Querido George
Lo curioso es que, hoy, casi todos denuncian las fake news de los otros, pero se olvidan de denunciar ferozmente las fake news de los suyos
Para un joven estudiante catalán aquel título equívoco, Homenaje a Cataluña, resultaba irresistible y allí empezó todo. Aquí tuvimos que leerlo en ediciones manipuladas por la censura franquista hasta… ¡2003! Cosas de España. Hiciste más por Catalonia que la más cara de las campañas de promoción institucional. Cuando Doris Lessing vino a Barcelona a recibir un premio, confesó que, gracias a ti, Catalonia habitaba en su cabeza, aunque nunca hasta entonces había pisado esta tierra. A pesar de todo tuvimos que esperar al bueno del alcalde Maragall para que tuvieras una placita en el lado oscuro de las Ramblas. Aquel día unas vecinas, que no sabían mucho de ti, le pedían a gritos al alcalde que se acabaran las drogas y la inseguridad en “tu plaza”. Quizás por eso, años después, pusieron una de las primeras cámaras de vigilancia del espacio público justo encima de tu placa. El humor de algún funcionario municipal podía ser tan negro como el tuyo: la prueba piloto para que el Gran Hermano nos vigilara en la plaza “George Orwell”. ¡Una broma literaria de primer nivel! Cuando Barcelona se pone a tratar bien a un escritor se pone de verdad.
Por cierto, Homenaje a Cataluña, el libro clave de tu carrera, es hoy el portal de entrada más habitual a la guerra civil española (para bien o para mal) en todo el mundo. Los del POUM aún no se lo creen. Y, además, te perdiste lo de 1989 y el colapso de los totalitarismos de matriz estalinista. Ahí empezaron tus victorias póstumas. Algunos académicos rusos me confesaron que habían creído que el seudónimo George Orwell era el de un ruso que vivía bajo el régimen soviético. No sabían que habías hecho un curso intensivo en la Cataluña de 1937: ahí comprendiste que para combatir el totalitarismo no bastaba con ser antifascista, también era necesario ser antiestalinista. De manera precoz te diste cuenta de que el monstruo tenía dos caras y tuviste el coraje moral de decirlo sin ambages a pesar de que la bala que te atravesó el cuello en los montes de Aragón era una bala fascista.
El siglo XXI nos ha traído más sorpresas. Un tal Trump llegó a presidente de EE UU y quiso echarte una mano para que no se olvidaran de ti. Cree en tu Ministerio de la Verdad, es decir, en ofrecer, cómo dicen ellos, “hechos alternativos”. Son fabricantes profesionales de mentiras y ahora todos hablamos de fake news. ¿Qué te van a contar sobre esto que no hubieras aprendido en Barcelona? Lo curioso es que, hoy, casi todos denuncian las fake news de los otros, pero se olvidan de denunciar ferozmente las fake news de los suyos. Quizás por eso se te echa tanto en falta. Aquello tuyo del fair play y de establecer los hechos antes de ponerles la lupa de la ideología está muy demodé. Ahora lo que mola, aquí y allá, es decidir cuáles son los hechos en función de la ideología. Tú ya me entiendes.
Total, que ni se te ocurra sufrir por tu reputación. Te lo diré con las palabras de un tal George Steiner, que nos animó a ver el conjunto de tu obra como un espacio, “un espacio para la renovación de nuestra imaginación moral”. Ahí está el embrión de tus sucesivas victorias póstumas. O sea, que si no vigilas, te van a convertir en un clásico.
¡Salut, company!
Miquel Berga es profesor de Literatura Inglesa y autor de libros como Cuando la historia te quema las manos (Tusquets).
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