Prochina
En sólo dos meses la violencia machista ha asesinado ya a trece mujeres, cuyos cadáveres llaman menos la atención que el estornudo de una señora en Mallorca
Llevamos mucho tiempo escuchando que la caída de la economía china provocaría una crisis global en 2020. Primero iba a ser la guerra comercial, después no, luego otra vez que sí, y al final ha sido el coronavirus. Ya sé que no queda bien llamarlo así, que los enterados hablan del Covid-19, que los más enterados todavía lo llaman SARS-CoV-2, pero prefiero quedar como una paleta. Quizás porque en sólo dos meses la violencia machista ha asesinado ya a 13 mujeres, cuyos cadáveres llaman menos la atención que el estornudo de una señora en Mallorca. O porque los dos operarios desaparecidos en Zaldibar siguen enterrados en el vertedero, mientras se extiende la consternación por el estado de un paciente de 77 años con patologías previas. Da igual que Pau Mateo, un médico español que trabaja en Piacenza, se haya tomado el trabajo de explicar en un vídeo que esto es como la gripe y que la edad media de los muertos en Italia roza los 80 años. A la gripe común no le tenemos miedo, aunque sea una pandemia, aunque mate cada año a miles de personas en el mundo, a centenares en España. La semana pasada, la alerta sanitaria parecía una cuestión de prestigio nacional. Mientras se informaba de los sospechosos no confirmados, algunos medios transmitían una ansiedad que expiró con los primeros positivos, como si volviéramos a ser un país importante. Así que yo, a mi edad, he decidido convertirme en prochina. Compro todo lo que puedo en los bazares, frecuento sus manicuras, me harto de sopa de aleta de tiburón. Sólo espero que no me cierren el campo del Atleti, porque ya he renunciado a enterarme de las relaciones que China mantiene con Irán. Parece mentira que, con todo lo que nos están contando, eso no nos lo haya contado nadie todavía.
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