“Hay que tener en cuenta a los niños y a sus cuidadores para salir de esta crisis. No se puede negar su existencia”
Izanami Martínez, antropóloga, explica que esta pandemia no nos hará mejores si no integramos en la sociedad a aquellos que tienen hijos como un valor y no como un estorbo para la productividad
La pandemia de coronavirus ha cambiado nuestra forma de entender la vida. Nos ha obligado a reestructurar nuestras prioridades. El cambio individual de cada ciudadano ha sido patente, lo hemos hecho. Ahora, además, ha quedado claro que sin la ayuda de los que mandan no se podrá reconstruir la sociedad de una forma equitativa, en la que cada cual pueda desarrollar su labor en la mejor de las condiciones. Y, en esta ecuación, no se pueden olvidar de los padres y madres con hijos, porque no todos pueden trabajar, porque no todos pueden pagar un cuidador. En esta situación de incertidumbre, siempre surge la duda, ¿aprenderemos de esta tremenda experiencia o seguiremos igual?
“Cuando ocurren situaciones de estrés como esta, como esta pandemia de coronavirus que estamos viviendo, las estructuras que tenemos se tambalean mucho y las cosas que no estuvieran bien construidas desde el principio, las que por diseño no son justas ni equitativas, son las primeras que se han derrumbado y han dejado en evidencia que estaba mal construido”, explica por teléfono Izanami Martínez, antropóloga experta en comportamiento humano y autora del libro Vivir Notox (HarperCollins, 2020). “La creencia social que tenemos de la profesionalidad, cómo hemos montado nuestra vida privada, es algo que esta crisis sanitaria ha mostrado como totalmente insostenible”. Según Martínez, con toda esta situación nos hemos dado cuenta de que la vida no está pensada para trabajar y tener hijos.
PREGUNTA. ¿La conciliación es una debilidad?
RESPUESTA. En un momento histórico se decidió que traer alimentos al hogar era lo más respetable. Y eso las mujeres lo hemos vivido muchísimo. Si tú quieres ser una persona socialmente respetable, tú tienes que tener una profesión. Eso de quedarte de ama de casa, estaba muy mal visto. Y, es más, en cuanto te va bien profesionalmente, lo primero que hace mucha gente es contratar a alguien el cuidado de los niños. Y yo creo que esto ha cambiado en esta crisis, todos nos hemos dado cuenta del paradigma que une la biología y la cultura. Con aquellos que he hablado a los que la pandemia no les ha azotado con alguna pérdida, ya sea personal o laboral, la conversación siempre ha sido igual: ha sido agotador, pero hemos disfrutado un montón de los niños y ahora hasta salimos menos y pasamos más tiempo en familia. Y esto es porque estamos biológicamente incentivados. Cuidar a nuestras crías, es una fuente de felicidad, hemos vuelto a conectar con esa parte de lo que somos. Y también nos hemos dado cuenta de que eso de cambiar pañales, por ejemplo, era una cosa despectiva, y nos hemos percatado que es una parte más y que es muy respetable.
P. ¿Cuáles han sido para ti los problemas de los padres a la hora de conciliar?
R. Fíjate que la palabra que usamos es conciliar y conciliar significa conciliar dos cosas que son excluyentes, dos cosas que son contrarias. Y hemos construido una sociedad en la que el trabajo, la familia y los amigos, la vida real, son excluyentes la una con la otra. Entonces, cuando se nos ha obligado a conciliarla, hemos explotado. Yo, por ejemplo, lo que peor llevé fue la culpa, yo me metía en la cama y pensaba que ni había estado bien con mis hijos, ni había terminado todo lo que tenía que hacer en el trabajo. La crisis de identidad que engloba todo esto: que no soy buena madre ni soy buena profesionalidad ni amiga ni me cuido porque no he hecho la clase de yoga y encima soy una mala ciudadana porque no he salido a aplaudir... Nos ha conllevado mucho sufrimiento.
P. ¿De toda esta presión se puede sacar algo bueno?
R. Efectivamente, ha sido una presión inmensa sobre nosotras y nosotros, sobre personas que nos hemos construido para ser socialmente aceptables y esto ha colisionado en esta pandemia porque no hay sitio para todo. A pesar de ello, yo creo que estamos en un momento vital superbonito. Todo esto es una oportunidad. Tenemos la ocasión de que cuando todo se destruye, podemos empezar a pensar cómo queremos construir a partir de ahora. Yo como antropóloga estoy entusiasmada, y llorando también la situación social, pero es una ocasión enorme de hacer cosas. Las creencias sociales van evolucionando siempre. Por ejemplo, hace muy poco las mujeres no podían tener una cuenta bancaria o por ser gay estabas enfermo, y no ha sido así. Hemos evolucionado. Pero cuando hay una crisis de estas, lo bueno es que se tiene la oportunidad, de que, para un lado para otro, se acelere todo este cambio de creencias.
P. Pero, en esta pandemia, ¿el cambio ha sido abrupto?
R. Sí e históricamente todo cambio abrupto ha llevado al cambio. Tras la Segunda Guerra Mundial, mira cómo el feminismo, cómo las mujeres, se incorporaron a la fuerza laboral o cambiaron la forma de vestir. Todas estas crisis mundiales han sido la puerta a grandes transformaciones, hacia lo bueno, pero también hacia lo malo. Acuérdate, por ejemplo, que, tras la Primera Guerra Mundial, en cambio, de repente salió Hitler, y todos pensamos que los malos eran los judíos y hubo personas muy buenas que se lo creyeron e incluso que lo reforzaron. Tenemos ahora la oportunidad histórica de que cada uno de nosotros, con las redes sociales, todo esto se acelere mucho más, que nuestra voz pueda llegar más lejos. Y, volviendo al tema de la conciliación, por qué no en vez de intentar conciliar dos cosas que son excluyentes, no empezamos a vivir de forma integrada todos los aspectos de nuestra vida.
P. ¿Integrar, cómo?
R. Sí, integrar, entender que yo soy madre, soy amiga y soy trabajadora, aprender a cómo construir mi vida para que todas las cosas que soy o que hago tengan sitio sin culpabilidad. Para integrar ya hemos dado el paso como sociedad de que el trabajo no se justifica ni con las apariencias ni con las horas que pasamos en la oficina. Que la profesionalidad se mide en resultados y en el valor que aportamos a nuestra empresa. Y esto no es en ningún caso incompatible con tener hijos o tener personas mayores a cuidar, con tener mascotas o tener un hobbie. No tiene nada que ver.
P. ¿El individuo puede integrar solo o necesita ayuda del exterior, del Gobierno, por ejemplo?
R. Las grandes revoluciones siempre empiezan desde el individuo. Y en esta pandemia estamos empujando todos muy fuerte y de pronto esa creencia que teníamos de que para ser profesional había que trabajar muchas horas y en un sitio, esto se ha ido ya al carajo. Las empresas han comprobado por las buenas o por las malas que la gente trabajando menos horas conseguía lo mismo. Individuo a individuo, eso, por ejemplo, lo hemos conseguido cambiar. Ahora, el proceso se aceleraría mucho y sería muchísimo menos doloroso, evidentemente, si tanto instituciones públicas como privadas, el Gobierno es más lentorro, sin quitarles su parte de responsabilidad, responden esto.
P. ¿El teletrabajo será una realidad en beneficio de la conciliación?
R. Por ejemplo, las empresas tecnológicas así lo han hecho, han cerrado las oficinas. Estamos muy acostumbrados a trabajar por resultados, para los del sector digital ha habido menos fricción cultural porque ya estamos acostumbrados a laborar de esta manera. Yo creo que estamos liderando este tema. Pero el problema llega con el que no tiene esta opción, hablamos del que tiene una tienda o un restaurante, por ejemplo. En estos casos, y si hubiera otro confinamiento, deberíamos replantearnos el cuidado. Volver a pensar si hay que abrir los bares antes que los parques; y preguntarse que está muy bien que tengamos que producir, que económicamente es necesario, pero hay que poder producir sin dejarnos a gente en el camino, tanto los hombres como las mujeres que tengan que renunciar a su trabajo para quedarse en casa, ¿cómo lo hacemos? ¿cómo reordenamos las prioridades?
P. ¿Cómo ayudaría a los sectores más perjudicados por esta situación, por un posible confinamiento futuro?
R. Si queremos salvar el tejido productivo del país, no vale con abrir los bares y con abrir los restaurantes. También hay que permitir que se vuelva a la actividad, de una forma en la que volvamos todos. Que para volver, el tener o no tener hijos, no sea algo decisivo. Porque si no lo que están haciendo es favorecer que puedan volver a la actividad productiva o los que no tienen hijos o aquellos que se pueden permitir tener un cuidador. Pero esto no es nada inclusivo. Y nada equitativo.
P. ¿El papel de los niños en esta pandemia?
R. Yo creo que nos han dado una lección de adaptación increíble. Pero han sido los grandes olvidados. Yo creo que las autoridades se han preocupado muchísimo por la parte sanitaria y económica, pero no se están dando cuenta de que si de verdad quieren paliar la crisis económica y social, deben tener en cuenta a los niños y sus cuidadores, porque si niegan su existencia, el salir de esta crisis va a ser muy desigual.
P. ¿La incertidumbre de los niños y el cole?
R. La incertidumbre es normal. No hemos terminado la pandemia, Y cuando volvamos de nuestras vacaciones seguiremos en ella. Se ha demostrado que los niños tienen baja incidencia, y la mortalidad es muy baja, además el sistema de burbuja -grupos limitados de alumnos- que han propuesto los expertos es una buena idea epidemiológicamente. Los gobernantes deben tener en cuenta que como medida de control es más fácil hacer seguimiento a una clase de 20 niños si hubiera un brote, que hacerlo en un bar, por ejemplo, que no sabes quien se ha sentado con quien.
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