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Los refugiados que hacen frente al coronavirus en el campo de Moria

Ante la amenaza de expansión de la infección, algunos solicitantes de asilo han creado un equipo para informar, ayudar a cumplir las medidas impuestas y elaborar mascarillas

Un grupo de mujeres del campo de refugiados de Moria cose mascarillas para repartirlas entre los habitantes del asentamiento.
Un grupo de mujeres del campo de refugiados de Moria cose mascarillas para repartirlas entre los habitantes del asentamiento.Elias Marcou (Reuters)

En el campo de refugiados de Moria, un espacio en la isla griega de Lesbos diseñado para unas 3.000 personas en el que malviven 20.000, el distanciamiento social es imposible. En algunas zonas solo hay un grifo por cada 1.300 personas y lavarse las manos frecuentemente es un lujo fuera del alcance de la mayoría. En esta situación, algunos solicitantes de asilo han creado un equipo para hacer frente a la amenaza de la Covid-19. Entre otras actividades, realizan tareas de información y de limpieza, fabrican mascarillas y ayudan a que se cumplan las medidas impuestas en espacios públicos.

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Omid Mohammad, un farmacéutico afgano que vive en el campo, cuenta por teléfono, de manera atropellada por una conexión que viene y va, que decidieron movilizarse cuando se registró el primer positivo en Lesbos el pasado 9 de marzo. Ahora son al menos seis los casos, según MSF. “Cuando vemos la situación del campo de Moria, un solo caso ya podría causar un gran desastre, así que, anticipándonos a las consecuencias, pusimos todo en marcha muy rápido”, dice Fereshte Ebrahimi, también miembro del grupo, en una conversación a través de una aplicación de mensajería.

Así nació el Equipo de Concienciación sobre el Coronavirus en Moria o MCAT, por sus siglas en inglés, que cuenta con el apoyo de la ONG Stand By Me Lesvos. Hasta el momento se han unido más de 100 personas de diferentes nacionalidades y el número sigue creciendo.

Desde hace más de dos semanas, los voluntarios crean contenido para redes sociales y carteles en varios idiomas y anuncian las recomendaciones con megáfonos. “Muchos no son conscientes de la realidad del virus, por eso les explicamos qué es, que no tienen que darse la mano, que no deben permanecer en lugares concurridos, que intenten quedarse dentro de las tiendas…”, señala Mohammad.

La información es fundamental porque es una de las pocas armas con las que cuentan. "La situación dentro de Moria es crítica. Solo tenemos acceso al agua y a los baños dos horas por la mañana, dos a mitad del día y dos por la tarde. No hay detergentes, no hay jabón…", relata. “Por eso pensamos que es bueno, al menos, concienciar a la gente”, añade.

La situación dentro de Moria es crítica. Especialmente en lo relacionado con el acceso a agua Omid Mohammad, un farmacéutico afgano que vive en el campo

Las organizaciones de ayuda llevan tiempo alertando de la imposibilidad de reproducir en Moria las recomendaciones que se dan a la población general. Médicos sin Fronteras (MSF), entre otras, ha pedido que los solicitantes de asilo sean evacuados a lugares en los que puedan protegerse. “Obligar a las personas a vivir en campos masificados y sin higiene como parte de las políticas de contención europeas siempre fue irresponsable, pero ahora, debido a la Covid-19, lo es más que nunca”, dice por correo electrónico Apostolos Veizis, jefe del servicio médico de la ONG en Grecia.

Las mascarillas se han convertido en las últimas semanas en uno de los productos más buscados en las farmacias de gran parte de Europa. Lesbos no es una excepción. Y, como sucede en el resto del territorio, las existencias allí también son escasas. Ante esta situación, el MCAT se apresuró a poner en marcha un taller para elaborarlas. Compraron materiales en tiendas locales y cuatro mujeres afganas cosieron máscaras durante varios días en un recinto cercano.

Obligar a las personas a vivir en campos masificados y sin higiene como parte de las políticas de contención europeas siempre fue irresponsable, pero ahora, debido al Covid-19, lo es más que nunca Apostolos Veizis, jefe del servicio médico de MSF en Grecia

Un equipo diferente, organizado por la ONG Team Humanity y que comenzó prácticamente a la vez, sigue elaborándolas. Unos 100 voluntarios, divididos en dos turnos, cosen mascarillas de nueve de la mañana a diez de la noche. Hasta el momento han hecho alrededor de 58.000 tapabocas que se están distribuyeron en el campo de Moria y otros 17.000 que han destinado a Quíos y Samos.

Hace más de 15 días que los clientes del supermercado Lidl de Mitilene, al que la mayoría de refugiados va a hacer la compra, se encuentran con un pequeño grupo de voluntarios en la entrada. “Asisten y dan información precisa a las personas sobre cómo deben actuar en lugares públicos”, cuenta Ebrahimi. Los que llevan un brazalete azul hablan farsi y los que lucen uno blanco, árabe. También realizan esta labor en la carretera que conduce al establecimiento.

Las cosas van rápido en el campo. Organizada por los Cascos Blancos de Moria, un grupo formado por exmiembros de esta organización siria, una nueva cuadrilla de voluntarios recoge la basura que se amontona en algunas partes del asentamiento. Las autoridades locales autorizaron el pasado 30 de marzo que un camión privado traslade los deshechos fuera del campo tres veces por semana.

Un equipo de voluntarios de Moria, con mascarillas y guantes.
Un equipo de voluntarios de Moria, con mascarillas y guantes.Moria Corona Awardness Team

Ese mismo día, el MCAT, en colaboración con Stand By Me Lesvos y Starfish Foundation, instaló puntos de lavado de manos en la entrada del campo. La concepción es sencilla pero efectiva: han colocado bidones con grifo sobre banquetas y, debajo, envases de plástico adaptados para que caiga el agua residual. También hay jabón y papel para secarse.

Estos refugiados se esmeran en neutralizar la amenaza con todos los recursos que tienen, pero si finalmente y a pesar del esfuerzo de todos, se declara un brote en el campo, algunas organizaciones señalan que los medios que tienen para hacerle frente serían insuficientes. “También nos preocupa que, en caso de una transmisión generalizada, la capacidad de respuesta de las estructuras de salud locales sea limitada para los casos críticos”, asevera Veizis. “Debemos ser realistas, no hay forma de contener el virus de manera humana y digna en las condiciones del campamento”, agrega.

Mohammad, antes de despedirse y con barullo de niños de fondo, comparte el deseo y la esperanza de que los organismos internacionales les brinden más protección y ayuda. “Este virus no distingue entre nacionalidades y no entiende de fronteras”, dice. El MCAT también tiene un equipo de prensa, del que Ebrahimi forma parte y del que destaca uno de los objetivos principales: transmitir al mundo que “los refugiados son capaces de hacer cosas por sí mismos.

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