Salma Paralluelo, la futbolista y velocista que bate todos los récords
Mete goles y quema las pistas de atletismo. A los 15 años le dijeron que debía escoger entre los dos deportes. Se negó. Hoy, a los 16, ya ha conquistado un Europeo y un Mundial de fútbol con las categorías inferiores de la selección española. Y los récords siguen cayendo cada vez que corre los 400 metros.
Cuando Salma Celeste Paralluelo llega al estudio, el fotógrafo le da dos enormes hula hoops. Le dice que sostenga uno en vertical sobre la frente. El otro, con la punta del índice. Le pide también que gire la cabeza, que mire a cámara, que sonría. Todo a la vez. Un juego de equilibrios imposibles que bien podría ser una metáfora de su vida. Porque Paralluelo lleva años haciendo malabares para poder compaginar sus dos pasiones: fútbol y atletismo. Y si ya es difícil destacar en un deporte, esta joven zaragozana de 16 años lo ha hecho en los dos. Con 15 se coronó como una de las mejores futbolistas sub-17 del mundo. También como una de las mejores atletas de su categoría en España. Y se convirtió en una de las pocas corredoras que a esa edad lograba clasificarse para un Europeo absoluto. Hoy, a punto de cumplir los 17, chuta el balón para el Villarreal y quema las pistas en el Playas de Castellón.
Mide 1,74, sus piernas son largas y fibrosas; su figura, esbelta y estilizada. De grandes ojos almendrados, su piel es morena, fruto del mestizaje de su hogar. Su padre, Jaime Paralluelo (60 años) es catalán; su madre, Diosdada Ayingono (43 años), guineana. Salma creció en un barrio humilde de Zaragoza y su afición por el fútbol empezó como la de muchos niños, jugando con sus compañeros de clase en el recreo (“era la única niña”) o en el parque con sus hermanos, José Jaime —tres años mayor— y Lorenzo —tres menor—. “Tuve una infancia feliz”, dice. Pero a los seis años la crisis económica golpeó duro y su padre, electricista, camionero o lo que tocase para llevar dinero y comida a casa, se quedó en el paro. Al borde del desahucio, su madre se vio forzada a marcharse a Suiza a trabajar. “Venía solo por Navidad y verano. La verdad es que fue duro”, recuerda. Quizás por eso se aficionó a las carreras. Paralluelo siempre ha dicho que el atletismo le resulta “liberador”. Puede que fuese la vía de escape para dejar atrás emociones que todavía no podía comprender.
Su padre se convirtió entonces en amo de casa. “Cocinaba, limpiaba y nos llevaba al colegio y a los entrenamientos [sus hermanos también compiten]”. Su madre se transformó en esa voz tranquilizadora al otro lado del teléfono. “Llamaba con los minutos contados. Yo esperaba con ganas para hablarle de mis últimos logros”. Y fueron muchos. En esos primeros años de fútbol y atletismo como extraescolar ya destacaba. Era la única chica y la líder de su equipo, el San José, hasta que cumplió los 13 y la ley la obligó a irse a un club femenino. “Me dio rabia porque me sentía a gusto con ellos”. En esa misma época, se proclamó campeona de España en Infantil y luego en Cadete en 300 metros lisos y 300 vallas, batiendo el récord nacional. La pequeña gacela se convirtió en el centro de atención de entrenadores y ojeadores de ambos deportes. Y en 2018, con 14 años, llegó su gran oportunidad.
Ese año fue convocada por Toña Is para la selección española de fútbol sub-17. Era la más pequeña, pero jugó todos los partidos como titular. En primavera se proclamaron campeonas de Europa (en Lituania), y a finales de año, del mundo (en Uruguay). Un éxito sin precedentes para el balompié femenino español. Un par de meses después hizo de nuevo historia. Esta vez en su primer campeonato nacional absoluto de atletismo, en Antequera 2019. Sus rivales le doblaban la edad y aun así se subió al podio. “Bronce”, recuerda. “¡Y las dos ganadoras tenían veintimuchos y treinta y algo!”. Todavía se emociona. No es para menos. Consiguió la mejor marca nacional en los 400 metros lisos (53,83 segundos) en sub-20, que le dio el pase directo al Europeo absoluto de atletismo. Hacía 32 años que nadie tan joven se clasificaba. “Aquel evento fue el verdadero escaparate donde las marcas como Adidas (su actual patrocinador) se fijaron en ella”, dice Félix Laguna, entrenador de atletismo de Paralluelo desde 2017 y uno de sus apoyos imprescindibles en la actualidad. “Cuando conocí a Salma, vi en ella una madurez fuera de lo común. Con el tiempo, comprendí que las cosas que ha vivido en su infancia han tenido mucho que ver”.
Esa madurez de la que habla su entrenador se hace patente en el cara a cara. Salma Paralluelo habla despacio. Se detiene en cada frase. Responde con contundencia cuando por fin escoge las palabras que considera adecuadas. Cuando duda, prefiere corroborar lo que acaba de decir. Le escribe a su madre por WhatsApp para confirmar en qué año su padre se quedó en paro. “Fue en 2009”, corrige guardando el móvil. Aquel día la economía separó a su familia hasta que 10 años después Salma logró reunirlos de nuevo.
Cuando varios clubes de fútbol quisieron ficharla, puso tres condiciones imprescindibles: poder seguir compaginando los dos deportes, continuar trabajando con Félix Laguna en atletismo, aunque fuera a distancia (“él siempre se ha preocupado por mí en lo personal y me ha cuidado como a una hija”), y, lo más importante, poder llevarse con ella a su familia. Esta última era innegociable. “El Villarreal (Segunda División) cumplía todos los requisitos”. Tiene convenio con el Club de Atletismo Playas de Castellón y su entrenadora, Manoli Alonso, es amiga de Félix Laguna, por lo que supervisa las rutinas que este le envía a Salma por WhatsApp. El club facilitó además el traslado de la familia Paralluelo a Vila-real. Y así, la niña que lloraba antes de cada carrera o partido “por el miedo a perder” hoy mantiene económicamente a su familia. Quizás inspirada, de forma inconsciente, por el sacrificio que hizo su progenitora una década atrás. “Con el tiempo lo vas entendiendo”.
Salma Paralluelo ha renunciado a una parte de su adolescencia para alcanzar sus metas. Entre los estudios (está en segundo de bachillerato y arrastra Griego de primero), los entrenamientos para ambos deportes y los campeonatos, apenas tiene tiempo libre para quedar con amigos. “Es cierto que a veces echo de menos el contacto en el día a día, pero no me arrepiento de nada”.
Pese a su madurez, es fácil vislumbrar a la Salma adolescente durante la sesión. Le encanta probarse la ropa (“cuando voy de compras, arraso”) y posar ante la cámara, como si fuera una modelo profesional. Basta echar un vistazo a su Instagram, con más de 19.500 seguidores, para notar que tiene experiencia en el tema. Su cuenta es el escaparate en el que comparte cada reto, sueño o logro en forma de foto o story. “Antes de una prueba, se tira un rato en el baño o en la pista grabando un vídeo para sus fans. Algún día perderá un campeonato por llegar tarde”, bromea Laguna.
Verla correr, ya sea en la pista o tras un balón, es un espectáculo estético. Dicen quienes han sido sus entrenadores que nació con un don para el deporte. Su trayectoria meteórica apunta a lo mismo. En fútbol tiene contrato profesional hasta 2022. En atletismo sigue recortando sus tiempos y batiendo récords, uno detrás de otro. Ha llegado a un punto en que ella misma es su mayor rival. El pasado 18 de octubre, en los 400 lisos del campeonato de España sub-18, en Tarragona, fijó el nuevo récord nacional en 53,70 al batir su marca anterior. Hace un mes hizo lo mismo con los 400 vallas. “Aún hoy no sabemos cómo hace lo que hace”, dice Félix Laguna. “Lo increíble es que desde pequeña Salma dedica a entrenar la mitad del tiempo que las chicas con las que compite. Si ellas trabajan seis o siete días a la semana, Salma lo hace tres, porque compagina los entrenamientos de fútbol y atletismo. Y aun así, está a años luz de todas las de su edad en los dos deportes”.
En 2018, el mismo año que le concedieron el Premio Princesa Leonor a la mejor deportista menor de 18 años, un dilema le taladraba el cerebro: ¿fútbol o atletismo?, ¿fútbol o atletismo? Todos la presionaban para elegir. Pero se negó. “Si le dicen que algo no se puede hacer, ella piensa: ‘Por qué no”, cuenta Laguna. Esa tenacidad, clave de su éxito, sale a relucir durante la foto de los aros con la que arranca esta sesión. Los equilibrios que le pide el fotógrafo parecen imposibles, pero ella sostiene ambos anillos con fuerza, la misma con que se aferra a sus dos deportes. “Me gustaría compaginarlos siempre. De momento soy joven y sigo mejorando en ambos. Pero sé que mis compañeras y adversarias le echan más horas que yo y mi margen de mejora se reduce”. Justo en el momento en que salta el flash, uno de los aros se le resbala. Una especie de presagio de lo que está por venir. “Cuando me estanque, tendré que escoger”.
La decisión no es fácil. La Salma impulsiva y competitiva cambia de parecer como una veleta. “Cuando ganamos el Mundial de fútbol, lo vi claro, esto es lo que quiero. Pero después empecé a batir récords nacionales en atletismo y cambié de opinión. Y así estoy todo el tiempo”. La Salma reflexiva atiende a razones más trascendentes, como el rendimiento deportivo o la cuestión económica. “Como atleta ganaría más, pero tendría que ser la mejor”. Hasta ahora, con el fútbol la puerta de la estabilidad estaba cerrada, pero eso ha cambiado con el convenio colectivo firmado a principios de año, que convierte el fútbol femenino en profesional y establece salarios mínimos. “No es el factor determinante, aunque en ese aspecto ahora está más reñida la cosa”.
“Todo este tiempo he sentido mucha presión, angustia y estrés, pero este año, con ayuda de mis padres, que siempre me ponen los pies en el suelo, he eliminado de mi mente ese pensamiento. El día que toque, lo sabré. Sabré lo que prefiero”. De momento, cuando el aro cae al suelo, Salma ríe. La foto no sale. “Es hora de disfrutar”.
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