La nueva normalidad llega a los safaris
Mientras muchos países africanos mantienen sus fronteras cerradas o marcan cuarentenas a los viajeros, Tanzania ha decidido abrir sus puertas al mundo y poner en marcha de nuevo los safaris por sus famosos parques nacionales para reactivar el turismo, un sector clave para su economía
Si en el privilegiado primer mundo, con toda su red de ayudas sociales, andamos asustados por los efectos económicos que va a dejar la pandemia en todos los sectores, incluido el del turismo, en muchos países del globo y en especial los africanos, donde el sector turístico tiene una importancia vital en la economía diaria de miles de familias, la situación es dramática. En Tanzania, por ejemplo, el turismo es la principal fuente de empleo del país y da de comer directa e indirectamente a dos millones de personas.
Por eso, y a diferencia de sus vecinos, Tanzania ha decidido mantener abiertas las puertas al viajero y potenciar los safaris en África, pese a la pandemia. “El turismo es muy importante en Tanzania, aporta el 17,5% del PIB del país, es una de las grandes fuentes de divisa extranjera. Ahora nos sentimos seguros y queremos anunciarlo todo lo posible para que puedan volver los turistas y disfrutar las maravillas naturales de este país”, explicaba hace unos días Thomas B. Mihayo, presidente de la autoridad turística de Tanzania, a un grupo de agentes de viajes y periodistas españoles invitados por la agencia local Safari Bike África, el turoperador Surma Expediciones y la Tanzania Tourist Board para tratar de reactivar los safaris y mostrar el país como un destino seguro y que ha hecho los deberes. “Nuestro presidente ha optado por lo que era factible para Tanzania, un país imposible de cerrar. El gobierno es muy firme, y quiere asegurar el apoyo al turismo, así como el cumplimiento de las medidas necesarias para detener la propagación del virus”.
En 2019, Tanzania recibió 1.400.000 de visitantes. La pandemia detuvo como en el resto del mundo las llegadas y frustró sus expectativas de crecimiento del 5% en 2020. Desde finales de julio, cuando se decidió reactivar el sector, el país recibe unos cien turistas semanales de distintas nacionalidades, una cifra lejana y casi ridícula a la acostumbrada en esta época, plena temporada alta. En concreto, el 7 de agosto se contabilizaron en los accesos al parque nacional Serengeti (la joya de los parques tanzanos, uno de los más grandes de África y sin duda, el mejor para observar leones en libertad) apenas 37 vehículos frente a los casi 300 que entraron el mismo día en 2019 a sus más de 15.000 kilómetros cuadrados de naturaleza africana.
“La sensación de estar en Tanzania en época de pandemia es contradictoria. Por un lado asumes con discreción (por los momentos que corren) la felicidad y oportunidad única de ver prácticamente en soledad y en su máximo esplendor parques míticos como el Serengeti y por otro te invade la desolación cuando piensas lo que supone para los tanzanos el desplome del turismo", apunta Ida Plaza, una de las asistentes al viaje. "Dejando a un lado esta sensación, la experiencia como turista habiendo recorrido el itinerario clásico por el norte y visitando parques nacionales y áreas de conservación, ha sido fantástica y espero que irrepetible, porque el turismo tiene que volver. El hecho de estar en grandes espacios abiertos y naturales, en campamentos o lodges al aire libre en donde aún así se han implementado medidas anticovid hace que la estadía se convierta en un momento relajado y agradable, sobre todo para los que venimos de Europa y con varios meses de cierre a las espaldas. Es como si hubiera vida más allá del virus. La fauna avistada ha sido espectacular, cubrimos los big five en menos de tres horas una mañana en el Serengeti (relajados y como en las rebajas, tres leones por el precio de dos) vimos cientos de cebras, ñus, búfalos en el Ngorongoro, cientos de elefantes en Tarangire y masáis con mascarillas, un espectáculo, sin duda un momentazo para viajar”,
Y es que, como también ha ocurrido en Europa, lo que está siendo un desastre para la economía del país y para las empresas turísticas, está siendo una ventaja para la naturaleza. Pepe Segovia, el propietario de Safari Bike Africa, la agencia de safaris local con oficina en Tanzania especializada en viajes de aventura, lleva tres años en el país y ha estado confinado en él. “La situación en Tanzania respecto a la pandemia es muy buena, tanto que cuesta creer hasta que los viajeros no vienen y ven la situación de normalidad en el país. Siempre ha sido un destino que supera las expectativas de los viajeros por su gran densidad de fauna salvaje, el 30% de los grandes mamíferos de África viven en libertad aquí, y ahora resulta estremecedor viajar por lugares como Serengeti o Ngorongoro en absoluta soledad y armonía con la fauna salvaje. Esta situación sin apenas visitantes hace del safari una experiencia única que te transporta a las legendarias exploraciones de aventureros de antaño, incluso hemos visto al esquivo rinoceronte negro campar a sus anchas en Serengeti, algo que no se veía hace muchos años. Ahora mismo Tanzania goza del respaldo del World Travel & Toursim Cancel (WTTC) con el galardón del sello de viaje seguro”.
“Aún siendo un país fantástico, Tanzania estaba teniendo una carga turística muy elevada, sufriendo una masificación muy importante, porque a pesar de ser un país muy grande, el turismo se concentra en el norte en torno a tres parques nacionales”, comenta Javier Villayandre, product manager de África de Surma Expediciones, especializado en viajes y safaris en continente africano del grupo leonés Olas y Nieve que está en terreno recibiendo turistas españoles e intentando reactivar el mercado. “El viaje de safari es el viaje ideal para el momento en el que vivimos. Son viajes de naturaleza, no es un viaje urbano, ni con excesivo contacto con la población local”.
Los grandes parques nacionales y sus salvajes habitantes han tenido cuatro meses de descanso sin tránsito de coches, sin turistas y sin ruido. “La ecología se ha relajado por la ausencia de turistas, el número de animales a avistar se ha incrementado notablemente”, opina Eugen S. Malley, marketing officer de la oficina de turismo de Tanzania. “Es sin duda un momento único e irrepetible para hacer un safari”.
Pero no solo es el Gobierno el que está implementando medidas para incentivar la llegada de turistas. Los parques nacionales y los hoteles también. Por ejemplo, el parque nacional Serengeti, hogar del mayor espectáculo de vida silvestre en la tierra: la gran migración de ñus y cebras, ha instalado en todas sus puertas de acceso medidas anticovid. Lavamanos a pedales e hidroalcohol para el aseo de los visitantes, marcas en el suelo en las garitas de los guardaparques para mantener la distancia social y una tienda de campaña para aislar a cualquier persona que presente algún síntoma del virus, entre otras iniciativas, que sin duda extrañan al visitante en este gran espacio abierto. En Serengeti están deseando que las escasas decenas de vehículos que aparecen cada día para disfrutar el recorrido por la sabana alcancen los cientos de años pasados.
La misma estampa de medidas antipandemia se puede ver en el parque nacional Ngorongoro, una maravilla natural que ocupa el cráter de un volcán extinto de unos 300 kilómetros cuadrados de superficie y hogar de unos 30.000 animales salvajes, o en el parque nacional Tarangire, donde la relajación de la fauna por la desaparición de los safaris turísticos permite ahora disfrutar de un espectáculo sinfín de elefantes deambulando entre su preciosa vegetación de baobabs y acacias.
Si repasamos la hotelería, muchos se han sumado. La cadena Serena Hotels & Lodges ha implementado medidas para la seguridad de los huéspedes y el personal siguiendo las directivas del Ministerio de Salud y la OMS para prevenir la propagación del virus y garantizar la salud y el bienestar del personal y los huéspedes. El Matawi Luxury Camp, que reabrió sus puertas el 15 de julio dentro del parque nacional Serengeti y en el que literalmente se duerme entre leones y otra fauna, recibe a los huéspedes con un lavamanos portátil y una persona del equipo que toma la temperatura, rocía desinfectante en las manos y toma la temperatura a los clientes previo al registro. El Africa Safari Lake Manyara Camp, el Farm of Dreams Lodge y el Hhando Coffe Lodge además de las medidas citadas, desinfecta las maletas a su llegada.
Para impulsar este parón, el gobierno tanzano ha lanzado este mes de agosto la quinta actualización de su comunicado Travel Advisory, n. 5, un documento oficial sobre viajes donde estipula las medidas preventivas relacionadas con los viajes internacionales y la covid-19. Con ello pretende limitar la importación del virus desde otros países y proteger la salud de los locales y los visitantes. En él advierte que todos los turistas que entren o salgan de la República Unida de Tanzania serán sometidos a una prueba de detección de infección por covid y que, si los países de origen o aerolíneas exigen a los viajeros una prueba negativa de coronavirus como condición para viajar, estos deberán presentar el certificado a su llegada a Tanzania. No habrá cuarentena obligatoria de 14 días a la llegada. Medidas más que positivas para dinamizar los viajes a este país del África Oriental.
William Mollel es masái, graduado en Turismo por la Kampala International University y Máster en Community Development en la universidad Mount Kenia de Nairobi. En el 2018 emprendió en el sector hotelero construyendo bajo su propiedad el Osiligilai Massai Lodge en Ndinyika Village ubicada en West Kilimanjaro a 45 km del aeropuerto internacional de Kilimanjaro. Abrió al público en julio del 2019 y cerró en marzo 2020 por coronavirus. Cuenta con 17 habitaciones y capacidad para 72 personas.
El hotel simula el estilo de vida masái, una experiencia única para el visitante. Sus 40 empleados (25 hombres y 15 mujeres) pertenecen a la comunidad de la zona. El lodge ofrece actividades tribales como bienvenidas en torno a un fuego compartiendo un cabrito a la leña, competiciones de lanzas y excursiones a pie o bicicleta para descubrir la fauna (cebras, antílopes, jirafas, gacelas aves y elefantes) y naturaleza que rodea el lugar nada más ni nada menos que a los pies del Kilimanjaro. Cuenta también con una tienda en la que 60 mujeres artesanas exponen y venden sus piezas. Está a la espera de poder reactivar su negocio.
No obstante, esta decisión no ha dejado indiferente a instituciones como los Centros de África para el Control y la Prevención de Enfermedades (Africa CDC), dependientes de la Unión Africana (UA) y a países vecinos como Uganda, Kenia y Zambia preocupados sobre cómo está manejando Tanzania la pandemia. Las autoridades del país no han publicado cifras oficiales sobre el alcance del brote desde principios de mayo. El presidente, John Magufuli, asegura que el virus está controlado en gran medida, pero la falta de estadísticas crispa a terceros sobre el verdadero nivel de infecciones. Otras fuentes apuntan a que el riesgo de contraer coronavirus en Dar es Salaam y otras zonas de Tanzania es extremadamente alto. Pero cierto es, que estas zonas están alejadas de los circuitos turísticos tradicionales y no es necesario pasar por ahí.
En Zimbabue, unas siete mil familias que viven del turismo en torno a las cataratas Victoria se mueren de hambre y se han tenido que organizar colectas para ayudarles con lo más básico. En Tanzania, esos dos millones de personas vinculadas al sector turístico no han tenido trabajo ni ingresos desde marzo. La misma situación se vive en Botswana, en Zambia, en Namibia. Países donde no existe la protección del Estado. No hay paro, ni subsidios, ni expedientes de regulación de empleo. Solo una terrible elección: coronavirus o hambre. O peor aún, las dos cosas.
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