María Jiménez: “Tengo un dolor productivo, pero es porque me lo tomo todo a broma”
Canta masticando tragedia, pero sus canciones acaban en fiesta. Su vida también: pasó de limpiar suelos a convertirse en una artista inclasificable, un icono sexual de los años setenta y, tras denunciar por maltrato a su marido, renació. Hoy es una superviviente madura, irónica y todavía inocente que ha convertido el rencor en energía vital en su nuevo disco: Mi vida… a mi manera. “Yo me salvo rompiéndome”, dice, y añade que aunque ella no es la que mejor canta, sí es la que mejor lo cuenta. Con pasión y sinceridad.
En el porche de su casa de Chiclana de la Frontera (Cádiz), maquillada y peinada por sus amigos, María Jiménez Gallego, 70 años, saluda con una sonrisa tímida. Cuando abre la boca, es otra: “No tengo filtros”, advierte. En la risa se reconoce a la leyenda que lleva 45 años cantando, la mujer poderosa habitual de la prensa del corazón que torea con salero y tablas la indiscreción. Explica que no sabía que era gitana. Que su padre se lo dijo en el lecho de muerte. Que la casa de su infancia, una única habitación en la calle Betis del barrio sevillano de Triana, era una jungla: su madre denunció a su padre por ladrón en la aceitera donde trabajaba. Quería que lo despidieran para que dejara de ver a su amante. Por su parte, su padre había repudiado a su propio progenitor por haberse jugado a su abuela a las cartas…
Pregunta. La vida… a mi manera se llama su nuevo disco. ¿Cuál es esa manera?
Respuesta. Mi manera es lo que me sale. Sin cálculo, pero con oficio. No sirvo para otra cosa. Lo digo en el disco: tengo oficio de saber cantar. Pero no sé mentir, si no lo sintiera no lo podría cantar.
P. Todavía se rompe cantando.
R. Leo los temas hasta que los entiendo. Los hago míos. Entonces cantar es lo que me salva. Yo me salvo rompiéndome.
P. ¿Elige las canciones por identificación?
R. Rechazo muchas. Todas son experiencias, aunque no las haya compuesto yo, las he digerido. Si no las hubiera vivido, no las podría cantar. Yo no soy la que mejor canta, pero sí la que mejor lo cuenta.
P. ¿Cuánto tiene que ver ser autodidacta en esa manera de cantar-contar?
R. Yo soy una niña pequeña. Y estoy loca. Esas dos cosas me resumen. ¿Hay algo más bonito que estar loco? No sé cómo me verá, pero por dentro me siento igual que la niña que cantaba cuando tenía siete años.
P. ¿Incluso cuando cantando en Los Gallos con 17 años erotizaba a media Sevilla se sentía una niña?
“He sido salvaje y a la vez tímida. Las personas fuertes, fuertes, no existen. Son corazas. Por eso soy salvaje, como reacción”
R. Siempre. No tenía ni idea de que erotizaba a nadie. Me gustaba que me aplaudieran como les gusta a los niños acertar. Pero no me enteraba de más. Nunca he estado en escuelas de baile o cante. Creo que lo que gustaba de mí era lo inesperado, que hago las cosas como me salen, con naturalidad. De verdad. Cuando empecé a hacer discos me planteé formarme más, pero me lo desaconsejaron: “A ti no te podemos hacer nada, como te toquemos te estropeamos”. Cuando me hicieron la prueba en Los Gallos llevaba minifalda y el dueño me dijo que cantara así. No me querían vestida de flamenca.
P. Emilio Romero le apodó La Pipa.
R. Era una época de mucho machismo y José-Miguel Ullán llegó a escribir que cantaba con el coño. Yo canto con las entrañas. Con el coño no se puede cantar. Con el coño se hace pipí y otra cosa.
P. Con su naturalidad y su minifalda sedujo a Sevilla. Y fue seducida: con 18 años se quedó embarazada de su hija Rocío.
R. Fue Lola Flores —que venía a Los Gallos cuando estaba en Sevilla— la que me vio los pechos hinchados y dijo: “Tú estás preñá”. Era cierto. Yo ni me había enterado.
P. Qué cabeza…
R. Era más inocente que un pez. Ahí, ves, mis padres me atendieron. En Andalucía eso se lleva bastante bien. A Rocío la crie sola. Bueno, y a Alejandro también. Dejé a Pepe [Sancho] en Madrid y me vine a vivir aquí, a Chiclana, porque ya no podía más. He sido salvaje y a la vez tímida. Como actriz, las escenas eróticas me sonrojaban. Lo pasaba mal. Las personas fuertes, fuertes, no existen. Son corazas. Hoy sigo siendo tímida. Por eso soy salvaje, como reacción.
P. ¿Por eso Pepe Sancho la dominó?
R. Supongo: porque con él era yo de verdad y yo de verdad soy tímida.
P. A partir de un momento canta plantándole cara al rencor: “Y después / de luchar contra la muerte /empecé / a recuperarme un poco y / olvidé / todo lo que te quería y ahora ya: mi mundo es otro…”.
R. El Se acabó tiene 43 años. Es un himno.
P. ¿Qué se acababa?
R. Creo que estaba adelantando todo lo que venía. A mí el rencor no me hunde, me da energía.
P. ¿Amando ha sido la mujer salvaje que han retratado sus canciones?
R. He amado poco, pero sí era salvaje. Y a la vez inocente. No pensaba. He amado poco, pero menos mal que de soltera me jarté, porque de casada… poco.
P. ¿Quién fue su primer novio?
R. El Cid Campeador.
P. ¿Era enamoradiza?
R. Salvajemente. Me enamoraba cada quince días. Esos amores fugaces, de juventud.
P. Hasta que con 30 años conoció a El Estudiante [el actor José Sancho conocido por su papel en la serie de televisión Curro Jiménez].
Creo que sé renacer. Me ha salvado la resignación y sobre todo el humor. Nunca he tenido problemas. He tenido soluciones”
R. Estábamos los dos de promoción. Él había grabado un disco. No sabía cantar, pero era muy guapo. Me invitó a cenar. Fuimos a Lucio y ahí empezamos el rollo. Me enamoré del cordero, no del lobo que estaba dentro. Me cegué.
P. Se cegó muchos años.
R. No tantos. Estuve muy poco con él.
P. Se casaron dos veces.
R. A él no le interesaba separarse y hasta última hora estuvo pidiéndome dinero y perdón.
P. ¿Fue el amor de su vida?
R. A pesar de todo, sí. El más intenso. Pero no volvería a vivirlo ni muerta. No me quieras tanto, quiéreme mejor.
P. No fue a su funeral.
R. No me dejó ser yo. Me quitó mi personalidad. Con él viví una humillación continua por celos, por envidia… Solo me sentí querida al principio. Pero poco. Casi me separo el mismo día que me casé.
P. ¿Por qué?
R. Me formó un escándalo del convite a mi casa de la calle Betis.
P. ¿Todavía vivía allí?
R. En un piso cerca de la casa de mi infancia. Ese piso se lo pulió él. Afortunadamente teníamos separación de bienes, que, por cierto, pidió él.
P. O sea que también tenía cosas buenas.
R. Lo mejor es que me hizo un hijo maravilloso.
P. Cuando se murió su hija Rocío regresó.
R. Porque le haría falta. Él no ganaba ni un duro en esa época. Pero bueno, he procurado que mi hijo digiriese cómo era su padre sin sentir odio. El odio te lo quedas para siempre, es para ti. Lo mismo la envidia. Todo lo negativo se lo queda uno.
P. Parece un maestro zen.
R. Lo he aprendido de la vida. O de mí misma. Mira de dónde vengo.
P. Con lo fuerte que aparenta ser le costó ponerle nombre al maltrato que sufría en casa.
R. Incluso a los más fuertes los supeditan. Me costó años denunciar a Sancho porque entonces ni se hablaba de violencia de género. No tenía nombre. Gané todos los juicios. Me vine aquí cuando Alejandro tenía nueve años. Y él iba y venía.
P. Usted no le cerraba la puerta.
R. Venía llorando. Interpretaba muy bien el papel. Se arrepentía y me lo creía. Era tonta, lo que nos pasa a las mujeres. Cuando te maltratan te crees que eres tú la que tiene la culpa, forma parte del maltrato.
P. ¿Qué tipo de maltrato era: físico, psicológico?
R. De todo tipo: desaires, mujeres. Me separaba todos los días de él. Y un día dije, hasta aquí he llegado. Lo que colmó el vaso fue que en 2002 cogió a mi hijo Alejandro y, con la excusa de que su abuela estaba muy enferma, se lo llevó a un notario de Valencia para que se pusiera de su lado. Le dijo que si no lo hacía yo lo metería en la cárcel. Mi hijo firmó, pero me llamó por teléfono llorando. Le dije que no se preocupara, que iríamos a otro notario y lo revocaríamos. Entonces dejó de hablar a su hijo. No lo volvió a ver.
P. Pero ha contado que fue buen padre. Y que quiso a su hija Rocío.
R. Sobre todo quiso la portada del Hola.
P. ¿En el entierro?
R. Sí.
P. No me diga.
R. Es así. Pero bueno. Ya están muertos los dos, qué quieres que te diga. ¿Te queda mucho de entrevista?
P. Su público la espera. Es de las pocas artistas que aparece y desaparece cuando le da la gana. ¿Qué la hace irse y regresar?
R. Es algo intuitivo. No puedo cantar lo que no siento y me quito de en medio. Lo que me rodea es fundamental. Si la discográfica, el productor o alguien no cuadra con mi manera lenta de trabajar, me voy. No soy de hacer por hacer. Me lo puedo permitir.
P. Ha luchado contra varias muertes. La última, la suya tras permanecer casi tres meses en la UCI.
R. Yo tengo un dolor productivo, pero es porque me lo tomo todo a broma. Ver la muerte tan de cerca me ha hecho más libre. Pero ha sido a posteriori. Cuando me desperté en el hospital vi a mi hijo y a mi hermana llorando. El médico me dijo que llevaba dos meses y medio durmiendo. “Pues verás para coger el sueño esta noche…”, dije. Todavía tengo el sueño cambiado.
P. ¿Tuvo un segundo cáncer?
R. No. Solo he tenido uno de pecho en 2013 leve, me lo traté con cirugía y radio. Esto fue una obstrucción intestinal.
P. Ha convertido el dolor y el rencor en un manantial para su creatividad.
R. Utilizo todo mi mal para contarlo y lo cuento para compartir, por si puede ayudar a alguien. Quiero que lo que me libera libere a más gente. Me escriben diciéndome que algunas canciones las gritan como terapia.
P. ¿El dolor comunica más fácilmente que la alegría?
R. Yo no me quejo nunca. ¿Para qué? Aguanto el dolor y luego lo saco. Canto mis dolores y me quedo nueva. La clave para superar las penas es tirárselas a la espalda. La canción La vida de este disco lo cuenta: llegas a los 70 y te lo pasas todo por el…, por el filete. ¿Me comprendes?
P. ¿De dónde saca la fuerza para hacer eso?
R. De no querer malgastar inútilmente tanta vida. Eso pasa, un día te mueres.
P. ¿Siempre ha sido así?
R. Desde niña.
P. Desde que vivía en la calle Betis número tres.
R. A las señoras mayores les decía: “Conchita…, si me escuchas una canción te limpio el suelo”. Y Conchita con 80 años y en la mecedora me decía: “Jolín, pues canta, canta”.
P. Toda su familia vivía en un solo cuarto.
R. Sí. Sin baño, con la máquina de coser, mi hermana y mi hermano.
P. Nunca habla de su hermano.
R. Hemos renegado de él. De eso no hablo.
P. ¿Cómo se hace para ser feliz con tan poco en lugar de sentir envidia o impotencia?
R. La imaginación a mí me ha quitado el hambre. Cantando se me quitaba el dolor de muelas.
P. ¿De dónde aprendía las canciones?
R. De la radio. Nadie en mi casa sabía cantar. Cuando hice la primera comunión salí bailando de la iglesia, como si en lugar del traje de monja llevara puesto uno de flamenca.
P. ¿Qué tipo de relación tenía con sus padres?
R. Yo no he sentido amor en mi familia. Lo que he sentido por mis hijos no lo sentí de niña. Nunca se interesaron por lo que hacía, ni cuando limpiaba ni cuando cantaba, solo les interesaba que llevara dinero.
P. ¿Eso la ha hecho libre o le ha causado dolor?
R. Me ha hecho ser fuerte. Me podía haber dado por la depresión o la locura, pero no soy así.
P. Con 11 años envolvía polvorones. Con 13 limpió la casa de una señora con ocho hijos.
R. Fue de las épocas más felices de mi vida. Yo no tenía ropa y me daban un babi para trabajar. Eso me gustaba. Cuando lo tenía todo limpio, me iba a los jardines de Murillo con los niños. Al parque a jugar, nada más.
P. ¿Ha sentido que no tuvo infancia?
R. No. En la casa de vecinos había muchos modelos buenos, mucha gente que quería a sus hijos y estaba por ellos. Yo le hice un poco de madre a mi hermana: la amparé. Y ahora ella me cuida y me hace de madre. Vamos, se cree que es mi madre, pero es mi hermana pequeña.
P. Muchos de sus trabajos, como criada con 13 y 15 años, hoy serían considerados explotación infantil.
R. Hacía falta dinero. No había. Yo me sentía bien porque ayudaba.
P. ¿A cuánta gente ha mantenido?
R. A varios. A mis padres, a mi hermana cuando le ha hecho falta. A mi hermano. Y a El Estudiante, más que a ninguno. Me arruinó tres veces. Imagínate si lo ayudé. Yo tenía el grifo siempre abierto.
P. ¿No se hartó?
R. No. Lo más gracioso es que una vez El Estudiante empezó a trabajar y a echarme en cara lo que él ganaba… Me quedé callada y pensé: “Cómprate una vida y déjame vivir la mía”.
P. “Me muero por desabrochar tus ropas modernas, por apagar mis ansias internas”. Ha sido una inconformista hablando sin tapujos del deseo sexual femenino.
R. Yo no me daba ni cuenta de lo que estaba diciendo. Lo decía por pura inocencia, no por atrevimiento. Como yo sentía eso, me parecía normal decirlo.
P. En sus memorias, Calla, canalla, retrata a El Estudiante como inseguro y celoso. ¿Las escribió por venganza?
R. Me lo propusieron y me atreví. Pero se me quedaron cosas por contar. Yo no me quiero desnudar, tengo que sentir el deseo de contar algo para decirlo, pero siempre he dicho la verdad. No he mentido nunca. No sé. Nunca supe ir a favor del viento. Y el público quiere verdad, están ya hartos de las personas falsas.
P. En sus memorias también cuenta que, cuando limpiaba en Barcelona, le aumentaron el sueldo en un mes de 2.000 a 4.500. ¿Era buena doméstica?
R. Lo hacía todo: cocinar, limpiar, hasta peinaba a la señora.
P. Trabajó para ellos hasta que unos amigos la llevaron a una pensión.
R. Allí vivían unos maricones. Y cuando me escucharon cantar dijeron: “Deja de limpiar y ponte a cantar”. Uno me puso una flor, una blusa y unos zapatos. Entré a trabajar en el Villa Rosa y me despedí de la casa.
P. ¿Los ha vuelto a ver?
R. Creo que la señora murió. Uno de los hijos vino a verme un día al Florida Park.
P. ¿Vota?
R. No voto hace 40 años. Me han utilizado todos.
P. Tiene amigos en todas las clases sociales.
R. La duquesa de Alba iba a Los Gallos. En aquella época no había turistas. Iban muchos matrimonios. Le gusté y me invitó a la puesta de largo de Eugenia. Fui por curiosidad, aunque al mismo tiempo me daba mucha vergüenza. Pero se lo había prometido. Iba como invitada, no para actuar. Cuando llegué se volvió loca. Era un encanto. Y la hija es igual. Cuando me encontraba con Aguirre en la Feria de Abril me decía: “Vete a la caseta de al lado que está la señora y se va a volver loca…”.
P. Las portadas de las revistas han sido testigo de su vida: bodas, entierros, nacimientos. ¿Cobraba por salir?
R. Claro. Pero no siempre. En la desgracia, no; en la gracia, sí.
P. ¿Quién le aconseja qué cobrar?
R. Yo misma. Todo lo hago por intuición: cobrar, amar, criar, educar, cantar, vivir… Todo, todo, todo, menos pagar a Hacienda. Eso lo hago por cojones.
P. ¿Cuántas veces ha resurgido de las cenizas?
R. Un montón, y las que me quedan, morena, si Dios quiere. Creo que sé renacer. Me ha salvado la resignación y sobre todo el humor. Sabina me lo escribió: “Este hacerse mayor sin delicadeza. Antes de que me quieras como se quiere a un gato me largo con cualquiera. La paz que has elegido es peor que mi guerra”.
P. Y “siempre que me confieso me doy la absolución”. ¿Ha aprendido a quererse?
R. Yo quiero más a los demás que a mí misma. Me doy cuenta de que le doy a la gente varias oportunidades. Aunque me enfade, pegue cuatro gritos y les diga las tres verdades del barquero…, me doy cuenta de que, bueno…, después de decir cosas muy fuertes siento lástima. Pero las verdades del barquero las digo.
P. Canta con Sabina, Lichis, Pitingo, Miguel Poveda… ¿La buscan o busca?
R. Me buscan. Yo necesito gustarles a ellos.
P. ¿Qué ha sido lo mejor de su vida?
R. Vivirla a mi manera. Por eso hemos titulado así el disco. Nunca he tenido problemas. He tenido soluciones.
P. “Aquella, la que lanzaste como un perro de tu vida…”. ¿Su nuevo disco es una autobiografía?
R. Al final va a ser eso. Pero no es el último. Voy a tener más resurrecciones.
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