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Columna
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El mundo y sus miedos están revolucionando el lenguaje de la política

La división entre izquierda y derecha ya no nos sirve. La gran batalla es entre autoritarismo y democracia

La silueta del presidente brasileño Jair Bolsonaro.
La silueta del presidente brasileño Jair Bolsonaro.ADRIANO MACHADO (REUTERS)

La lingüística se nos ha quedado estrecha para analizar las convulsiones políticas que sacuden el mundo. Los viejos términos de izquierdas y derechas ya no nos sirven. Ahora el debate está entre autoritarismo y democracia. Esa es la gran batalla. Aquí en Brasil y en todo el planeta. De hecho, una prueba de que no nos sirven ya los viejos clichés de la izquierda y la derecha es que hemos creado los términos de “extrema izquierda” y “extrema derecha”. Decir que Bolsonaro, Putin o Trump, por ejemplo, son de derechas significaría, en efecto, hacerles un elogio.

El mundo se lacera hoy más bien entre autoritarismo y democracia. Entre quienes forcejean por cercenar las libertades individuales y colectivas y la democracia cada vez más despreciada y más amenazada por nostalgias dictatoriales.

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¿Es de izquierdas o de derechas el presidente Jair Bolsonaro que en sus 28 años como diputado federal votó casi siempre con el Partido de los Trabajadores, el PT? ¿Es nacionalista o ecuménico? ¿Y Lula es de izquierdas? ¿Lo era cuando en su segundo mandato quiso imponer lo que llamó “control social” de los medios de comunicación con una cartilla en la que una comisión externa a los medios debía otorgar puntos de buena o mala conducta a los periodistas? ¿Lo es ahora que libre de la cárcel busca de nuevo en la sombra conexiones con la derecha y el centro mientras el PT se desangra?

¿Es de derechas Bolsonaro cuando arremete contra el diario Folha de Sao Paulo al que amenaza con sanciones? ¿Por qué la derecha tiene que ir contra la libertad de expresión? No, Bolsonaro no es de derechas, lo cual no sería un pecado. Es un autoritario con nostalgias de viejas dictaduras, con pasión por la violencia y la tortura y contra todo lo que huela a derechos humanos y libertades individuales.

Los términos de derechas e izquierdas fueron siempre ambiguos hasta en la religión. En la Biblia se dice que Dios colocará “a su derecha” a los justos y “a su izquierda” a los condenados. ¿Es Dios de derechas o de izquierdas? En el lenguaje popular decimos que “nos hemos levantado con el pie izquierdo” cuando todo nos sale mal.

No, ya no nos sirven las viejas etiquetas del pasado. Hoy la gran batalla mundial se da entre el autoritarismo y el respeto a la libertad de expresión y a la cultura. Entre el canibalismo político que se nutre de corrupciones y privilegios vergonzosos, sean en la derecha o en la izquierda, y los valores de la democracia, cada día más amenazada por las viejas nostalgias nazifascistas.

El mundo se divide hoy entre los que son fieles a los valores de la libertad, de todas las libertades que nos permitan vivir sin las cadenas del autoritarismo que nos sofoca, y los que no. La guerra y sus dictaduras son el autoritarismo al estado puro. Es el sumo de la tiranía en el altar de las falsas libertades.

Que los términos "derecha" e "izquierda" ya no nos sirven para definir políticas concretas se impone cada día con mayor evidencia en el mundo. Hoy, al planeta, atraviesa una ola de autoritarismo, de negación de los derechos fundamentales, de obcecación contra las libertades humanas que son las que distinguen al ser racional. Los analistas internacionales se rompen los sesos para intentar entender ese nuevo fenómeno que recorre el planeta y está convulsionando hasta a la vieja y moderna Europa, sede de los esplendores del Renacimiento.

Quizás habrá que volver a Freud, que analizó como pocos la necesidad que el ser humano, frágil y con miedo de sus pulsiones de muerte, tiene de la seguridad y el orden. El padre del psicoanálisis nos explicó que la inseguridad del ser humano y sus miedos ancestrales hacen que en los tiempos de turbulencia y de pérdida de identidad, como la que estamos viviendo, acudamos a la figura paterna y autoritaria, que nos ofrece seguridad.

Todas las grandes neurosis personales o colectivas, las depresiones en masa que sacuden a todos los continentes, los miedos a la libertad y a los diferentes derivan de esa inseguridad innata del Homo sapiens, que se debate entre la nostalgia de la libertad perdida en el paraíso, y el miedo a la soledad radical, algo que proyectamos frente a todos los que vemos como enemigos.

El mundo de hoy se divide entre los anhelos de libertad, que son la esencia de la vida personal y colectiva, y los miedos al autoritarismo castrador que nos recorta las alas y nos impide respirar el aire de la libertad.

Hoy el mundo se divide cada vez más de norte a sur y de este a oeste, entre los que, engarrotados por el miedo, intentan levantar muros que nos separan y quienes, en aras de la libertad, que es la entraña de la existencia, prefieren acabar con las fronteras.

Parece que estamos ante las viejas guerras ideológicas: entre libertad y esclavitud, entre quienes prefieren vivir en libertad aunque amenazados, que en una esclavitud que nos ofrece el espejismo de la seguridad. ¿Quién ganará esa batalla entre ese autoritarismo que se impone como un nuevo dogma, y democracia, que es el espejo de los anhelos más profundos del ser humano creado para cuidar del mundo y no para prostituirlo?

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