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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pemex, bajo sospecha

El exdirector de la petrolera estatal de México se había convertido en el epítome de la rampante corrupción en el país norteamericano

Emilio Lozoya, exdirectivo de Pemex, en una imagen de archivo.
Emilio Lozoya, exdirectivo de Pemex, en una imagen de archivo.Henry Romero (REUTERS)

Emilio Lozoya, exdirector de la petrolera estatal Pemex, la mayor empresa de México, hombre del estrecho círculo de confianza del expresidente Enrique Peña Nieto y detenido el miércoles en Málaga, se había convertido en el epítome de la rampante corrupción en el país norteamericano desde su huida hace unos meses tras ser investigado por una serie de operaciones sospechosas. Su arresto, con vistas a una posible extradición, combina de forma simbólica la disfuncionalidad en la que lleva instalado el Estado mexicano desde hace décadas con el descaro y la frivolidad con los que operaron muchos personajes ligados a la última Administración del PRI (2012-2018). Pero, sobre todo, estrecha el cerco sobre el propio Peña Nieto.

Lozoya ha sido arrestado en una urbanización de lujo de Benahavís y las autoridades mexicanas se han apresurado a anunciar que tramitarán la extradición. Las acusaciones se remontan a la compra por parte de Pemex, siendo Lozoya su director, de una empresa de fertilizantes por un precio que se antoja absurdo, 442 millones de dólares (407 millones de euros), si se tiene en cuenta que en aquel momento (2014), la planta tenía 30 años de antigüedad y llevaba 14 años sin operar. Hoy es pura chatarra. Investigaciones subsiguientes mostraron que Altos Hornos, el vendedor, transfirió 3,7 millones de dólares (3,4 millones de euros, según el cambio actual) a una cuenta en un paraíso fiscal, controlada por la constructora brasileña Odebrecht, que acabaron finalmente en una cuenta vinculada a Lozoya Austin, según las autoridades mexicanas. El presidente de Altos Hornos, Alonso Ancira, ya había sido detenido también hace unos meses en Palma de Mallorca.

Esa es la única acusación por la que México pedirá la entrega de Lozoya. Pero no es la única que pende sobre el antiguo jefe de Pemex, uno de los rostros más conocidos del nuevo PRI, que llegó de la mano de Peña Nieto. La Fiscalía le investiga también por supuestos sobornos por 9,1 millones de dólares (unos 8,3 millones de euros, según el cambio actual) que recibió a cambio de favorecer a Odebrecht con contratos. También está pendiente de aclarar la entrega de varios millones de dólares de la constructora a través de cuentas en paraísos fiscales controladas por Lozoya cuando este ejercía de coordinador internacional de la campaña presidencial de Peña Nieto.

Todo esto debe ser sustanciado ante los tribunales mexicanos, tarea incierta dada la acreditada incapacidad de las sucesivas Fiscalías, incluida la actual. Pero el tsunami político es ya inevitable. Además de Lozoya, también está detenido en México Juan Collado, abogado de Peña Nieto, que movió decenas de millones de euros en cuentas en Andorra. El abogado de Lozoya aseguró tras su detención: “Emilio no se mandaba solo”, una expresión que parecería indicar que el jefe de facto del director de Pemex siempre ha sido el presidente de la República.

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