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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otra dimensión

Defender los intereses de España pasa por reforzar la estabilidad internacional

Una farmacéutica cuelga un cartel donde avisa que no le quedan mascarillas ni geles desinfectantes en Platja d'Aro (Girona).
Una farmacéutica cuelga un cartel donde avisa que no le quedan mascarillas ni geles desinfectantes en Platja d'Aro (Girona). Agusti Ensesa (EL PAÍS)

Las noticias acerca de diversos incidentes internacionales en la adquisición de mascarillas sanitarias, en los que se habrían visto envueltos países como Francia y Estados Unidos y, de manera indirecta, China, Suecia, Italia o España, ponen de relieve la importancia de los instrumentos de la política exterior para hacer frente a la pandemia del coronavirus. El protagonismo adquirido por China en esta crisis, no solo por la experiencia acumulada en la contención de la enfermedad, sino también por su capacidad de producir material de protección, está precipitando una carrera por aprovisionarse en este mercado que debería afianzar la cooperación, no provocar una desbandada en la que todos los Estados saldrían perjudicados.

Los pronósticos acerca de la posición en que quedarán las grandes potencias una vez controlada la pandemia importan menos que el reforzamiento del orden internacional por el que se han regido sus relaciones hasta ahora. No porque ese orden sea perfecto, sino porque constituye la única garantía de que sean quienes sean los ganadores y los perdedores al término de este seísmo humano, económico y social, la evolución hacia un nuevo equilibrio mundial no se lleve a cabo sacrificando los mejores valores de una realidad que parece estar quedando atrás. Tampoco las lecciones desde las que se intentó gestionar colectivamente. Con muchos fracasos, sin duda. Pero también con algunos éxitos.

La capacidad de España para influir en el nuevo equilibrio internacional que podría estar abriéndose paso es limitada, según corresponde a un país de su tamaño y sus recursos. Pero eso no impide tomar conciencia de cuáles son las bazas de las que dispone para trabajar desde este mismo instante en el cumplimiento de sus correspondientes responsabilidades. La principal, a estos efectos, es la misma que antes de que progresara la pandemia y se dejaran notar sus primeras secuelas: enmarcar la defensa del legítimo interés nacional en el reforzamiento de la estabilidad internacional, particularmente en la región de la que España forma parte y valiéndose tanto de los instrumentos bilaterales como de los espacios multilaterales en los que está presente.

El corredor aéreo con China para abastecerse de material sanitario, establecido gracias a la colaboración de diversos ministerios con la iniciativa de algunas empresas privadas, es importante porque permite acceder a suministros cruciales, pero también porque debería marcar el fin de la atonía en materia exterior que ha caracterizado a España durante los últimos años. No es la única acción posible para contener la pandemia ni para intentar minimizar sus efectos. La consolidada pertenencia de España a Europa ha hecho perder de vista que, además de una política con la Unión, el espacio para desarrollar una acción bilateral con sus miembros sigue existiendo, y podría resultar decisiva para contener los rebrotes de nacionalismo a que podría dar lugar la eventual falta de respuestas comunes.

Cerrar fronteras para contener sanitariamente la pandemia no puede significar volverse diplomáticamente la espalda entre socios, vecinos y aliados, si se quiere dejar atrás la pesadilla. En el caso de España, esta otra dimensión exige hoy mirar hacia China y hacia Europa, pero también hacia el sur, donde los problemas son los mismos, solo que multiplicados.

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