El vaquero de los 500 millones

La música country es una fuerza mayor en la cultura de EE UU, una obviedad en el país de los vaqueros. Basta con fijarse en los finalistas de la última edición de The Voice: todos chicos de country. Artistas que quieren seguir la estela de la que quizás sea la mayor estrella surgida de un concurso de talentos, Kerry Underwood. Más arriba, entre los que ya no luchan por la fama, porque ya está en la cima, se encuentra Toby Keith. Es, como dice la revista Forbes, el “hombre de los 500 millones” de dólares (389 millones de euros), al que le ha dedicado su última portada. Y es que no solo es capaz de reventar las taquillas con sus multitudinarios conciertos. Además, es un asentado empresario. Gestiona una cadena de restaurantes conocida como I Love This Bar, título de uno de sus trabajos más conocidos. Y eso lo combina con el negocio que genera su discográfica Show Dog Records y la marca de un licor parecido al tequila Wild Shot.

Toby Keith, casado y con tres hijas, nació en Clinton, Oklahoma. No está muy lejos del Moore, la localidad que arrasó recientemente un brutal tornado y una de las zonas más pobres de EE UU. Su primer trabajo está relacionado con el mundo del petróleo. De hecho, su vocación era ser ingeniero en el campo de la extracción del oro líquido. Pero prefirió dejar los estudios a la medias y empezar a hacer dinero trabajando en las torres.

Eso fue a final de los años 1970, cuando el precio del barril estaba por la nubes. Era un oficio bien remunerado, aunque para hacerse con algo más de efectivo tocaba por las noches con su grupo de amigos en bares locales. Se llamaba la Easy Money Band. Ese grupo se desmoronó y Keith siguió escribiendo hasta debutar oficialmente con su primer álbum con algo más de 32 años. Y lo hizo con cuatro números uno.

Como sucede con otros artistas, su éxito está en diversificar. En la lista de los reyes del country, el artista de 52 años aparece el primero con unos ingresos anuales de 65 millones. Le sigue Taylor Switf, con 55 millones, aunque la joven le supera en fama, con el sexto puesto entre 100 las grandes celebridades. Por cierto, Keith gana más que todos ellos salvo Madonna y Lady Gaga.

Keith ocupa el puesto 43 en el último ranking de famosos. La caravana que lleva al “Cowboy capitalista” de concierto en concierto es a la vez su santuario rodante y su oficina. También tiene un avión privado que luce los colores del equipo universitario los Oklahoma Sooners. Puestos a hacer cuentas, una gran parte de sus ingresos le llega gracias al patrocinio de sus conciertos, en este caso de Ford Motor, una marca “made in USA”.

Por un concierto de hora y media, se embolsa cerca de un millón de dólares. En esto le supera Bon Jovi, con el triple de ingresos por actuación. Pero con la fortuna que amasa gracias a sus negocios paralelo, eso es casi una anécdota. Lo que llama la atención, como señala Forbes, no es que gane en un año puntual más que Jay-Z, Beyoncé o JLo. Es la estabilidad a largo plazo.

En cincos años, Keith amasó 270 millones. Es decir, nunca ganó menos de 48 millones al año. Y como suele suceder en el mundo del country, pero no tanto en el del pop, del rap o de Hollywood, forjó esté pequeño imperio empresarial sin que se notara. En gran parte le ayudó la poca cobertura mediática que se da al artista en EE UU, que le ven como un extremista de derecha.

Más allá de las cuestiones políticas, lo cierto es que su empuje como artista y como empresario se sustenta en su atractivo patriótico. Eso, al final, crea un público muy leal en la llamada América profunda. Quizás no llegue con su música a la audiencia en las grandes metrópolis como Nueva York, Los Ángeles o Chicago, pero arrasa en las estaciones de radio locales regionales. Es un artista y un empresario que conoce bien su mercado.