Los políticos y sus problemas de comunicación en tiempos de la covid-19
En los últimos días, la población ha sido testigo de cómo líderes políticos y responsables de los equipos de emergencia han perdido las maneras cuando se han visto delante de una cámara, micrófono o grabadora
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La covid-19 ha puesto de manifiesto la complicada, incómoda o delirante relación que algunos políticos mantienen con el periodismo y sus profesionales. En los últimos días, la población ha sido testigo de cómo presidentes de gobierno, alcaldes, líderes políticos y responsables de los equipos de emergencia han perdido las maneras cuando se han visto delante de una cámara, un micrófono o una grabadora. En todo caso y para ser justos, también hay que señalar que hay políticos que no necesitan de una pandemia mundial para salir en los papeles perdiendo los ídem.
Donald Trump: victimismo, paranoia y muchos tuits
El presidente de los Estados Unidos ha mantenido una tensa relación con la prensa desde su llegada a la Casa Blanca. El empresario y político no ha dudado en señalar a periodistas, calificarlos de malos profesionales y afirmar que sus medios de comunicación, por ejemplo la CNN, funcionarían mejor si sus directivos prescindieran de ellos. Este comportamiento se ha visto acentuado durante la crisis de la covid-19, en la que Trump ha mostrado un amplio rango de registros que, además de los ataques a la prensa, abarcan el infantilismo de compararse con España en la gestión de la pandemia, el victimismo de afirmar que la covid-19 fue creado para torpedear su reelección o, directamente, el odio hacia un enemigo al que culpa de la pandemia: China. La cima de esta escalada se alcanzó el pasado 25 de abril, cuando el Presidente de EEUU anunció que no volvería a convocar ruedas de prensa porque los profesionales de los medios de comunicación tergiversan sus palabras, queja que estaba en relación con las declaraciones en las que aconsejaba ingerir o inyectarse desinfectantes para combatir el virus. Coherente con su decisión, ese anuncio no lo comunicó a través de una rueda de prensa, sino en su cuenta de Twitter: "Qué sentido tiene hacer las conferencias de prensa de la Casa Blanca cuando los sosos medios mainstream no hacen más que formular preguntas hostiles y luego se niegan a informar de los datos con precisión. Tienen audiencias récord y los americanos reciben fake news. ¡No merece la pena el tiempo y el esfuerzo!", escribió Trump.
Jair Bolsonaro: hostilidades bien abiertas
El presidente brasileño prece un buen alumno de Donald Trump. De hecho, Bolsonaro estuvo reunido con el estadounidense a principios de marzo, cuando la pandemia ya hacía estragos en Italia y se acercaba a España. Aunque algunos de sus acompañantes en ese viaje dieron positivo en coronavirus, el presidente brasileño ha preferido obviar toda precaución, hasta el punto de dejarse grabar saludando, dando la mano y haciéndose selfis con los admiradores que acostumbran a esperarle a las puertas de la residencia presidencial. Sin embargo, el peor momento vivido con la prensa sucedió el pasado domingo 3 de mayo, cuando Bolsonaro participó en una manifestación en su favor, en el transcurso de la cual fueron agredidos algunos periodistas del periódico Estadão. Preguntado al respecto, Bolsonaro afirmó que cuando sucedieron los hechos él estaba en el Palacio del Planalto, por lo que no pudo ver nada. Por esa razón, si bien condenó los ataques y aseguró que los responsables serían perseguidos, dejó caer que los hechos podrían ser obra de infiltrados y que, aunque las agresiones físicas son inaceptables, “los abucheos son parte de la democracia”. Para dar ejemplo de ese derecho democrático y su libertad de expresión, el martes 5 de mayo Bolsonaro espetó a un periodista “cállese la boca” y calificó a la prensa de “canalla” y “mentirosa”. Por si esto no fuera bastante para que los miembros de su equipo de comunicación estén al borde del ataque de nervios, Bolsonaro convocó el domingo 10 de mayo una barbacoa y un partido de fútbol, aunque al final entró en razón y resolvió anularlos por respeto a los 10.000 muertos (cifras oficiales) por coronavirus alcanzados por Brasil en esa fecha.
Isabel Díaz Ayuso: desayunando polémicas, merendando ocurrencias
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha protagonizado un variado rosario de confusas apariciones mediáticas. El lunes 11 de mayo afirmó en la cadena SER que la D de Covid-19 hacía referencia a diciembre porque el virus llevaba dando vueltas por el mundo desde ese mes de 2019 (la respuesta correcta es que la D se corresponde con disease, enfermedad en inglés). Por la tarde, durante una videoconferencia con José María Aznar, que la pandemia está uniendo genéticamente a españoles y latinoamericanos. Antes, Díaz Ayuso había protagonizado la portada del diario El Mundo del domingo 10 de mayo, donde aparecía retratada como una Dolorosa, provocando su correspondiente cascada de memes (igual que ocurrió con el pizzagate). Pero en todo caso, desde el punto de vista del conflicto comunicativo, el momento clave fue el baño de masas con bocadillo de calamares incluido que protagonizó el 1 de mayo, en plena cuarentena, junto a José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís. ¿El motivo? La clausura del hospital de IFEMA.
José Luis Martínez-Almeida: las flaquezas de los nuevos héroes
La actitud de José Luis Martínez-Almeida a la hora de gestionar la pandemia estaba siendo tan prudente, sensata y responsable, que muchos lo situaban ya como un firme candidato para arrebatar el liderazgo del partido a Pablo Casado. Pero en los últimos días el alcalde de Madrid ha emborronado un poco su expediente. Ese cambio de rumbo que le hizo participar en el mencionado acto de clausura del hospital de IFEMA, donde también repartió bocadillos y se saltó la distancia social. Consciente de su error, al día siguiente, se disculpó ante los medios y la ciudadanía. “Pido disculpas si en algún momento yo incurrí en alguna conducta que no es compatible con la ejemplaridad”, declaró el alcalde, sin reparar en que lo hacía mientras asistía a los fastos del 2 de mayo en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol. Un acto institucional que tal vez habría sido prescindible, y donde tampoco se estaba respetando la distancia social.
Pablo Casado: hace 'chas' y aparece... en un hospital, una granja, un labortorio, unos baños...
Dice el bolero que “la distancia es el olvido” y dos meses sin actividad parlamentaria ordinaria pueden hacer que muchos se olviden de que hubo una época en la que Cayetana Álvarez de Toledo era la portavoz estrella del Partido Popular y que Pablo Casado, su líder. Consciente de ello, Casado lleva semanas apareciendo en los medios por asuntos peregrinos y vistiendo más disfraces que Mortadelo. Estuvo en el hospital de IFEMA cuando se inauguró, otro día fue a un laboratorio junto a Ana Pastor, se puso la ropa sport para visitar una explotación agropecuaria donde se fotografió con unas ovejas, regreso al centro ferial madrileño para clausurar el hospital y, al día siguiente, asistió a los actos institucionales del 2 de mayo donde, ante la estupefacción de todos, pasó revista a la policía, los sanitarios y todo el que se le puso delante. Entremedias, se fotografió dentro de unos urinarios con el grifo abierto y apareció en la sede del PP ante una pantalla de grandes dimensiones, considerablemente mayor que la que suelen utilizar Pedro Sánchez e incluso el rey Felipe VI en sus videoconferencias. Un detalle que seguro no ha dejado indiferente a los seguidores de la escuela freudiana.
Fernando Simón: pagar la novatada
Fernando Simón, el hombre tranquilo de esta pandemia, ha dado infinitas muestras de templanza. No obstante, en alguna ocasión no ha podido evitar que se le escape el carácter. Primero fue ese gesto de resignación con los brazos abiertos que ha dado lugar a cientos de memes e incluso a una cuenta en Twitter titulada La misma foto de Fernando Simón Todos los días. Un ademán que respondía a la pregunta de un periodista que, después de cinco semanas de confinamiento, decía: “¿Cómo se explica que habiendo duplicado el número de pruebas y siendo más estrictos ahora con el recuento de fallecidos las cifras estén disminuyendo a un ritmo tan alto?”. La anécdota más reciente, sin embargo, no fue tan simpática. Se produjo el pasado 9 de mayo, cuando el responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad abroncó a un periodista por utilizar el término “suspender” para referirse a los territorios que no pasaban a la Fase 1 de desconfinamiento. Simón respondió diciendo que se “hace un flaco favor” cuando se habla de “aprobados y suspensos” porque el paso a la Nueva Normalidad “no es una carrera y nadie aprueba o suspende”. El hecho resultó aún más llamativo porque Simón nunca se mostró igual de severo cuando los responsables policiales y militares se referían a la pandemia en términos bélicos de derrota y victoria, conceptos que fueron cuestionados desde diferentes sectores sociales. En todo caso, para quitar este amargo sabor de boca, cabe señalar que, igual que existe la cuenta de Twitter La misma foto de Fernando Simón Todos los días, hay otra llamada Pablo Casado mirando cosas que, gracias a la actividad incesante del líder del PP a raíz del Covid-19, ha aumentado considerablemente su archivo.
Alexander Lukashenko: el presidente que susurraba a los virus
A finales de marzo, cuando la covid-19 era ya una amenaza real en Europa, el presidente de Bielorusia decidió disputar un partido de hockey hielo abierto al público. Preguntado por la prensa sobre la conveniencia de celebrar ese evento, Lukashenko respondió que no había riesgo en el país y que él no había visto ningún coronavirus sobrevolando el lugar. Tampoco le preocupo la aglomeración de espectadores que asistían al encuentro porque, según sus conocimientos científicos (o justamente por carecer de ellos), el frío del recinto acabaría con el virus. No contento con esto, Lukashenko recomendó consumir vodka y visitar las saunas para evitar contraer la enfermedad. Cuando las cifras de la pandemia aumentaron días después, aclaró que todo había sido una broma. De partirse de risa, sí.
Daniel Ortega: salid vosotros, que yo me quedo aquí
Desde que la OMS declaró la pandemia de coronavirus, Daniel Ortega no se prodiga demasiado en los medios de comunicación. Su última rueda de prensa está fechada el 15 de abril y la anterior treinta días atrás. En total, el presidente nicaragüense ha permanecido confinado en la residencia presidencial unos sesenta días y, en la actualidad, ahí sigue. Una decisión que no ha impedido que en ambas comparecencias anime a su pueblo a seguir trabajando, acudiendo a los centros escolares, disfrutando de los eventos deportivos, consumiendo en bares o restaurantes e incluso celebrando procesiones, “porque si el país deja de trabajar, el país se muere y si el país se muere, el pueblo se muere”. Las razones en las que se apoya Ortega para hacer estas declaraciones son que, según sus cifras, de las 1237 personas fallecidas en Nicaragua en marzo y abril solo una fue por coronavirus.
Rodrigo Duterte: disparar al que se salta el confinamiento
Desde que se convirtió en presidente de Filipinas en 2016, Rodrigo Duterte ha seguido una estrategia de comunicación similar a las de Trump y Bolsonaro. Por ejemplo, Duterte no ha tenido problema alguno en justificar y apoyar ante las cámaras de televisión las ejecuciones extrajudiciales de consumidores de drogas y delincuentes realizadas por escuadrones de la muerte. En consecuencia, los ciudadanos del país no se han sorprendido demasiado cuando, con motivo de la covid-19, su presidente ha comunicado en los medios que la policía y el ejército dspararían a matar a cualquiera que se saltease las normas de confinamiento. Si de lo que se trataba era que los mandatarios transmitieran tranquilidad y confianza a los ciudadanos en esta crisis, no parece que Duterte sea el más dotado para llevar a cabo esa tarea.
Alba Vergés y Marc Castells: demasiado corazón
Mucho se ha hablado de las fotografías de Díaz Ayuso, incluso de la de Alba Vergés Bosch, responsable de Salud de la Generalitat de Cataluña, que recientemente fue fotografiada en su despacho, apoyada en la pared y tapándose la cara con gran dramatismo. Sin embargo, sería injusto dejar a Marc Castells Berzosa fuera de esa galería de políticos empeñados en explotar lo emocional hasta cotas que rozan lo obsceno. En la cuenta de Instagram de Castells Berzosa se le puede ver sentado en el suelo mientras habla por teléfono, ajeno a la comodidad de los sofás de su despacho o mirando al suelo junto a una vidriera con el escudo de la ciudad porque, por si no ha quedado claro, es la ciudad y sus habitantes la razón de sus desvelos, de su gesto preocupado.
Ada Colau: la intención no es lo único que cuenta
Como no bastaba con los Dj espontáneos que día sí, día también, a eso de las ocho de la tarde pinchan Resistiré a todo volumen, el Ayuntamiento de Barcelona decidió organizar un concierto en una azotea de la ciudad porque, por lo que se ve, la oferta de ocio disponible en plataformas de streaming, videojuegos online, libros digitales, televisión convencional o libros analógicos tampoco era suficiente para los ciudadanos. Aunque la iniciativa se comunicó como una forma de ayudar en momentos difíciles a los profesionales de la cultura, al final la iniciativa no cuajó, justamente porque varios de los profesionales de la cultura contactados consideraron que los costes (“algo más de 200.000 euros” según Ada Colau) eran excesivos para que fueran asumidos por el Ayuntamiento en una situación de crisis como esta y por el aluvión de críticas que recibió en los medios y en redes sociales. A pesar del plantón, el Ayuntamiento de Barcelona siguió en sus trece e intentó que los costes corrieran por cuenta de las productoras que iban a encargarse de la realización y de la posterior comercialización del espectáculo. No obstante, la polémica había sido tal, que el Ayuntamiento prefirió anular el evento: “Me sabe muy mal”, afirmó Ada Colau, que comprendía que “en una crisis como esta se piense que 200.000 euros es mucho dinero”.
Oppa Muchinguri: la covid-19, un castigo de Dios a las naciones occidentales
Las incógnitas que presenta la pandemia del coronavirus han hecho que surjan explicaciones variopintas sobre su origen. Desde la creación del patógeno en un laboratorio, a una venganza de Gaia contra el género humano, sin olvidar el castigo divino. Esa última opción fue la elegida por Oppa Muchinguri, ministro de Defensa de Zimbabue, que declaró ante los medios de su país que la covid-19 es un castigo de Dios a las naciones occidentales por las sanciones impuestas al país africano desde que Emmerson Mnangagwa se erigiera en presidente del país tras derrocar a Robert Mugabe. De hecho, fue el propio Mnangagwa el que salió al paso de las declaraciones de su ministro y aclaró que “las pandemias de este tipo tienen una explicación científica, no conocen límites y, como cualquier otro fenómeno natural, no se puede culpar a nadie”.
Andrés Manuel López Obrador: abrázame con la mente hasta que se aplane la curva
El presidente mexicano ha asombrado a propios y extraños con el contenido de sus comparecencias ante los medios de comunicación durante la crisis del coronavirus. El 4 de marzo, animó a los mexicanos a que se abrazasen, el 13 del mismo mes aconsejó que los abrazos fueran con la mente para evitar contagios, al día siguiente recomendó leer El amor en los tiempos del cólera de García Márquez y, poco después, el 22 de marzo, animó a los ciudadanos a que, si podían permitírselo, acudieran a los restaurantes. Así ha continuado todo este tiempo, hasta que, el lunes 11 de mayo, declaró: “Se aplanó la curva”. Asombroso.
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