Samantha Hudson, el nuevo icono ‘queer’ de España: “Soy una tía muy normal. Parezco loca, pero los locos son los demás”
La artista ha dado un paso en firme en su carrera firmando con el sello Subterfuge Records y es uno de los rostros de la campaña LGTBIQ+ #ProtégeteDelOdio
En el documental Samantha Hudson: Una historia de fe, sexo y electroqueer (Joan Porcel, 2018), tanto la tía de la protagonista —no exactamente un personaje, sino una de las declinaciones de la personalidad de Iván González (20 años, nacido en León y criado en Magaluf)— como sus colaboradores cercanos coincidían en un vaticinio: la carrera de Samantha no iba a continuar por mucho más tiempo. La película cronificaba el accidentado periplo de la artista en Barcelona, donde se independizó tras completar el bachillerato. No terminaba dejando, precisamente, un poso alegre. “Es un reflejo de aquella etapa. Me fui a la Ciudad Condal decidida a triunfar como una superestrella del pop adolescente, pero, tal y como se ve en el documental, no me fue demasiado bien”, admite Samantha Hudson a ICON. “Ocurrieron ciertos incidentes relacionados con alcohol y balcones [ríe a carcajadas], así que me vi obligada a volver a Mallorca”.
"Pegar cuatro voces, tirarme por el suelo, abrirme de piernas, romperme las medias en el escenario y enseñar la vagina... Para mí, eso es una buena actuación"
Dos años después, sin embargo, el pronóstico general con que terminaba la película no parece que se vaya a cumplir tan pronto. “Hice lo correcto y no me arrepiento de nada, porque ahora estoy divina de la muerte. No hay mal que por bien no venga”, concluye. Desde su nueva base de operaciones en Madrid, Samantha lanzó a finales de marzo el videoclip Hazme el favor (Vente conmigo a bailar), su primera colaboración con la discográfica Subterfuge Records. También, en un plano más formal, demuestra una notable credibilidad discursiva en sus historias de Instagram e incluso a través de artículos, como el que publicó recientemente sobre las relaciones de poder entre hombres homosexuales con gran diferencia de edad. Con motivo del Orgullo LGTBIQ+ 2020, es uno de los rostros de la campaña #ProtégeteDelOdio y también ha participado en la sesión de fotos organizada por ICON y dirigida por Gorka Postigo que celebra la diversidad, y que aparecerá en el próximo número de la revista, a la venta el sábado 4 de julio.
“Yo no soy activista, aunque la gente lo interprete así. Creo que soy como hay que ser y pienso como hay que pensar. Desgraciadamente, en este mundo, muchos no piensan como hay que pensar, por eso el que yo diga una cosa que esté bien se tacha de activismo”, reflexiona Samantha. “Soy una tía muy sencilla y normal. Parece que yo estoy loca, pero soy la más sensata de todas. Los locos son los demás”.
Entre artista de variedades, multidisciplinar o simplemente cantante, Samantha Hudson elige definirse como “travesti de guardia las 24 horas”, de apodo La Piernas de España. Su irrupción, cuando tan solo contaba con 15 años, fue muy sonora: con la viralización de un videoclip, Maricón, que había concebido como trabajo para clase de Cultura Audiovisual. El vídeo, provocadora e hilarante burla a la discriminación que sentía él [Iván] como homosexual por parte de la Iglesia, le valió un sobresaliente, pero también el acoso de PP, Ciudadanos, Hazte Oír, el obispo de Palma de Mallorca y varios medios conservadores. “Fue por el profesor de Religión”, recuerda Samantha, “que se metió a ver el vídeo porque estaba publicado en el canal del colegio y le pareció blasfemo. La junta de profesores pasó de su culo, se pilló un rebote y se fue corriendo al obispo, porque serían amigos o yo qué sé. Él movilizó a toda esa gente e inició una campaña para expedientar a mi profesora, porque a mí, al ser menor, no me podían hacer nada”.
Pese a reconocer que el trance, la atención generada y la multitud de ofertas repentinas para actuar fuera de Mallorca se le hicieron “un poco bola”, Samantha Hudson supo aprovechar el momento y no tardó en publicar varios videoclips más, como Super preñada o la popular Burguesa arruinada. En ellos se hacía evidente un conocimiento y un dominio de los contraculturales códigos del trash que John Waters y Divine llevaron por bandera en películas como Pink Flamingos, además de un cierto espíritu punk en su vertiente más epatante. “Soy superpunki, me encanta y me identifico. Más que en lo filosófico, en su estética y en lo que tiene de performance. Pegar cuatro voces, tirarme por el suelo, abrirme de piernas, romperme las medias en el escenario y enseñar la vagina... Para mí, eso es una buena actuación. El punk me ha influenciado mucho”, sostiene.
“De todas formas, no tengo ese espíritu de vivir rápido, morir joven, ensalzar las drogas, el hedonismo, el desenfreno…”, matiza la artista. “En esta sociedad de hiperconsumo, con estas dinámicas capitalistas de trabajar hasta no aguantar más, de no tener tiempo y no poder vivir, para mí hoy lo más punk, subversivo y revolucionario es tener unos buenos hábitos, cuidarse, quererse, preguntarse qué tal y ser una tía maja”. Dicho esto, que la obra de Samantha Hudson es política está fuera de duda y ese carácter, o consciencia del mensaje, ya se encontraba presente en sus orígenes: en el discurso que dio por su graduación en el instituto, reivindicaba la corona de princesa que había llevado a clase en los primeros días —y que había motivado las risas de algunos compañeros— como “un acto político”. “Cuando me visto de rosa, salgo a la calle y llamo la atención, estoy luchando contra una sociedad que me rechaza y me niega el derecho a poder disfrutar de mi propia vida. Yo realmente corro peligro por ser como soy”, pronunció ante los asistentes.
"Hoy lo más punk, subversivo y revolucionario es tener unos buenos hábitos, cuidarse, quererse, preguntarse qué tal y ser una tía maja”
Para Samantha, desde el momento en que escribió aquel discurso hasta ahora, la situación no ha mejorado tanto y cree que la LGTBIfobia continúa muy presente: “Parece que el mundo cambia, pero en realidad todo el rato sigue igual. Sí que voy viendo algunos avances, me parece que las nuevas generaciones están más preparadas, tienen más información, más interés y más conciencia. Pero gilipollas e imbéciles va a haber toda la vida. Esto es una pelea continua y no hay que bajar la guardia”, remacha.
Serenamente encaminada hacia la consecución de sus metas, hay un sueño que, sin embargo, a Samantha Hudson se le va a tener que resistir: la titularidad del cadáver del dictador Francisco Franco. La cantante trabajó en ese objetivo mediante una recogida virtual de firmas para que el Gobierno trasladara el sarcófago a su casa, aunque no dio resultado. “Hubiera sido muy divertido, pero es que la gente no hace cosas divertidas y no se lo pasa bien”, lamenta. “Como cultura pop, sin embargo, me parece que la exhumación de Franco estuvo muy bien, le pongo un 10 de 10. Coger a ese señor que llevaba años ahí enterrado, debajo de esa cruz gigante y que lo pusieran en otro sitio… Yo me meaba viéndolo, la verdad. Que, por otro lado, era necesario que lo hicieran, tener a un fascista ahí exaltado, como honrando su memoria... ¡Si este tío es un mierda! Vamos, ni que fuera Mahatma Gandhi. Bueno, no es el mejor ejemplo, porque Gandhi también era un mierda”.
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