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“Una mujer nunca te preguntará qué llevabas puesto cuando fuiste violada”

La senegalesa Seynabou Diouf, premiada como Mujer Policía de la ONU 2019, lucha contra los abusos y agresiones sexuales en la misión de la República Democrática del Congo

La senegalesa Seynabou Diouf recibe el premio como Mujer Policía de la ONU 2019.
La senegalesa Seynabou Diouf recibe el premio como Mujer Policía de la ONU 2019.DOUGLAS COFFMAN (ONU)
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Soñaba con ser médica, pero al jubilarse su padre, su familia, de más de 20 hermanos (algo ya no tan común en Senegal), necesitaba ayuda. Así que investigó cuáles eran las próximas oposiciones. Y se convirtió en policía. El primer día en que su promoción se incorporó, allá por octubre de 1985, se olvidaron de avisarla, porque era la primera vez que una mujer se unía a los “guardianes de la paz”, cuerpo uniformado de la Policía Nacional senegalesa. Más de tres décadas después, la mayor Seynabou Diouf (Dakar, 1959) acaba de ser reconocida como Mujer Policía de la ONU 2019 por su trabajo como integrante del contingente policial de la Misión de Estabilización de la ONU en la República Democrática del Congo.

“En mis primeros años, entre otros temas, tuve que ocuparme de asuntos relacionados con la prostitución en Dakar, que ejercían chicas muy jóvenes, a veces de apenas entre 9 y 12 años, y fue ahí donde encontré mi vocación de defender a mujeres, niñas y niños”. Con esa perspectiva, más adelante se sumó a las misiones de paz en Sudán, Malí, y, actualmente, República Democrática del Congo, donde lucha contra los abusos y explotación sexual a la población local.

A través de la práctica, Diouf fue especializándose en la atención a víctimas de delitos sexuales. “Recuerdo, por ejemplo, una joven que se estaba dedicando a la prostitución sin que su familia, muy tradicional, lo supiera; ni siquiera se daban cuenta de que no dormía en la casa, en la que convivían muchas personas”.

En Sudán, teníamos que convencer a los hombres para que nos dejaran tratar con sus mujeres e hijas

Más allá de abrirles los ojos, la agente se implicó en el caso: “Les pedí que no la golpearan, que trataran de entender lo que ella necesitaba, que le permitieran acudir a un centro para aprender alguna habilidad vocacional”. Años después, recuerda emocionada, la joven la saludó en un aeropuerto y le agradeció su ayuda, explicándole que ahora tenía un negocio de ropa y había formado su propia familia. “Al principio no la reconocí, pero después la recordé y me alegré mucho de cómo evolucionó la vida de esta joven”.

Es un ejemplo de empoderamiento femenino a través de la labor policial que en tantos contextos diferentes ha desarrollado Diouf. No sin dificultades. En Sudán, recuerda, primero necesitaban hablar con los hombres de las familias, para convencerles de que les dejaran tratar con sus esposas e hijas. “¿Pero de qué les hablaréis?”, preguntaban los varones. “Respondíamos que de higiene y escolaridad, pero luego, cuando nos ganábamos la confianza de las mujeres a través de reuniones semanales, les alertábamos también de la violencia de género y les ofrecíamos nuestra ayuda”.

En ese sentido, para la agente premiada, las claves del éxito en la asistencia a víctimas son la atención directa y cercana, y la promoción del asociacionismo. Ella misma contribuyó, a nivel interno, a la creación del primer Foro de Mujeres en la Misión de la ONU en Sudán, y posteriormente, la Red de Mujeres en Malí. Pero también en el plano comunitario, más allá del personal de Naciones Unidas, ha apoyado la puesta en marcha de asociaciones en las que las mujeres se organizan, por ejemplo, para realizar proyectos empresariales.

En 2018, la ONU recibió 259 denuncias de abusos y explotación sexual por parte de su personal

Dichas iniciativas se enmarcan en su labor como líder del grupo de trabajo de género en la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo, en la que entre 2014 y 2016 se registraron 98 casos de abusos y explotación sexual por parte de personal de la ONU, según cita. “Desde 2018 hasta ahora, no tenemos ninguna denuncia”, expresa orgullosa.

A nivel global, en 2018 la ONU recibió un total de 259 denuncias de abusos y explotación sexual por parte de su personal en diferentes países. En 2017, la Secretaría General de la ONU puso en marcha una estrategia contra este problema. También creó un fondo de apoyo a las víctimas, a través del cual se desarrollan proyectos en la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Liberia.

¿Cómo atajar este problema? En opinión de Diouf, las claves son informar bien al personal de la misión y trabajar con la comunidad. “En Congo, se daba la circunstancia de que culturalmente no está mal visto que una mujer se vaya a vivir con un hombre, entonces algunas ofrecían su compañía a los trabajadores de la misión sin pedir nada a cambio, pero luego los denunciaban. Ahora, hemos conseguido que nuestros cascos azules sean más profesionales y tengan claras las implicaciones de los favores sexuales y los abusos de poder”, detalla.

Además, continúa, ofrecen apoyo para proyectos locales, vinculados a la agricultura, por ejemplo, y abogan por la escolarización, especialmente de las niñas. Se trata, según la mayor senegalesa, de dar alternativas viables a la población para su desarrollo.

El primer día en que  mi promoción de policías se incorporó, allá por 1985, se olvidaron de avisarme, porque era la única mujer

¿Pero por qué es importante contar con mujeres implicadas en la lucha contra los abusos y explotación sexual? “Cuando has sido herida o violada, cuando estás bajo algún tipo de presión, prefieres hablar con una mujer”, asegura la policía senegalesa. “Una mujer nunca te preguntará qué llevabas puesto cuando fuiste violada, porque incluso si estabas desnuda, eso no es una llamada a la violación”, expresa tajante.

Su trayectoria no siempre ha sido fácil. En 1987, toda una sección de la policía de Senegal fue expulsada, con ella incluida, tras una huelga y por decisión del entonces presidente Abdou Diouf, según recuerda. Tardó siete años en ser readmitida.

Su hija Fatoumata Binetou Kane escribió una carta abierta al ministro del Interior de Senegal para pedir una compensación para su madre, que sufrió tal expulsión y, sin embargo, ahora ha sido condecorada por la ONU. Poco después de esta reclamación, Diouf ha recibido también el reconocimiento por parte del Gobierno senegalés en la embajada de este país en la República Democrática del Congo, donde sigue trabajando. Senegal es el principal contribuyente de policías a las operaciones de paz de la ONU y uno de los cinco que más oficiales mujeres aporta a esas misiones.

Diouf, agradecida por el reconocimiento internacional, destaca también la satisfacción del trabajo comunitario y a favor de las mujeres que desarrolla a través de su labor policial. Y demuestra, en primera persona, otro de sus potentes convencimientos: “Lo que hace un hombre, una mujer puede hacerlo mejor”.

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