas. Nosotros hemos podido pasar perfectamente de los 300 clientes diarios a 200”, explica su dependienta, Nelva López.

Otros grandes ejes

El caso del 22@ no es único. Los efectos de trabajar en casa en esa zona son generalizables a los otros dos grandes ejes en los que se ubica el grueso de oficinas de Barcelona: el eje sur de la avenida Diagonal —donde se encuentra la sede de La Caixa y otras grandes aseguradoras y consultoras, entre centenares de empresas— y el que envuelve el paseo de Gràcia, en el que el drama es superior: a la caída de trabajadores de oficinas se suma la devastadora reducción de visitantes foráneos que ha cerrado hoteles y ha golpeado hasta la extenuación los negocios dirigidos al turismo.

“Está afectando mucho y solo hay que ver lo vacías que están las calles. En el centro hay restaurantes que han perdido hasta un 80% de la facturación, pero como los trabajadores de oficinas tampoco están viniendo eso está provocando que haya caído también todo el consumo asociado en otras tiendas” apunta Xavier Llobet, presidente de la asociación de CorEixample, que reúne a los comerciantes del margen oriental del paseo de Gràcia. Jordi Òdena es el propietario de la papelería Dues Paraules, especializada en material de oficina. Reconoce una caída de la facturación de un 25%. “Por ejemplo, la venta de talonarios para tomar comandas en los restaurantes está muerta”, explica Òdena, alejado de discursos victimistas —"nos tendremos que adaptar"— y que admite que también han visto cómo se modificaba la demanda: “En algunos casos lo que antes enviábamos a una oficina ahora lo tenemos que enviar dividido a los domicilios de los propios trabajadores e incluso algún empresario nos ha pedido que le enviáramos material a su casa de la Cerdanya, donde está trabajando”.

Transportes Metropolitanos (TMB), el operador público que gestiona las redes de metro y bus de la ciudad (cada día registra de media 1,7 millones de viajes), cuantifica en un 5% el impacto del teletrabajo en la caída de su demanda. Mayte Castillo, la directora de la red de Cercanías de Renfe en Cataluña, calcula que la afectación sobre la red ferroviaria de corta distancia (326.000 viajes registrados al día y una mayoría de ellos para trasladar a trabajadores de la región metropolitana a la ciudad) podría alcanzar entre un 5% y un 10% de la demanda previa a la covid-19: “Calculamos que a finales de año no tendremos las mismas cifras de pasajeros que el año pasado y, en parte, será a causa del teletrabajo”.

Desde que se inauguró en 1993, el centro comercial de L’Illa ha mantenido el aura de ser uno de los complejos con oferta comercial y de restauración más rentables de la ciudad. El motivo es que, pese a no ser excesivamente grande, está bien situado: un barrio con rentas altas y, sobre todo, con oficinas a su alrededor e incluso en el mismo edificio que lo alberga. El resultado es un tránsito estable de lunes a sábado. Ver clientes trajeados es habitual.

“Desde que empezó septiembre y, sobre todo, desde el inicio escolar parece que hay algo más de gente, pero estamos teniendo mucha afectación. A las primeras personas con traje que vi les dije: ‘Os hemos echado a faltar. Os necesitamos’”, relata Ana Saura, propietaria del Sakura-Ya, un restaurante de cocina japonesa que abrió hace 15 años en L’Illa. Su clientela se ha reducido a la mitad. Asegura que había restaurantes que solo abrían hasta el mediodía y que no han vuelto a subir la persiana por falta de clientela. “Todos entendemos que el teletrabajo es necesario y que ha llegado para quedarse, pero también deberemos asumir que esto no solo va a cambiar los centros comerciales, también modificará las ciudades. Hay mucho negocio detrás de una oficina: los cafés de media mañana generan muchos empleos”.

Recortes de plantillas

Los efectos que señala Saura en su restaurante se repiten en otros establecimientos del entorno. Fuera del centro comercial, pero no excesivamente lejos, sobrevive el restaurante La Llimona que abrió Fernando Díaz hace 33 años. Su caja registradora se alimenta básicamente de almuerzos y menús de mediodía y ahora aguanta la situación gracias a que la mitad de una plantilla formada por una docena de empleados está en regulación temporal de empleo. Ese recorte obedece a la caída de la clientela de oficina, que Fernández considera que puede llegar a ser entre el 20% y el 30%. Cuando se le pregunta cómo llega a esas conclusiones lo explica: “Nuestra caja por la noche y el sábado, cuando dependemos de la gente del barrio, ha caído en torno al 25%, mientras que en horarios de oficina la pérdida es del 50%. Estoy bastante convencido de que es a causa del teletrabajo”.

Pero también se han hundido los servicios de catering que demandaban las empresas a pastelerías como Natcha. “Enviábamos almuerzos un día sí y otro también a Danone, a Sinbal, a Assistència Sanitària y eso nos ha caído en picado. Yo misma soy un ejemplo de lo que está sucediendo: de mis ocho familiares cuatro trabajan desde casa”, afirma Mercè Rovira, una dependienta.

“El teletrabajo está reduciendo las reuniones y los desplazamientos y eso está teniendo consecuencias en toda Barcelona, pero sobre todo en las zonas más céntricas. Es difícil de medir su impacto, pero creo que es mayor que un 10% y para un restaurante el 30% de sus ingresos dependen, de promedio, de la movilidad laboral. En las zonas de oficinas ese porcentaje es mayor”, explica Roger Pallerols, presidente del Gremio de Restauración de Barcelona, que lamenta el cierre de un 15% de los bares y restaurantes de la ciudad por el parón económico.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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