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Cómo el grupo femenino más exitoso de la historia de EE UU se convirtió en el más odiado

Las Dixie Chicks representaban a una nueva generación de mujeres sureñas que no se conformaban con hacer lo que se esperaba de ellas. El 10 de marzo de 2003 lo demostraron pronunciándose contra George Bush. Acaban de volver

Las Dixie Chicks lanzan un beso a los fotógrafos en los American Music Awards de 1999.
Las Dixie Chicks lanzan un beso a los fotógrafos en los American Music Awards de 1999.Foto: Getty

Cuando estaba en su instituto de Lubbock (Texas), Natalie Maines decidió saltarse una clase al día para demostrar que a ella nunca la amonestaban mientras que a los estudiantes mexicanos sí. Ese mismo espíritu la llevó en 2003, con 29 años, a criticar abiertamente a George Bush, durante un concierto de su grupo Dixie Chicks, por la invasión de Irak. Como consecuencia Maines sufrió una campaña de odio que acabó con el FBI escoltándola para protegerla de varias amenazas de muerte. Aquella fue la primera vez que Internet demostró su poder para cancelar a un artista y ahora, tras 14 años de silencio, Dixie Chicks regresan con un nuevo disco. Y vestidas de militares.

Las Dixie Chicks representaban a una nueva generación de mujeres sureñas que soñaban con vivir más allá de los límites que sus vecinos esperaban de ellas. Eso fue lo que hizo Maines en 2003 al confesar en Londres que se avergonzaban de que "nuestro presidente sea de Texas”

El público del country es uno de los más leales, siempre y cuando los cantantes comprendan que el folk estadounidense va más allá de la música: es un sistema de valores, una identidad nacional y una forma de vida. Entre 1998 y 2003, Dixie Chicks revitalizaron el género (tres chicas vestidas más como Britney Spears que como Dolly Parton que tocaban instrumentos y cantaban alegremente, en Goodbye Earl, sobre asesinar a un marido maltratador) hasta convertirse en el grupo femenino más exitoso de la historia de Estados Unidos con 28 millones de discos vendidos con solo tres álbumes.

Solo en 1998, con su debut Wide Open Spaces, vendieron más discos que todos los demás cantantes de country juntos. “Uno de los principales conceptos del proyecto es su actitud de libertad y diversión” explicaba el presidente de su discográfica en Texas Monthly, “estas chicas son divertidas y su música también lo es. ¿No sería divertido ir a verlas en concierto? ¿No sería divertido comprar sus discos?”. Un crítico de Dallas Observer definió a Maines como “una bocazas rolliza”, The Guardian las llamó “Barbies de Nashville con tacones de gatitas” y Rolling Stone las describió como “un cruce entre una chica de una hermandad universitaria de mujeres y una fan de Megadeth que diluye la línea entre golfa y presumida hasta romper el techo del granero”. Cuando les pidieron que modificasen una referencia sexual (“baile de colchón”) en su canción Sin Wagon, Maines no solo la mantuvo sino que añadió el verso “así es, he dicho baile de colchón”.

Las cantantes de Dixie Chiks posaron en la portada de 'Entertainment Weekly' desnudas con varios de los epítetos que estaban recibiendo tras dar su opinión política escritos sobre su piel.
Las cantantes de Dixie Chiks posaron en la portada de 'Entertainment Weekly' desnudas con varios de los epítetos que estaban recibiendo tras dar su opinión política escritos sobre su piel.

Natalie Maines (Texas, 1974), Martie Maguire (Pensilvania, 1969) y Emily Robinson (Massachusetts, 1972) representaban a una nueva generación de mujeres sureñas, tan amables como sus madres pero bastante menos calladas, que soñaban con vivir más allá de los límites que sus vecinos esperaban de ellas. Eso fue lo que hizo Maines cuando, el 10 de marzo de 2003, le aclaró a su público de Londres: “Estamos en el lado bueno, con todos vosotros; y nos avergonzamos de que nuestro presidente sea de Texas”.

Aquella noche 100.000 soldados norteamericanos esperaban en Kuwait a que se cumpliese el ultimátum de 48 horas que George Bush le había dado a Saddam Hussein para entregar las armas de destrucción masiva que supuestamente escondía. Tres semanas antes, un millón de personas se habían manifestado en Londres contra esta invasión (la mayor manifestación política de la historia del Reino Unido), pero en Estados Unidos más del 70% de los ciudadanos apoyaban a Bush y a su guerra. La sed de venganza y el pánico al terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 (cuando Bush registró un récord del 90% de aprobación ciudadana) aplastaron cualquier oposición, al considerarla irrelevante ante la inevitabilidad de la guerra, contra la operación “Libertad duradera”. O, como resumió el vicepresidente Dick Cheney, “o estás con nosotros o estás contra nosotros”. Eso incluía, por lo visto, a las cantantes de country.

Los oyentes pedían que dejasen de poner canciones de Dixie Chicks, amenazaban a sus locutores con agresiones físicas  y pedían a los negocios locales que dejasen de anunciarse en las emisoras que siguiesen pinchando su música

Ante las primeras quejas, el mánager de Dixie Chicks bromeó: “¿No sería genial si acabasen quemando cedés y vetándoos de las radios?”. Hacía referencia a la campaña contra los Beatles que se desencadenó cuando John Lennon aseguró ser más grande que Jesucristo. Pues cuidado con lo que deseas. Los oyentes comenzaron a llamar a las radios para pedir que dejasen de poner canciones de Dixie Chicks, a amenazar a sus locutores con agresiones físicas (y violaciones, en el caso de las locutoras) y a pedir a los negocios locales que dejasen de anunciarse en las emisoras que siguiesen pinchando su música. En una llamada que llegó hasta los telediarios, un oyente proponía que atasen a Natalie Maines a una bomba y la lanzasen sobre Bagdad. El tertuliano republicano de Fox News Bill O'Reilly opinó que las cantantes eran unas ignorantes que merecían ser abofeteadas. Varias emisoras organizaron protestas en las que la gente llevaba sus discos de Dixie Chicks para pisotearlos, arrojarlos a una hoguera o apisonarlos con un tractor. Su tema Travelin' Soldier cayó del número 1 al 63 en una semana.

Maines publicó un comunicado dos días después aclarando que sentía que el presidente estaba “ignorando las opiniones de muchos estadounidenses y alienando al resto del mundo” y a las 48 horas amplió su disculpa al presidente: “Pido perdón al presidente Bush porque mi comentario fue irrespetuoso y siento que cualquiera que ocupe su puesto debe ser tratado con respeto máximo”. No sirvió de nada. Según las encuestas, lo más ultrajante que había hecho Maines era criticar al presidente (y no mediante el típico mensaje ultraprocesado de “esperanza” por la paz, sino con un uso específico de la palabra “vergüenza”) en suelo extranjero. Así lo resumía una lectora de The Guardian en su carta al director: “Una cosa es tener una opinión. Otra es motivar a un público antiamericano para que jalee contra tu propio país en medio de una crisis. Y mezclar al Estado de Texas es imperdonable”. En las Dixie Chicks confluyeron las tensiones de una nación tan enfurecida como confusa (en los carteles de protesta se leía “mudaos a Francia” o “escuchar a Dixie Chicks es apoyar el comunismo”) y muchos partidarios de Bush y de la guerra quisieron quemar a estas tres brujas como parábola y advertencia para cualquiera que, como había sugerido Cheney, estuviese contra ellos.

Natalie Maines junto al actor Adrian Pasdar, de quien se divorció en 2019, durante un evento celebrado en Nueva York en 2006.
Natalie Maines junto al actor Adrian Pasdar, de quien se divorció en 2019, durante un evento celebrado en Nueva York en 2006.Foto: Getty

El cantante country Toby Keith, en cuyo éxito Courtesy of the Red, White and Blue prometía: “Lamentaréis haberos metido con los Estados Unidos de América, porque pondremos una bota en vuestros culos, ese es el estilo americano”, incluyó un montaje de Natalie Maines abrazada a Saddam Hussein en sus conciertos. Solo un par de artistas, y ninguno country, como Bruce Springsteen o Madonna, defendieron la libertad de expresión de las Dixie Chicks. Pero por si acaso, Madonna editó su videoclip American Life para eliminar una escena en la que arrojaba una granada sobre un hombre disfrazado de George Bush. Finalmente, el presidente compartió su opinión sobre la controversia: “Las Dixie Chicks son libres de decir lo que piensan. No deberían sentirse ofendidas porque algunas personas no quieran comprar sus discos ahora, la libertad va en dos direcciones. Eso es lo grande de América”.

Las cantantes posaron en la portada de Entertainment Weekly desnudas y con varios de los epítetos que estaban recibiendo escritos sobre su piel (traidoras, heroínas, guarras, ángeles de Saddam) como antes habían hecho las Riot Grrrls. Aclararon que lamentaban la elección de palabras “emocional” de Maines, que apoyaban a las tropas desplazadas a Irak y que criticaban la falta de compasión con la que Bush hablaba sobre la invasión. No se arrepentían, sin embargo, de su oposición, de sus preguntas o de su frustración. Aunque se habló de un boicot organizado (y azuzado en foros y chats por el grupo de extrema derecha Free Republic), las estadísticas muestran que muchas radios dejaron de poner su música voluntariamente sin recibir amenazas, que su popularidad decayó antes y más rápido en los Estados conservadores y que las ciudades cercanas a bases militares demostraban el mayor rechazo contra ellas.

Cuando un periódico publicó la dirección de Natalie Maines y la casa de Emily Robinson fue vandalizada, el FBI consideró que las amenazas de muerte (que detallaban el lugar, el momento y el método del asesinato de Maines) eran lo suficientemente serias como para asignarles seguridad personal las 24 horas. Todas las radios country habían dejado ya de pinchar sus canciones, dos locutores en Colorado habían sido despedidos por hacerlo y varios oyentes estaban devolviendo a Sony sus cedés de las Dixie Chicks embadurnados con heces. La marca Lipton, que patrocinaba la gira porque aseguraba que su té helado era “tradicional pero nuevo, lleno de energía y muy refrescante como las propias Dixie”, retiró su patrocinio y la Cruz Roja rechazó una donación del grupo de un millón de euros. Un legislador de Carolina del Sur se levantó de su estrado para advertir que “todo el que esté pensando en ir a su concierto debería estar preparado para correr”. Les quedaba por delante una gira de 64 conciertos, en los que instalaron detectores de metales en cada acceso a los recintos.

En las Dixie Chicks confluyeron las tensiones de una nación tan enfurecida como confusa y muchos partidarios de Bush y de la guerra quisieron quemar a estas tres brujas como parábola y advertencia para cualquiera que, como había sugerido Cheney, estuviese contra ellos

Tres años después, Dixie Chicks lanzaron su cuarto disco (The Long Way Around) y consiguieron vender dos millones de copias a pesar de que las emisoras de country seguían sin poner su música. El single Not Ready to Make Nice (no estoy lista para hacer las paces) insistía en que “no podemos dar marcha atrás y tampoco lo haríamos si pudiéramos” y criticaba el detalle que, según Maines, más les había dolido: una madre animando a su hijo de dos años a que gritase con ella su odio contra Dixie Chicks.

Maines admitió en 2006 que solo se arrepentía de una cosa: de su disculpa por faltarle el respeto al presidente. “Ya no me siento así, ya no creo que se le deba ningún tipo de respeto” explicaba en Time. La industria las apoyó con cinco Grammy, entre ellos los tres principales (disco, canción y grabación del año), pero las bajas ventas de entradas a causa, en parte, de la nula difusión que las radios locales dieron a las fechas de la gira les obligaron a cancelar 14 fechas. Cuando volvieron a Londres, Natalie Maines confesó que sentía que debía decir algo pero no tenía nada preparado. “Así que lo único que voy a decir es que nos avergonzamos de que nuestro presidente sea de Texas”.

Desde entonces, solo han aparecido en público para algunos conciertos ocasionales y para un par de proyectos en solitario. Gaslighter es su primer disco en 14 años. El single trata sobre el divorcio de Maines y el actor Adrian Pasdar (Héroes), hasta el punto que él pidió que un juzgado estimase si las letras del álbum violan su acuerdo prenupcial de confidencialidad. Quizá regresando a las canciones sentimentales las Dixie Chicks busquen dejar de ser un símbolo de la libertad de expresión, o quizá estén tratando de recuperar oyentes ahora que solo un 43% de los estadounidenses considera que la invasión de Irak fue la decisión correcta.

Las armas de destrucción masiva nunca aparecieron, George Bush reconoció al final de su mandato que creer que existían había sido el mayor error de su carrera y en torno a 2.500 soldados estadounidenses fallecieron durante la invasión. Las bajas iraquíes ascendieron a unas 250.000, más de 160.000 de ellas civiles. Toby Keith acabó siendo el artista de country más vendido de la década de los 2000, aunque recibió críticas de sus fans más conservadores cuando apoyó el matrimonio igualitario o prohibió entrar con armas en su restaurante de Virginia.

Hoy la cultura de la cancelación, que engloba en un mismo clic a cantantes pro-taurinas o directores violadores, es un dialecto en las redes sociales. Taylor Swift es una víctima y un verdugo de la masa enfurecida, según arrecie el viento, y ha defendido a las Dixie Chicks porque con ellas aprendió a tocar la guitarra, a tomar el control de su carrera y a ser valiente y decir lo que piensa. En su último disco, Swift incluyó un dueto con las Dixie Chicks que enfureció a un puñado de oyentes con muy buena memoria. Aunque esta vez ninguno llegó a sacar el tractor.

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