Los virus de la politiquería
Quizá lo más favorable para Sánchez ha sido, paradójicamente, la actitud Casado, contagiado por el virus del oportunismo en el peor momento
Es el momento de la política; y del presidente en particular. Esta crisis —a la fuerza ahorcan— va a dar a Sánchez la oportunidad de exhibir un liderazgo consistente o ese liderazgo quedará irreparablemente averiado. No cabe la medianía, como en aquellos maletillas que escribían una carta a casa, ante una oportunidad, diciendo “de esta, madre, me corono con la gloria o voy al infierno”. Y es lógico. Los capitanes como Aubrey no se miden en una plácida ensenada mediterránea sino en la furia del Cabo de Hornos. Sánchez lo ha entendido con un cambio de estrategia para subir al puesto de mando decretando el estado de alarma. Sin embargo, existe la percepción de que ha ido siempre tarde. Tal vez los técnicos aceptaran no suspender las marchas del 8-M o la Liga, pero ¿era lo apropiado? Aquí mismo se ha publicado que tres días antes ya no se daban las condiciones fijadas por la agencia de salud pública europea. Esa sombra está ahí, bajo sospecha. Y cuando Renzi dice ‘por favor, amigos, no cometáis los mismos errores que Italia’, en realidad está diciendo ‘joder, ¡que estáis cometiendo los mismos errores que Italia!’. El virus del tacticismo, al que Sánchez es propenso, resulta peligroso en estos escenarios.
Quizá lo más favorable para Sánchez ha sido, paradójicamente, la actitud de Casado, contagiado por el virus del oportunismo en el peor momento. Mientras los presidentes autonómicos se rigen por el principio de lealtad institucional y unidad de acción, enfatizados ayer por Juanma Moreno desde Andalucía, la maniobra de Casado es obvia: identificar esta crisis con 2008 para resucitar el fantasma del fracaso de la gestión socialista cuando se valoró mal su trascendencia, se negó la realidad con insistencia y se pospusieron medidas inevitables confiando en que tal vez cambiase el viento, algo que tampoco va a suceder ahora. La aspereza de Casado delata el propósito de no dar respiro a Sánchez cuando va a medirse como líder. De hecho, le ha reprochado el liderazgo de los técnicos, idea del vademécum británico, tan del gusto del PP, donde rige que un verdadero líder ha de tener coraje para actuar contra las advertencias de los expertos.
Más allá del tacticismo y el oportunismo, si hay un virus peligroso es el sectarismo. No es momento. Incluso Torra, enemigo nº1 para “asuntos de Estado”, ha dicho que “hoy no hay colores políticos, no hay disputas personales ni intereses electorales”. Ya se han cometido más errores de los aceptables, y añádase a Vox aunque se parapete en sus ataques al Gobierno tras congregar irresponsablemente a una masa de fieles ignorando las advertencias de muchos de los suyos, con un pasillo para chocar manos como ya no hacía ni la chavalería de Operación Triunfo. Posponer las elecciones del 5-A es razonable, también abordar unos presupuestos de emergencia aprovechando la mano tendida por PP y Ciudadanos sin despachar la oferta por las bravas, y resistir la tentación partidista. No puede haber coronavirus de izquierdas o coronavirus de derechas; eso sería un fracaso colectivo.
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