100 lecciones que te puede dar la vida
Hay enseñanzas vitales que son universales, que se repiten sin importar las circunstancias concretas de cada persona. Una fabulosa colección de sabiduría.
CON 18 años te gusta el café. Admites que tú mismo no siempre te gustas. Te preguntas si es posible cambiar. Con 23, por primera vez, le cuentas a una persona todo sobre ti. Con 25 te planteas si quieres vivir para siempre con esa persona. Con 26 te das cuenta de que no era una gran idea. Con 27 tu madre no sabe qué aconsejarte, pero cuando te dice adiós, te mete en la bolsa un tarro de mermelada de mora. La ha hecho ella. Con 29 años todavía no has aprendido a no sentirte mal si un sábado por la noche no sales y te quedas solo en casa. Con 30 sabes que la felicidad es relativa. Con 33 no te queda otra que apañártelas durmiendo poco. Con 39 te das cuenta de que nunca habías querido tanto a alguien. Con 40 sabes que nunca habías sufrido tanto por alguien. Con 42 estás listo para aprender a hacer mermelada de mora. Con 53 afrontas que algunos de tus sueños no se han cumplido; sin embargo, has aprendido a valorar las cosas pequeñas, a mirar desde otro lado. Con 60 no te identificas con los que considerabas ancianos durante tu infancia. Con 64 necesitas volver donde estaba tu casa. Puede que por fin aprendas a hacer la mermelada que te hacía tu madre.
El libro 100 años. Lo que la vida te enseña (Salamandra), de Heike Faller e ilustrado por Valerio Vidali, funciona como Instagram porque se lee en segundos y, sin embargo, resulta un recuento perenne y memorable. Penetra más allá de la retina porque consigue resumir la vida en 100 momentos, solo en 100, sin simplificar su esencia. Eso lo convierte en un relato permanente y certero. Mucho más ajustado y penetrante que la red social que parece emular como inspiración formal. El volumen de la periodista alemana apuesta por resumir el conocimiento, los miedos, los descubrimientos y la empatía en momentos únicos y universales a la vez. Y con lo aparentemente diferentes que puedan parecer nuestras vidas, acierta a encontrar lo que las une: ese hilo invisible que sostiene las cuentas del collar. ¿Cuál es ese hilo? Una enseñanza: “Que la percepción del mundo cambia a medida que transcurre la vida”.
Algunas lecciones son inevitablemente dolorosas: lo que se siente al perder a quien amaste. Pero también forma parte de la vida conseguir identificar las dos grandes fuerzas de la existencia: las que te empujan y las que tiran de ti, la diferencia entre crecer y envejecer al margen de los años. La tranquilidad de aceptar a tus padres como son. Y la posibilidad de aceptarte incluso a ti como eres. El libro habla del encuentro, infantil y también maduro, con la naturaleza. De vivir, finalmente, el presente. Y de sentir, ay, que vas a necesitar más tiempo. ¿Era eso?
La primera vez que Heike Faller (1971) observó a su sobrina recién nacida, le pareció que el bebé se giraba al sentir el ruido de un coche en la calle. Dos semanas después, la misma cría ya no reaccionaba ante ese ruido. ¿Qué hace que las personas no nos veamos abrumadas por los estímulos?, se preguntó. Faller, que trabaja en Berlín para la revista Zeit Magazin, le dio vueltas a esa pregunta. Y empezó a anotar momentos: 100 para resumir lo que la vida te enseña. Los fue decidiendo tras hablar con personas de distintas edades, procedencias, profesiones y clase social. Charló con niños de primaria y preguntó a nonagenarios. Conoció a gente que había tenido suerte y a individuos que lo habían perdido todo. A todos les hacía la misma pregunta: ¿qué te ha enseñado la vida?
La paradoja estriba en que a quienes lo han tenido fácil les cuesta más ser felices
Con frecuencia las respuestas la descolocaron: los más desafortunados se sorprendían de su propia fortaleza. Aunque una mujer siria, madre de seis hijos, le contestó que lo que había aprendido es que en el mundo no había lugar para los pobres, terminó por asegurarle que la vida era hermosa. Faller escuchó hablar del amor como de una lotería y del desamor como un castigo. Concluyó que a los que lo han tenido fácil les cuesta más ser felices. “Desde ese punto de vista la vida es justa. Y la felicidad, relativa”. También pequeña: los mayores de 40 años hablaban de lo felices que se sienten tras dormir profundamente. Los ancianos aconsejaban aceptar los límites. Hay pocos viejos que no se sientan todavía como el niño que una vez fueron.
Faller se fijó en lo que nos permite avanzar, en lo que nos hace conservar un recuerdo y también en lo que nos empuja a desecharlo. Hoy calcula que se encuentra en la mitad de su vida y, tal vez por eso, se sintió capaz de mirar hacia atrás y de imaginar y afrontar el futuro. El resultado es un libro para la era de Instagram: lo que la vida te enseña resumido en 100 momentos.
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