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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Planes de choque

El daño económico del coronavirus destruye la confianza de los inversores

Pantalla de medición de la prima de riesgo, el pasado viernes en la Bolsa de Madrid.
Pantalla de medición de la prima de riesgo, el pasado viernes en la Bolsa de Madrid.Chema Moya (EFE)

La propagación del Covid-19 está causando intensas convulsiones en los mercados bursátiles y provocando daños considerables en la llamada economía real. Las Bolsas mundiales se desplomaron ayer con caídas entre el 6% y el 8%, las más graves desde la crisis financiera de 2008, como reacción al temor de los inversores a que la pandemia se prolongue más allá del primer trimestre. Wall Street tuvo que detener las cotizaciones durante unos quince minutos para frenar la caída en picado de los valores, como en los peores tiempos de la Gran Recesión. La prima de riesgo española superó ayer los 120 puntos y la italiana rebasó los 230. Los efectos del coronavirus pueden causar daños difícilmente recuperables en el mercado turístico, en el de transporte y en las industrias que dependen de suministros importados; pero, además, está destruyendo parte del tejido empresarial en los países afectados. Para complicar todavía más la debilidad de la economía mundial, que puede desembocar en múltiples recesiones nacionales, la OPEP y Rusia se han enzarzado en una guerra de precios que ha deprimido el precio del barril hasta los 35 dólares y pone un poco más en riesgo la estabilidad de países como Libia, Venezuela y Nigeria.

La guerra del crudo entre la OPEP y Rusia es una de las peores complicaciones que puede sufrir una economía mundial en estado de alerta por histeria. El cartel propuso una rebaja sustancial de la producción para adecuar la oferta al descenso del consumo provocado por la pandemia. Rusia se negó; el resultado lógico ha sido el hundimiento del precio y una reducción importante de los precios en los países productores. Quizá Arabia Saudí, cabeza de la OPEP, y Rusia puedan soportarlo a corto plazo, pero no es el caso de otros productores. Al riesgo de que el virus acentúe la desaceleración de la economía mundial hay que añadir ahora el de un daño asimétrico que condene a una mayor pauperización a los ciudadanos de las áreas en desarrollo.

Los mercados y las empresas esperan una reacción proporcional a la magnitud de la amenaza de parte de las instituciones mundiales y de los responsables de las áreas económicas nacionales. Una crisis global, aunque probablemente temporal, debe tener una respuesta global. El FMI ha anunciado un plan de emergencia (45.000 millones para prestar a los países afectados) y Bruselas proclama su disposición a flexibilizar las condiciones de estabilidad. Bien está, siempre y cuando no vuelvan a imponer las rígidas reglas de austeridad cuando pase el episodio vírico. Pero sobre este marco general resultaría oportuno que Europa añadiera otro tipo de compensaciones financieras más directas a los Estados; y, a su vez, los Gobiernos preparen planes de choque específicos para compensar los daños catastróficos en cada país.

Hay que responder con prontitud a dos cuestiones para recuperar la confianza: cómo se va a atajar el cierre de empresas y qué ayudas recibirán los trabajadores que pierdan su empleo. Es de suponer que en el Consejo de Ministros de hoy el Gobierno de coalición responda a estas cuestiones con precisión y que el Eurogrupo, que se reunirá pronto, haga lo propio con las medidas europeas de choque. Con rapidez.

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