Los complejos en la adolescencia, ¿cómo ayudarles a superarlos?
La inseguridad, la tendencia a comparar y las críticas destructivas por parte de amigos y compañeros son el origen de muchos de ellos que pueden derivar en situaciones de acoso
El acné juvenil, ser bajito o demasiado alto, tener unas orejas peculiares, ser flaco o gordo, tener pecas o llevar gafas. Todo puede ser causa de complejo para un adolescente y suele tener su origen en las críticas o burlas recibidas por parte de su grupo amigos o compañeros de aula. La adolescencia es una etapa de la vida que supone un caldo de cultivo para que los jóvenes experimenten “complejos con cualquier cosa con la que se hayan sentido inseguros con respecto a ellos mismos, sobre todo al compararse con su grupo de iguales. Los complejos más habituales son los relacionados con las peculiaridades o diferencias físicas que probablemente solo observen ellos y que magnifican porque es algo que les hace sentir inseguros, como el tamaño de las orejas, el peso, la forma de su cuerpo o el tamaño de sus piernas, aunque también puede ser algo más pasajero, como un corte de pelo”, explica Abel Domínguez, psicólogo y director de Domínguez Psicólogos.
Los complejos de los adolescentes suelen centrarse en cuestiones externas que tienen que ver con su imagen física, pero también pueden estar relacionados con cuestiones que no resulten “tan obvias para ellos mismos y que no tienen tan bien identificadas, como el complejo de tonto, el de mal estudiante, de pasota o determinados roles en los que se pueden encasillar o hacerlo quienes les rodean y que les pueden condicionar y acomplejar más que las cuestiones físicas. Habitualmente, estos complejos tienen su origen en críticas destructivas de sus iguales, amigos o compañeros de clase, porque a esta edad empiezan a tener más referencia de sus amigos que de sus propios padres. Los complejos también pueden venir de comparaciones que ellos mismos hagan, como envidiar la melena de su mejor amiga porque es diferente a la suya. Se trata de complejos subjetivos y los dispara la inseguridad”, aclara Domínguez.
Los complejos de los adolescentes también surgen con las comparaciones con otros jóvenes de su edad. Pero, ¿Por qué nos comparamos con otras personas? La razón es que comenzamos “a querer ser como la otra persona; ser más guapa; más lista; más llamativa; más delgada; menos gorda; sin gafas; con menos granos o con el pelo largo. Esta comparación y querer ser es lo que deforma nuestra personalidad, lo que puede dar lugar, incluso, a desarrollar personalidades patológicas, con nefastas habilidades sociales y de gestión emocional en la edad adulta. Actualmente, los principales complejos físicos de los adolescentes son diversos y muy amplios, debido a la fuerte competencia que existe en las redes sociales. Por un lado, siguen persistiendo los clásicos complejos del acné, llevar aparato, cambio en la voz o desarrollo de las mamas. Pero, con las redes sociales, esto se incrementa y además se amplifica uno de los complejos más clásicos y peligrosos que sigue existiendo, el sentirse más o menos delgada o gorda. Este complejo tiene unas consecuencias psicológicas, emocionales y sociales muy peligrosas, desde desarrollar un trastorno alimentario, hasta sentirte incompetente socialmente y llegar al aislamiento social”, comenta Ana López López, pedagoga, especialista en neuropsicología educativa.
Los complejos pueden llegar a atormentar al adolescente
Un complejo puede entristecer y atormentar a un joven. Cuando, desde casa, se “identifica esta situación, es recomendable hablar mucho y con detenimiento con el adolescente. El objetivo es fomentar en el joven la idea de me da igual lo que piensen los demás e inculcar la coherencia entre las creencias, los principios y los actos que se llevan a cabo. Con el tiempo, madurarán esas ideas y podrán ser personas emocional y psicológicamente estables. Los complejos de los adolescentes pueden esconder tras ellos una situación de acoso escolar, ya que se produce con las personas que no están dentro de los considerados cánones sociales de belleza”, explica López.
El fomento de la empatía en niños y adolescentes es fundamental para evitar tanto críticas destructivas que den lugar a complejos en otras personas como las situaciones de acoso escolar. “Es fundamental, por un lado, desde que son niños educar a las personas en inteligencia emocional, desde los colegios impartir formación acerca del bullying y fomentar la comunicación con los adolescentes”, asegura la psicopedagoga Ana López.
Ayudar al adolescente desde casa a gestionar sus complejos
Desde casa se puede ayudar a los jóvenes en edad de desarrollar complejos “mejorando su autoestima para que sea capaz de diferenciar críticas constructivas y destructivas y pueda defenderse de ellas sin agredir y dándose cuenta de que ese insulto o descalificación no es real. También es importante que exista una buena comunicación con los padres con el fin de que haya confianza para que los adolescentes expresen lo que les preocupa o afecta y sin restar importancia a lo que sienten, poder ayudarles a relativizar la crítica que les hayan hecho y les pueda afectar. Los padres también pueden ayudar a sus hijos con determinados complejos físicos, como la obesidad, a desarrollar pautas alimenticias saludables y a practicar más deporte. Por otro lado, compartir la experiencia como adultos de los complejos superados de la adolescencia también puede ayudar al adolescente a relativizarlos y gestionarlos mejor”, concluye el psicólogo Abel Domínguez.
Complejo por ser pálida
Cualquier cuestión puede convertirse en la semilla de un complejo para un adolescente, como en el caso de D.B., una adolescente de 16 años con complejo de tener la piel demasiado blanca. “En el instituto, me comenzaron a decir que parecía un vampiro y un fantasma porque tengo la piel muy blanca. Al principio me afectaba y me enfadaba porque tiendes a compararte con otras chicas que son más morenas y además las ves en las redes sociales. Pero ahora, ya no me importa tanto. Lo acepto y me lo tomo con más sentido del humor, porque antes me enfrentaba y les decía lo que ellos tenían diferente”.
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