Un año asustando búfalos y gacelas para entender las ‘amistades’ de la sabana
Animales como avestruces, jirafas y cebras buscan la compañía de especies que les alerten de los ataques de depredadores
Es la imagen clásica del documental de naturaleza: cebras, ñus, antílopes y otros herbívoros pastando tranquilamente en la sabana africana cuando, de pronto, una sigilosa fiera se lanza a por ellos a toda pastilla. La leona de turno le ha echado el ojo a uno de ellos, la indefensa cría de ñu o la gacela despistada, de entre todas las posibles víctimas de esa maraña de especies entremezcladas. A simple vista parecen desperdigadas por azar, pero todo indica que no es así. Y que la amenaza de esa leona —o leopardo, hiena, chacal o guepardo— es una pieza fundamental en esa distribución muy pensada con la intención de no caer en sus fauces.
En realidad, aunque parezcan distraídos con sus pastos, están espiándose mutuamente, movidos por afinidades electivas. "Los animales a menudo obtienen información sobre la presencia de depredadores por las voces de alarma de otros miembros de la misma especie. Aunque esta idea está bien documentada y entendida, se sabe poco acerca de cómo los animales procesan las llamadas de alarma de otras distintas", explica Kristine Meise, ecóloga de la Universidad de Liverpool. Estar pendientes de otras especies puede proporcionar beneficios cruciales de supervivencia, ya que aumenta las posibilidades de escapar de un depredador. "Sin embargo, no todas las alarmas son igualmente significativas ya que las especies difieren en su vulnerabilidad. Por ejemplo, los guepardos atacan regularmente gacelas, pero no jirafas o búfalos", asegura Meise, que comprobó junto a sus compañeros que esto es así con miles de experimentos realizados durante un año en un entorno de 57 kilómetros cuadrados de Masai Mara (Kenia).
Los investigadores pasaron ese año pegándole miles de sustos a estos animales, como en un show televisivo de cámara oculta. Colocaban cerca de ellos imágenes a tamaño real de los depredadores, sujetas en soportes metálicos, y hacían sonar grabaciones de calidad con las voces de alarma de las distintas especies del entorno, para comprobar cómo reaccionaban. Tras casi 2.500 sustos (experimentos), quedó claro que el brinco es mayor cuando escuchan el grito de un animal con el que comparten temores. Publicaron los resultados es esta investigación el año pasado. Pero faltaba analizar cómo influye este hecho en el comportamiento general de los animales.
"Podría ayudar a los conservacionistas a predecir mejor el riesgo de extinción que enfrentan las especies en peligro que dependen de la información de otros", asegura Meise
"En los últimos años, los ecólogos se han interesado cada vez más por el hecho de que los animales pueden obtener información importante de las señales producidas por otras especies, pero saber si esto determina quién eligió pasar el rato con quién no estaba claro porque hay muchas otras explicaciones posibles", afirma Jakob Bro-Jorgensen, también de la Universidad de Liverpool. "En este estudio, por primera vez medimos todos los factores principales que pueden impulsar la atracción social entre especies en toda una comunidad y descubrimos que las redes intrincadas de transferencia de información gobiernan el comportamiento social de las especies entre sí", asegura Bro-Jorgensen. En resumen, las especies se arriman a las que les puedan servir de alarma, siempre que no les vayan a robar la comida.
Para el estudio que han publicado esta semana, Meise y Bro-Jorgensen analizaron esos 2.500 sustos y otras variables y factores que ligan a una docena de especies herbívoras que comparten restaurante en la sabana, para entender qué relaciones se establecen entre ellas. El tipo de tallos y hojas por las que compiten, su capacidad de alerta, su vulnerabilidad ante los depredadores, etc. Por medio de un cálculo estadístico descubrieron patrones que se confirmaban el trabajo de campo.
Por ejemplo, el jabalí verrugoso (conocido como Pumba gracias a Disney), que es muy vulnerable pero poco vigilante, se siente atraído por la jirafa, centinela de primera. "Mientras que la atracción entre antílopes y búfalos es mutua, la atracción del jabalí al impala, más vigilante, es más unilateral", señala el investigador. "Estos patrones pueden explicarse por las asimetrías entre los costes y los beneficios. Antílopes y búfalos comparten muchos depredadores y ambos contribuyen a la vigilancia del grupo, mientras que el impala no gana mucho en términos de vigilancia al unirse al jabalí, que además podría ser un competidor para la comida", añade.
"La investigación ecológica conductual generalmente se centra en las interacciones entre individuos de la misma especie, pero las redes de comunicación de alarma entre diferentes especies tienen el potencial de dar forma a la estructura de las comunidades naturales e influir en los procesos ecológicos", asegura Meise en una nota de la institución. Y añade: "Es crucial para descubrir cómo las comunidades animales responden a los cambios ambientales actuales y podría ayudar a los conservacionistas a predecir mejor el riesgo de extinción que enfrentan las especies en peligro que dependen de la información de otros".
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