Automatización
El proceso de sustitución de trabajadores por máquinas exige políticas inclusivas
Más de la mitad de las actividades remuneradas pueden ser automatizadas mediante la utilización de tecnologías hoy conocidas. La combinación de la robótica y la inteligencia artificial, del software y los algoritmos, la capacidad de computación creciente y la de aprendizaje de las máquinas, en definitiva, ya está desplazando a personas de sus puestos de trabajo, en ocasiones hacia otros nuevos o, directamente, al desempleo.
Esta sustitución está siendo especialmente visible en la industria, sujeta a la incorporación de robots en gran escala. Desde luego, en subsectores como el automóvil o el electrónico. Tal ascenso coexiste con el declive de la participación de la industria en la estructura sectorial de las economías, y con la relocalización geográfica de algunos subsectores. En el ámbito de los servicios es más difícil sustituir a humanos por máquinas, pero también se empiezan a observar desplazamientos en algunas tareas más rutinarias, menos complejas.
Editoriales anteriores
Al igual que ocurrió en otras discontinuidades tecnológicas, la desaparición de funciones o puestos de trabajo desempeñados por personas estará acompañada de la emergencia de nuevas ocupaciones, probablemente con mayor renta media que las desaparecidas, que podrían llegar a compensar, al menos parcialmente, esas consecuencias adversas. Con todo, el saldo que definitivamente arroje esa tensión entre sustitución y complementariedad es difícil conocerlo ahora, dada la tensión innovadora que sigue abierta en el terreno de la digitalización. Esta será determinante de la mayor utilización de esos nuevos sistemas inteligentes y también de la extensión de nuevos modelos de organización empresarial. Junto a la exclusión de las personas con un menor grado de alfabetización digital, el crecimiento del autoempleo parece ser otra de las consecuencias derivadas de esa tendencia a la externalización de actividades, a reducir costes fijos de las empresas, a forzar la constitución de autónomos, que apenas requieren contacto presencial con las empresas contratantes. Como consecuencia, emergen nuevas formas de organización empresarial y, en todo caso, de relaciones de los trabajadores con las empresas menos estables.
Todo lo anterior coexiste con esa tendencia de las empresas multinacionales a optimizar la localización geográfica de tareas y procesos productivos atendiendo a ventajas en las condiciones laborales o fiscales. En realidad, la creciente digitalización sigue favoreciendo la integración internacional de economías menos avanzadas, su participación en esas cadenas de producción transfronterizas extendidas muy frecuentemente entre varios países, en especial en aquellos cuyos trabajadores disponen de habilidades tecnológicas requeridas por las multinacionales. Las consecuencias fiscales tampoco pueden pasarse por alto. A la ingeniería fiscal de las multinacionales puede añadirse ese desplazamiento hacia el autoempleo que muy probablemente reduciría la importancia relativa que hoy tiene la tributación por el trabajo y, con ella, la recaudación impositiva en la mayoría de las economías avanzadas.
Son tendencias ya observables que deberían justificar respuestas de política económica que, sin sacrificar esa dinámica innovadora, garantizasen que el crecimiento que propicia sea suficientemente inclusivo. La suficiencia del Estado de bienestar es una de las condiciones necesarias para que el progreso tecnológico no sea un factor más de fragmentación social.
EL PAÍS, consciente de la importancia del desafío económico y social al que hacen frente Europa y España y al peligro de que un asunto tan trascendental quede opacado por cuestiones más rutilantes pero menos importantes, ha decidido prestar una atención constante y detallada a los cambios que experimenta el mundo del trabajo. Esta semana ha lanzado un programa especial en la web y en papel sobre el futuro del trabajo, que pretende situar el marco del debate y que tendrá continuidad periódica. Queremos que nuestros lectores no se distraigan sobre un tema que es fundamental para su vida y la de sus hijos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.