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Entrevista

Leila Guerriero: “Cuando te mueves en un circuito pequeño, endogámico, corres el peligro de acabar hablando para una tribuna que te aplaude siempre”

La periodista argentina lleva una vida errante alejada de lo que es habitual. Aun así, las columnas que ha reunido en 'Teoría de la gravedad’ son pura vida real.

Leila Guerriero posa para ICON bajo la atenta mirada del busto de en medio. Algo de envidia se puede adivinar.
Leila Guerriero posa para ICON bajo la atenta mirada del busto de en medio. Algo de envidia se puede adivinar.(Adrià Cañameras)

Dice Leila Guerriero que ella funciona bien en dos formatos: el muy corto y el “demencialmente largo”. O columnas, o reportajes que se desbordan hasta convertirse en libros como Opus Gelber (Anagrama, 2019), sobre la rocambolesca vida del pianista Bruno Gelber, o Una historia sencilla (Anagrama, 2011), la crónica de un festival de baile folclórico en el interior de Argentina. Su último libro es de la otra especie, la micro. En Teoría de la gravedad (Libros del Asteroide) recoge algunas de las columnas que publica cada miércoles en la contra de EL PAÍS.

Ha purgado muchas, todas las que tenían que ver con la actualidad mediática, y con las escogidas ha formulado una especie de playlist, pero con textos. “El principio es bastante insolente. Las dos primeras columnas son como cachetazos a los lectores. Quería arrancar allá arriba, pegada al techo. Quería que el libro tuviera sacudones y terminara de una manera más suave. De hecho, la última palabra impresa es curiosidad. Una persona que vuela al departamento donde todo empezó, que está vacío, se sienta en su computadora, se pone a escribir y se pregunta: ‘¿Qué vendrá ahora?”. En ese “paisaje emocional” que quería trazar a base de columnas, están, por ejemplo, las que escribió en torno a la enfermedad y la muerte de su madre (“yo sabía que a Dios no había que agradecerle nada porque la enfermedad iba a enterrar a mi madre a puñetazos en un cuarto de hospital del que no volvería a salir nunca”) y otra serie, más juguetona, llamada Instrucciones y escrita en imperativo. Tipo así: “Pase dos o tres días bebiendo mucho. En las mañanas, apenas despertar, sienta el peso de la angustia como un pájaro muerto sobre el pecho”.

La primera lección que enseña a sus alumnos es que entreguen lo que les ha pedido su editor, algo que parece sencillo pero en realidad no lo es. “Si te piden un perfil de Roger Federer, no escribas una historia del tenis”

Guerriero ha utilizado esta serie, inspirada en los cuentos en segunda persona de Georges Perec y Lorrie Moore, como “banco de pruebas” y para volcar alguna de las historias que capta su radar cuando, como ella dice, “saca los flaps” y aterriza en alguna realidad de su alrededor literariamente interesante. “Las Instrucciones, que en realidad son más bien destrucciones, me surgieron una noche en la típica cena como de compromiso. Al final sucedió esa cosa que a mí me irrita mucho de que las mujeres se van por un lado y los hombres por otro. Y una de ellas tuvo como un desmoronamiento. Me llegó a poner incómoda. Entonces dije: ‘Bueno, qué situación interesante. ¿Y si construyo estos aparatos para hablar de esas parejas en las que todo lo que aman se transforma en todo lo que odian?”

Aunque le intriga el territorio de las parejas desgastadas, no lo habita. El libro está dedicado a su pareja, el fotógrafo Diego Sampere, con el que, con 48 años, lleva una existencia nómada, con domicilio volante en los muchos aeropuertos del mundo hispano. “Vengo de Medellín y me encuentro a la misma persona aquí, en Barcelona, y nos decimos: ‘Nos vemos en Guadalajara’. Es todo medio esnob y tengo la conciencia de que eso no es lo que pasa en la vida real. Ese circuito es pequeño, endogámico y corres el peligro de acabar hablando para una tribuna que te aplaude siempre, pero a la vez es mi trabajo…”. Suspira. “Intento ponerle un freno”.

Algunos de esos viajes le sirven para impartir talleres de escritura, en los que trata de inculcar a los alumnos dos reglas sencillas. La primera, que entreguen lo que les ha pedido su editor, algo que parece sencillo pero en realidad no lo es. “Si te piden un perfil de Roger Federer, no escribas una historia del tenis”. La segunda tarea es más complicada y consiste en extirparles “el conglomerado de frases hechas. Eso no es escribir, es cortar y pegar, y lo cometen mucho los periodistas de prensa diaria, que puede ser muy noble, pero suele venir imbuida de ese espíritu burocrático”.

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