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Columna
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Reconstrucción

Toca a los Gobiernos evitar que las consecuencias económicas de la pandemia profundicen en una desigualdad que ya era un riesgo para la democracia antes de esta crisis

Pepa Bueno
Una mujer pasa por una calle con todos los comercios cerrados en Terrassa.
Una mujer pasa por una calle con todos los comercios cerrados en Terrassa.Cristobal Castro

Quienes permitieron que se especulara con nuestras casas y, tras el estallido de la burbuja, buscaron nicho de negocio en la privatización de parte de nuestra Sanidad, tienen prisa ahora en que haya otro Gobierno en España. Deberían explicitar directamente cuál cuadra mejor a sus intereses en la reconstrucción que vendrá después de la pandemia. Alertan del peligro inminente de un Estado bolivariano en nuestro país. No se pronuncian sobre Viktor Orbán, que ya se ha dotado a sí mismo de poderes ilimitados e indefinidos por el coronavirus.

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La reconstrucción moverá mucho dinero, sí. Público y privado. Pero el marco lo tiene que establecer Europa y tenemos que confiar en que esta vez no falle en el método y en el objetivo. El Estado de bienestar que levantó sobre las cenizas de la II Guerra Mundial tenía enfrente a la URSS y la necesidad de demostrar que el capitalismo democrático también se ocupaba de las necesidades materiales de los suyos. Esa obligación de servir de contraejemplo al peligro soviético se vino abajo del todo con la caída del muro de Berlín. La cabalgada que se inició entonces —crecer, crecer, crecer, y el que sea listo, que pille— se estrelló contra el suelo en 2008, se cepilló a las clases medias y trajo el populismo como regalo de despedida.

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Hoy, Bruselas no tiene enfrente a la URSS, pero la democracia tiene que medir su eficacia y su capacidad de proporcionar seguridad, con los métodos autoritarios de China. En España e Italia, la ciudadanía ha demostrado que no necesita vigilancia policial en cada portal, para responder mayoritariamente al llamamiento de preservar la salud de los demás. Toca a los Gobiernos evitar que las consecuencias económicas de la pandemia profundicen en una desigualdad que ya era un riesgo para la democracia antes de esta crisis, según el FMI, el BM y la OCDE. Desaparecido Estados Unidos del liderazgo mundial, corresponde a la Unión Europea demostrar si esta vez también quiere intentarlo como en 1945 o si prefiere que cada cual levante sus fronteras y se ampare en el liderazgo chino. Y el intento va más allá de taponar las sangrías inmediatas. Va de liderazgo de un modelo de democracia que haga compatible la libertad, la seguridad y el bienestar material de todos sus miembros. En 2009 no lo hizo, 2020 puede ser la última oportunidad. @PepaBueno

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