¿Cosas de niños o es que mi hijo es un acosador?
Así se sabe si el problema está en tu casa
Hay niños de cinco años que dan un puntapié al hermano y no reciben más reprimenda que un "eso no se hace". Críos que se zampan el bocadillo de otro mientras los adultos se mueren de risa. Niños, para los padres que se ríen, que son de lo más normales. Se equivocan. Están confundidos porque piensan que estas situaciones solo son fruto de la inexperiencia social, cuando pueden estar en el terreno del abuso. Si no identifican un problema –si es que lo hay- solo se hará más grave. ¿Cómo pueden saber si lo que hace su hijo es acoso?
Las primeras señales de alarma
En líneas generales, parece sencillo detectar a los niños que desarrollan conductas de abuso. Quizá es demasiado fácil: es habitual que no toleren un no por respuesta, que carezcan de unas habilidades mínimas para dialogar y lograr un entendimiento, y que no tengan reparo alguno en usar la fuerza para salirse con la suya, subraya el psicólogo David Sojo. Estas señales son suficientes para sospechar, hay una pregunta obligada: ¿qué niño no se ha comportado así en algún momento? "El lenguaje ofensivo, echar la culpa siempre a los demás, no tener tolerancia a la frustración, usar la fuerza para salirse con la suya o no tener habilidades sociales o comunicativas pueden ser indicios, pero no garantizan que sea un abusador", responde el especialista.
La psicóloga sanitaria Ana Fabín detalla pistas más concretas que apuntan al acoso. "Un niño nos da la señal de que algo no va bien cuando justifica la violencia entre iguales, aparece reiteradamente con objetos de otro, utiliza motes o habla de forma despectiva sobre un compañero", indica. También cuando "se niega a invitar a su cumpleaños al niño al que nadie invita o tiene dificultades para empatizar ante las dificultades de otros en la clase o en el patio", añade. Si bien los niños alejados del bullying no están libres de la intencionalidad de dañar o aprovecharse de los demás, las dudas se disipan cuando la conducta se repite.
"Debemos estar especialmente alerta si vemos que trata de ejercer el control, se muestra inflexible e impasible ante el dolor ajeno, tiene una posición autoritaria, es vengativo, trata de llevar siempre la razón en el hogar o tiene comportamientos agresivos con miembros de la familia", añade Fabón. Precisamente en la familia es donde más presente está este problema.
Buscando señales en casa y las redes sociales
Algunos padres consideran que hay un componente de normalidad en que los hermanos mayores se muestren propensos a pegar o a dominar a los pequeños, y consideran que esa actitud es algo así como una de las primeras lecciones de la escuela de la vida. Sí, es cierto que todos los niños tienen que aprender a controlar sus impulsos y respetar a los demás, y que en el proceso hay riñas, peleas y agresividad. Y sí, incluso de estas situaciones se pueden aprenden cosas positivas. Pero cuando la relación acaba encasillando a los pequeños en los papeles de dominador y dominado, no hay forja del carácter que valga.
Según un estudio del profesor de la Universidad de Warwick (Reino Unido) Dieter Wolke, publicado en la revista The Lancet Psychiatry, "ser acosado no es un rito de paso inofensivo o una parte del crecimiento, sino que tiene graves consecuencias a largo plazo". Por ejemplo, un niño que sufre intimidación o abuso psicológico por parte de un hermano será un adulto con una probabilidad cinco veces mayor de padecer ansiedad, y casi el doble de sufrir depresión o tendencia a autolesionarse. El investigador aclara que el acoso entre hermanos no discrimina: "Ocurre en familias ricas y en familias de bajos ingresos. En hogares convencionales o monoparentales".
Y después de desarrollarlas en casa, el niño que acosa se lleva su papel de dominador al colegio, donde busca alguien que desempeñe el rol de dominado. Surgen entonces nuevas pistas. "Podemos detectar que parte de los problemas se pueden estar extrapolando fuera del hogar cuando empieza a ser sancionado reiteradamente o trata de llamar la atención con actitudes negativas en el colegio, se muestra obsesionado con ganar popularidad a cualquier precio o habla de amigos que intimidan o se involucran en comportamientos violentos", apunta Fabón. Sojo añade que una forma práctica de averiguarlo puede ser investigando en sus redes sociales: "Antes el bullying se circunscribía casi exclusivamente a la escuela, pero ahora, las redes sociales son un auténtico campo de batalla donde dejan muchas pistas".
No busques un perfil concreto, no existe
En este punto quizá hayas llegado a la conclusión de que los psicólogos no aportan más que lo que ya sabías, que los matones se manifiestan desde niños y que dejan un rastro de huellas que los padres muchas veces deciden ignorar. Puede que hayas caído en un estereotipo peligroso. Hay otro tipo de intimidación maquiavélica que perpetran críos con mejores habilidades sociales, a menudo carismáticos y apreciados por los profesores, según un trabajo elaborado en Goldsmiths College (Reino Unido) que lleva por título Cognición social y 'bullying'. ¿Inadecuación social o manipulación experta?
Lo cierto es que no hay un perfil concreto, ni en los acosadores ni en las víctimas ni en los observadores, aquellos niños que no son capaces de romper el silencio para tratar de detener el suceso, dice Fabón. "Para que un niño se convierta en abusador -recalca Sojo- influyen muchos factores. Tiene más que ver con un tipo de personalidad, una educación y unos modelos a los que está expuesto durante muchos años".
Sea cual sea el origen, los expertos insisten en la necesidad de encontrar vías de comunicación con los hijos para poder identificar cual es el tipo de relaciones y roles de grupo en los que se encuentran cómodos. Para hacerlo, recomiendan juegos reflexivos en los que tenga que ponerse en el lugar del otro o encontrar la mejor respuesta posible a un problema. Como dijo Benjamin Franklin, "enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.