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“Cualquier cosa que utilicemos como alternativa al plástico va a tener impacto”

La científica es una de las cinco investigadoras que han recibido el premio L'Oréal-UNESCO For Women in Science

Cristina Romera Castillo, investigadora en biología marina en L'Oréal (Madrid).
Cristina Romera Castillo, investigadora en biología marina en L'Oréal (Madrid).Laura P.Merino

Cristina Romera Castillo (Jaén, 37 años) es investigadora en el Instituto de Ciencias Del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y su trabajo, como dice, es un trozo de puzle de un mundo multidisciplinario: la investigación del mar. Unas 13 millones de toneladas de plástico llegan al océano y matan a 100.000 especies marinas cada año, según la Organización de Naciones Unidas. Estos residuos son el principal blanco de la investigadora, que busca la manera de eliminar este material que convierte a la tierra en un vertedero gigante. “Cualquier cosa que utilicemos como alternativa va a tener un impacto. Lo mejor es no generar residuo”, asegura. Su investigación se basa en las consecuencias de la degradación del plástico y ha recibido este miércoles por ello uno de los cinco premios L'Oréal-UNESCO For Women in Science, una fundación que promueve la igualdad de género, la visibilidad y el reconocimiento de las mujeres en la ciencia. 

La galardonada estudia las condiciones medioambientales que favorecen la migración de compuestos orgánicos de los microplásticos al mar y sus efectos en los microorganismos. Algunas bacterias consumen el carbono liberado por el plástico en vías de degradación y quizás, en un futuro, este sistema natural podría servir para eliminarlo por completo. Su interés por este problema nació cuando, mientras investigaba el carbono orgánico del Atlántico Norte, vio que en algunas zonas había mucho más carbono que lo que predecían sus cálculos. Entendió que los residuos siguen un camino preciso a lo largo de los años y se amontonaban en un mismo lugar y emprendió su investigación. "Queda mucho camino por recorrer, la ciencia va pasito a pasito”, dice.

Lo que sí podría implantarse con más rapidez son sistemas de control para disminuir la llegada de estos plásticos al mar que superarán la cantidad de peces en 2050 si nada cambia, según el Foro Económico Mundial. “Casi el 80% de plástico que hay en el mar llega por los ríos, las depuradoras, y por las plantas de tratamiento de las aguas. Poniendo un control y crear un mejor sistema de tratamiento de las aguas en las ciudades se evitaría que siga llegando a nuestro océano", argumenta la científica.

La botella de agua que se fragmenta

Un trozo de plástico contiene aditivos para mejorar sus propiedades y para hacerlo más resistente a la degradación. Sin embargo, a lo largo de los años, la erosión y la luz del sol participan a su descomposición. El material se multiplica en minúsculos trozos muy difíciles de ver y, por lo tanto, de retirar. “Estos pequeños plásticos son los más peligrosos”, explica la científica, “son los que la red no consigue atrapar, los que los peces ingieren y que luego llegan a nuestros organismos por comerlos. Me dan miedo los efectos que podría tener este ciclo de degradación tan lento en nuestro organismo porque los desconozco todavía”, desarrolla.

Las bacterias se alimentan del carbono orgánico y la disolución del plástico le añade más fuente y hace que se multipliquen. “Quiero ver de qué bacterias se trata y si se pueden utilizar, junto a la luz y a la erosión, para eliminar el plástico”, comenta. La científica no promete que su trabajo conseguirá borrar del mapa todo el plástico del océano. Multiplicar las bacterias, que también respiran y emiten CO2, podría desequilibrar el ecosistema. “Digamos que es el camino pero no puedo confirmar que hemos encontrado la solución”, precisa.

El plástico biodegradable tampoco es una solución tan evidente. Este material “más sostenible” solo se degrada en condiciones muy determinadas, en plantas de compostaje a más de 50 grados. Está hecho de productos muy particulares, por ejemplo el almidón de maíz o de patata. “Y tampoco podemos dejar de cultivar alimentos para hacer plásticos. La gente piensa que puede tirar cosas al mar por ser biodegradables, pero no es verdad”, explica Romera.

Aprender de los niños y dar visibilidad

Esta amante del mar y de la ciencia cree que hay que hacer un cambio de concienciación y que la gente se dé cuenta del impacto que implica en la salud, el ecosistema y la sociedad. Su experiencia en colegios y charlas le hace afirmar que los niños están más sensibilizados que los padres y que son ellos los que aprenden de sus hijos. Romera muestra optimismo frente a la nueva generación que se levanta desde hace más de un año para combatir el cambio climático.

Romera dudó entre estudiar Bellas Artes o Ciencia. Su curiosidad la llevó a la segunda y a recibir un premio por su investigación. "Estoy contenta porque da visibilidad a los problemas medioambientales cuando normalmente no tienen tanto reconocimiento. También es importante para mí ya que me da visibilidad como mujer y científica."

Pero la experta no deja de lado su otra pasión. Escribe y pinta porque, según afirma, el arte es esencial para la ciencia. “Se te ocurren más cosas. Hace falta creatividad para investigar y sobre todo para que llegue a más gente”, opina. “Cada vía de divulgación llega a un colectivo de personas diferentes y me parece que el arte es un buen camino. La visión es diferente entre un científico y el artista y se tienen que unir", concluye.

Un premio que pone rostro a la ciencia hecha por mujeres

"El mundo necesita ciencia y la ciencia necesita mujeres". Este es el lema que abrió la entrega anual de premios a la investigación por la Fundación L'Oréal - UNESCO For Women in Science de este miércoles, en Madrid, en su 14ª aniversario. Hasta ahora, 67 mujeres han recibido más de un millón de euros para promover su investigación y trabajo. El objetivo de la fundación es poner nombre, rostro y un reconocimiento concreto a todas aquellas mujeres que participan en el desarrollo de un país. La fundación lucha contra la "infrarrepresentación" del trabajo científico de la mujer que se quedó demasiado tiempo invisible y silenciado.

De las 75 candidaturas registradas, cuatro científicas han sido premiadas junto a Cristina Romera. La investigadora en biomedicina Marta Melé, del Barcelona Supercomputing Center, analiza las variaciones de los genes entre los individuos y sus implicaciones en enfermedades como el cáncer de mama que una de cada ocho mujeres sufrirá a lo largo de su vida. Su objetivo es encontrar biomarcadores específicos y dianas terapéuticas para la prevención.

Sara Cogliati, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares de Madrid estudia las características clínicas específicas del sexo en las enfermedades cardiovasculares y supone un avance fundamental hacia la igualdad de género. La investigadora asegura que todos los estudios hasta ahora se han hecho sobre los hombres y que es imprescindible comunicar que las mujeres también son vulnerables a este tipo de enfermedad y es necesario adoptar un tratamiento específico para ellas, que no tienen el mismo organismo.

El proyecto de Patricia Fernández Calvo en el Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas de la Universidad Politécnica de Madrid ha sido premiado por identificar los azúcares vegetales que activan las defensas de las plantas, las protegen frente a ciertas enfermedades y que podrían usarse como remedios naturales para combatir los efectos devastadores de las plagas en los cultivos. La científica insiste sobre el hecho de que 1.000 plaguicidas artificiales en el trabajo de campo y lucha por conseguir una agricultura sostenible.

Uno de cada seis hombre padece cáncer de próstata a lo largo de su vida. La investigación que desarrolla Verónica Torrano en el departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad del País Vasco, tiene el propósito de descifrar las vías de comunicación que gobiernan la progresión tumoral del cáncer de próstata y diseñar tratamientos más efectivos que mejoren la calidad de vida de los pacientes.

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