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Columna
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La noche de terror del 22N

Por toda Bogotá se diseminó la versión de que vándalos estaban entrando a casas y conjuntos residenciales a saquear

Ariel Ávila
Una tanqueta de policía enfrenta a un grupo de manifestantes el 22 de noviembre en el sur de Bogotá.
Una tanqueta de policía enfrenta a un grupo de manifestantes el 22 de noviembre en el sur de Bogotá.EFE

Colombia vivió, el 21 de noviembre, su primer gran paro nacional luego de más de 40 años. Fue una movilización histórica, porque se puso contra las cuerdas al Gobierno de Iván Duque. Además, por la dimensión de la población que salió a las calles, centenares de miles de personas, pero sobre todo por el tipo de población que marchó. Las organizaciones sociales entre sindicatos, movimientos estudiantiles y organizaciones de base son no más de 300.000 personas. Esta vez, adicional a la población organizada, salieron decenas de miles de personas de clase media y los sectores populares. Familias enteras salieron a marchar. Muchos de ellos no sabían quienes eran los promotores del paro, igualmente, era la primera vez que marchaban y a pesar de la campaña de terror que montó el Gobierno colombiano salieron a las calles.

Sin embargo, en la noche del 21 de noviembre la ciudad de Cali vivió horas de terror. El 22 de noviembre en la noche le tocó a Bogotá, por toda la ciudad, en cadenas de WhatsApp, en redes como Twitter, se diseminó la versión de que vándalos estaban entrando a casas y conjuntos residenciales a saquear. Los vecinos se armaron con palos, cuchillos, comenzaron a patrullar y esperaron ladrones que nunca llegaron.

Ese 22 de noviembre se vivieron tres tipos de violencia. En primer lugar, la violencia instigada, relativamente normal en jornadas de protestas, algunas personas tiraban piedras y luego poco a poco se unían más. Eso ocurrió en el centro de la ciudad. También se presentó un tipo de violencia oportunista, que permitió el saqueo de algunos locales comerciales. Al sur de la ciudad de Bogotá, se vivieron momentos en los que varios supermercados se desocuparon en minutos. De hecho, se presentaron hechos de xenofobia, pues vecinos culpaban a los venezolanos de estos saqueos. Aun en redes sociales circulan videos de estos hechos. Por último, hubo un tipo de violencia organizada que tuvo dos escenarios y que convulsionó toda la ciudad.

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Según la alcaldía de Bogotá se recibieron denuncias en 612 conjuntos residenciales sobre la entrada de ladrones a estos conjuntos. En una primera verificación, no hubo ningún robo. En cuatro de los casos, los vecinos lograron retener por un momento a estos supuestos vándalos. Manifestaron que les habían pagado 50.000 pesos, cerca de 20 dólares, para gritar, romper unos vidrios y fingir con entrar a estos edificios. Más tarde se supo que fueron decenas de grupos compuestos por cuatro personas. El pánico se apoderó de la capital. Mientras esto pasaba por toda la ciudad, en redes sociales circulan audios, fotos y versiones según las cuales eran centenares de ladrones los que se dirigían a diferentes puntos. De sur a norte y de estratos ricos a pobres se sintió el pánico.

El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, habló de una estrategia de terror generalizada. Sobre dicha estrategia se han tendido dos hipótesis. La primera, dice que fue una estrategia de la “ultraizquierda”, con el objetivo de desestabilizar el país y tumbar al presidente Duque. La otra, culpa a la ultraderecha e incluso a agentes estatales, el objetivo en este caso sería desactivar las manifestaciones y garantizar el statu quo.

Sobre la primera hipótesis, se debe decir que de comprobarse se debería concluir que la estrategia de seguridad del Gobierno Duque ha sido un rotundo fracaso. Pues esto no lo había logrado hacer nadie, ni las FARC en su mejor momento. Ahora, algunos dicen que fue el ELN, una guerrilla que para 2018, año en que se posesionó Duque, era el 10 % de lo que fueron las FARC. Sobre la segunda posibilidad, la situación sería más grave aún. Pues se concluiría que fueron agentes estatales los que patrocinaron y coordinaron la noche de terror que vivió la capital.

Al final, lo único claro es que esto se podría repetir en el futuro y todo parece indicar que nunca sabremos que pasó. También, aunque se logró desactivar gran parte del paro, los jóvenes han comenzado a salir de nuevo a las calles y todo indica que el 2020 será un año donde la democracia se ejercerá en las calles.

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