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La violencia contra las mujeres se agrava en las crisis humanitarias

Expertas en respuesta a emergencias por desastres y conflictos subrayan la importancia de tener en cuenta que la población femenina está expuesta a situaciones de riesgo específicas

Una niña siria en su vivienda en el campamento informal de refugiados en Libano.
Una niña siria en su vivienda en el campamento informal de refugiados en Libano.Miguel Lizana (AECID)
Alejandra Agudo
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El 25 de abril de 2015, un terremoto de magnitud 7,8, y un segundo en mayo de 7,3 dejaron 8.959 fallecidos y más de 2,8 millones de personas afectadas en Nepal, además cientos de miles de viviendas e infraestructuras destruidas. Entre ellas, las chozas en el exterior de las casas en las que las mujeres nepalíes eran recluidas durante los días que tenían la regla, al ser consideradas seres impuros. Esta práctica, llamada chapaudi, está tipificada como delito desde 2017. No era así un par de años antes cuando las cabañas quedaron reducidas a montones de paja tras el seísmo y algunas organizaciones humanitarias destinaron recursos a reconstruirlas. "Los movimientos feministas del país llevaban décadas luchando contra este tipo de violencia contra las mujeres", explica Paloma González, coordinadora de género de intervenciones de emergencias de Médicos del Mundo. Para "algo bueno" que había provocado el terremoto, la comunidad internacional lo ignoró, lamenta la experta.

Este es solo un ejemplo de la importancia de tener en cuenta los distintos tipos de violencia que sufren las niñas y mujeres específicamente cuando las organizaciones prestan ayuda en crisis humanitarias. Un tema que se ha debatido este lunes, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) en Madrid. No sin antes guardar un minuto de silencio por las víctimas mortales del machismo, 51 en España en lo que va de año. 

"En todo el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental. La mitad de las mujeres casadas o que viven en pareja no decide libremente sobre sus relaciones sexuales. En 2019, hay 750 millones de mujeres y niñas casadas antes de cumplir los 18 años. Y 200 millones se han visto sometidas a la mutilación genital femenina", ha enumerado Aina Calvo, directora de la Aecid. En las crisis humanitarias, estas violencias "se disparan".

Es lo que sucede en Libia, donde hay "una crisis sobre otra", según Bérangère Böel-Yousfi, responsable del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) en aquel país. Una vez reconocida la importancia de considerar las específicas necesidades de la población femenina, es crucial tener muy en cuenta el contexto en el que se interviene. "Con la mejor voluntad del mundo se puede hacer mucho daño, especialmente a niñas y mujeres", ha sentenciado. "En Libia, hay un velo de silencio muy opaco. Se niega que exista violencia de género aunque hay 160.000 personas en riesgo de padecerla, un tercio de ellas migrantes y refugiadas. En los campos de detención de migrantes, una mujer no tiene libertad de denunciar una violación porque luego va a tener que volver a convivir con el perpetrador", ha explicado. Es al llegar a Europa cuando, no sin dificultad, revelan su calvario. 

En opinión de Alba Cuadra, especialista en el tema de Plan Internacional, hay una tendencia a "generalizar" las necesidades, preocupaciones y problemas de las mujeres durante las emergencias. Si bien la ONG ha detectado que aumenta la posibilidad de que sufran violaciones, así como embarazo no deseados en la adolescencia, matrimonios infantiles forzados y las niñas tienen que dejar la escuela para hacerse cargo de tareas domésticas y de cuidados, no hay que dar los desafíos por supuestos y aplicar la brocha gorda para resolverlos. "Hay que dedicar tiempo a escuchar a las chicas en espacios seguros donde puedan expresar qué es lo que necesitan", ha recalcado. 

Con la mejor voluntad del mundo se puede hacer mucho daño, especialmente a niñas y mujeres Bérangère Böel-Yousfi, responsable del UNFPA en Libia.

Es así como se llega a saber que a una joven de 17 años en Nigeria, en el epicentro de la crisis en el lago Chad, sus padres la casaron con su violador, algo que frecuentemente en estas circunstancias los progenitores hacen para proteger el honor de sus hijas. Solo con un diagnóstico contextualizado e individualizado se pueden implementar soluciones eficaces. "Los programas tienen que estar pensados en la propia superviviente", ha subrayado Cristina Muñoz, experta de la ONG Alianza por la Solidaridad. Esto quiere decir, ha apostillado González, de Médicos del Mundo, "algo tan sencillo como respetar las decisiones de las mujeres con las que trabajamos". Que ellas puedan elegir qué tipo de servicios —legal, apoyo psicosocial, empoderamiento económico— quieren y hasta cuándo.

Más allá de las formas de violencia habituales que sufren las mujeres, que se exacerban en las crisis, bien sea porque las estructuras nacionales de apoyo están desbordadas o son inexistentes, la población femenina no solo tiene que estar en el foco de las organizaciones humanitarias como seres vulnerables. Así lo cree Muñoz, de Alianza por la Solidaridad. "También son agentes de cambios. En las emergencias los roles de género cambian mucho, así como las relaciones de poder, y creemos que tenemos que aprovecharlo para que se reconozca a las mujeres su papel de liderazgo", ha zanjado.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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