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IDEAS | LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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De Frankenstein a la ‘geringonça’

El sentido dado en Portugal a un Gobierno minoritario con apoyos externos equivale a “chapuza”

Una sesión plenaria en el Parlamento Portugués en Lisboa el 30 de octubre pasado.
Una sesión plenaria en el Parlamento Portugués en Lisboa el 30 de octubre pasado. Pedro Fiúza/ NurPhoto via Getty Images
Álex Grijelmo

Los acuerdos para formar un Gobierno central con más de un partido dentro no se han dado en la actual democracia española, y aun así ya recibieron nombre. Los hemos llamado “Gobierno de coalición” (o sea, como se ha dicho toda la vida), “Gobierno de cooperación” o “Gobierno de colaboración” (versión Sánchez-Iglesias que duró un ratito sin que diera tiempo a que nos inclináramos ni por la primera alternativa ni por la segunda, ni a saber qué significaban); y, sobre todo, “Gobierno Frankenstein” (anótese la autoría a Alfredo Pérez Rubalcaba, en referencia a un hipotético acuerdo del PSOE con Podemos y con independentistas).

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Estas pasadas semanas, Portugal estuvo cerca de lograr un pacto pluripartidista (eso sí, con apoyos externos, sin Gobierno de coalición) tras sus últimas elecciones generales; y el gracejo latino de algunos de sus políticos dio en la flor de llamarlo también de una manera despectiva: “acuerdo de la geringonça” (pronunciado más o menos como “yeringonsa”).

Esa palabra nos suena, claro. En español decimos “jeringonza”, “jerigonza” y “jerga” (además de “argot”) para referirnos tanto al lenguaje propio de algunos gremios como al habla difícil de entender. Pero el hecho de que el léxico de nuestros políticos encaje en tales consideraciones no guarda relación con el significado que se le da en Portugal. Sí se le acerca la tercera acepción que ofrece el Diccionario español para “jeringonza”, poco usada pero útil como rastro etimológico: “Acción extraña y ridícula”.

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Los lexicógrafos Corominas y Pascual señalan que jerga y jeringonza proceden del antiguo término girgonz, que nace a su vez del occitano gergons: “gorgeo de pájaros” (y de ahí, “habla incomprensible”).

Cualquier forma de expresarse para que los demás no la entiendan puede pasar por ridícula. Y de tal juicio sale toda una rama de términos descalificatorios: además de los citados, la voz jerigonza forma la locución “andar en jerigonzas”, que equivale a “andar en rodeos o tergiversaciones maliciosas”.

La hermana lengua lusa añadió por esa vía peyorativa (aparte de los simétricos significados relativos a las palabras incomprensibles) el sentido negativo de “cosa o construcción improvisada o con poca solidez”. O sea, lo que aquí llamamos “una chapuza”.

El Dicionário Priberam da Língua Portuguesa (nuestros vecinos no cuentan con una Academia similar a la española) recoge en la entrada geringonça las acepciones relativas a “lenguajes incomprensibles”, pero también el recentísimo significado que se le da en la política lusa: “Solución de gobierno que resulta de uno o más acuerdos parlamentarios entre dos o más partidos políticos y del que puede no formar parte el partido más votado en las elecciones”. Tal fue la designación informal adjudicada al XXI Gobierno constitucional portugués que se pactó tras las elecciones de 2015, añade ese diccionario.

El Rubalcaba que dio en el clavo con el hallazgo político de la geringonça fue el conservador Paulo Portas, quien arrojó el término contra el socialista António Costa porque éste, pese a perder las elecciones, logró una mayoría parlamentaria con los partidos a su izquierda: el Bloco, el PC y los verdes.

Lo curioso es que el diccionario luso añade en geringonça un ejemplo referido… ¡a España!: “Será possível haver uma geringonça espanhola?” (“¿Será posible tener una chapuza española?”). Pues sí, quizás en breve esa chapuza constituya la mejor salida para reformar los delitos sexuales, arreglar la legislación laboral, regular la eutanasia, faciliar el voto del exterior... y evitar otro fiasco de la izquierda.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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