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Columna
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Una mejor mesa de diálogo

Inclusión, multilateralidad y vocación de sometimiento al sujeto soberano designado constitucionalmente: esos son los tres requisitos a cumplir

Jorge Galindo
Las dos delegaciones del Gobierno y la Generalitat ayer en La Moncloa.
Las dos delegaciones del Gobierno y la Generalitat ayer en La Moncloa. Julián Rojas

Una mesa de diálogo territorial para afrontar el problema catalán como la que echó a andar este miércoles podría tener mucho sentido como mecanismo de desbloqueo, pero solo si cumple con tres requisitos básicos.

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Primero, debe ser inclusiva, contemplando todos los matices en el espectro. Sobre todo en Cataluña, donde la mitad de la población no está efectivamente representada en un poder ejecutivo que gobierna exclusivamente para la otra mitad. Ahora bien: sería necesario que todos los representantes dejasen el regateo cortoplacista polarizador.

Además, dicha mesa debería ser multilateral porque la naturaleza del problema también lo es. España no es Madrid y Barcelona. Ni siquiera es Castilla y Cataluña. Es, afortunadamente, mucho más diversa. También en sus intereses y problemas apegados al territorio. Cualquier cambio en el arreglo institucional afectará seguro a todas las partes que la componen, así que parece mejor incluir a los actores desde el primer momento.

La composición actual de la mesa (bilateral, reducida a dos Gobiernos minoritarios) podría llegar a cambiar en un futuro cercano, sobre todo si las partes entienden que sin una ampliación del perímetro sus acuerdos carecerán de la legitimidad necesaria para mantenerse en el tiempo.

Porque es que además, y este es quizás el requisito fundamental, que los poderes legislativos hayan fallado en encontrar una solución no quiere decir que podamos esquivar su soberanía constitucional. Una conversación extraparlamentaria ocupada por Ejecutivos y partidos no puede cambiar la ley, aunque pueda proponer reformas: afortunadamente, esa prerrogativa reside exclusivamente en el voto ciudadano.

“No habrá solución sin urnas”, dijo esta semana Laura Borràs. Y es cierto, aunque no en el sentido que ella espera: tanto una nueva norma autonómica como una eventual reforma constitucional (incluso aquella que permita la celebración de un referéndum de autodeterminación) requiere tanto votar como someterse a la discusión y aprobación por parte de los representantes electos. Se trata de acordar una votación para votar un nuevo acuerdo entre todos.

Inclusión, multilateralidad y vocación de sometimiento al sujeto soberano designado constitucionalmente: esos son los tres requisitos a cumplir. Sin ellos, difícilmente habrá desbloqueo efectivo. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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