La sinécdoque confusa
“Los catalanes” tienen dos lenguas propias, pero a “Cataluña” se le adjudicó solo una
Alguien debe subir un butacón por la escalera y le pide a otro que le eche "una mano", pero no esperará que le preste solo la derecha (o la izquierda si es zurdo), sino que le ofrezca las dos. Y quien escuche tal petición entenderá que eso de "echar una mano" no consiste en arrojársela al amigo para que se apañe con ella, sino que la ofrecerá unida al resto del cuerpo a fin de cooperar en el esfuerzo.
Hablamos a menudo en sinécdoque, figura que consiste en designar un todo con el nombre de alguna de sus partes, o viceversa; y un objeto por su materia ("el futbolista golpeó el cuero"). Si un ganadero dice que tiene un rebaño de 220 cabezas, ya sabemos que estas no se hallan separadas de los cuerpos de los animalitos, sino que también cuenta en su corral con 880 patas (salvo excepción por alguna oveja coja).
Pero la sinécdoque tiene límites. No podríamos decir con rigor "los gladiadores enarbolaron los aceros" (las espadas) si un grupo de ellos las blandía de madera. Esa sería una sinécdoque confusa.
No podemos decir "los gladiadores
enarbolaron los aceros"
si parte de ellos tenía espadas de madera
Así, resulta curioso que las mismas personas que dicen "catalanes y catalanas", o "españoles y españolas", o "murcianos y murcianas", para que las catalanas, las españolas y las murcianas no queden fuera del discurso, acudan luego a fórmulas como "Cataluña no está de acuerdo", "España piensa tal cosa" o "Murcia prefiere", expresiones con las cuales se silencia a los ciudadanos y ciudadanas que, dentro de esos sujetos colectivos, tienen posiciones divergentes. (Incluso leemos a veces "los diputados catalanes votaron en contra", cuando lo hicieron solo los nacionalistas).
"Cataluña", "España" o "Murcia" sí pueden ser sinécdoques de sus representantes ("España votó a favor en la UE"), pero no siempre de sus divergentes ciudadanos.
Nos preguntamos entonces si no constituirá una sinécdoque confusa la expresión "el catalán es la lengua propia de Cataluña" (o el euskera la del País Vasco, etcétera), con la que el estatuto de autonomía transfiere a la idea "Cataluña" esa capacidad de hablar un idioma que reside en los seres humanos catalanes.
Por tanto, los catalanes tienen legalmente una "lengua propia", a diferencia de los navarros, que según su ley foral 18/1986 cuentan con dos: el euskera y el castellano. Pero los catalanes son también competentes en esta lengua, salvo empeño en lo contrario, y muchísimos de ellos aman los dos idiomas (derivados ambos de la dominación romana) y los sienten como propios.
Los catalanes de hoy han heredado, pues, dos culturas, y estarían en su derecho individual y colectivo si renunciasen a una de ellas; pero cualquier catalán puede presumir, si así lo desea, de que en su tradición literaria figuren tanto el Quijote como Tirant lo Blanc, obras ambas que leerá sin problema en la lengua original.
(Otra cuestión será cuál prefiere cada uno, o en qué idioma sueña. Incluso cuál cree más propio, cuál adoptó como lengua sentimental o política).
Dos culturas y dos lenguas propias heredaron Juan Marsé o Eduardo Mendoza. También Pablo Piferrer o Buenaventura Carlos Aribau. Dos lenguas se podían leer en El Vapor, en cuyo número 68 publicó este último, en 1833, su maravillosa oda a Cataluña (La patria), en catalán. ¿Cuál es la lengua propia de Joan Manuel Serrat? Parece propio de los catalanes, pues, hablar y escribir en catalán y en castellano. (Y ojalá sea ya siempre propio de todos ellos decidir libremente al respecto). Pero si bien parece que "los catalanes" disponen hoy de al menos dos lenguas propias, al concepto "Cataluña", sinécdoque de "todos los catalanes", se le adjudicó solamente una.
Razones de peso hubo, sin duda, destinadas a que la ley situase al catalán en su sitio. Pero quizás a muchos no les importaría aceptar ahora en el uso común fórmulas con las que no se pudiera deducir que una lengua es propia y otra impropia: "lengua originaria" de Cataluña, "lengua peculiar", "lengua autóctona"; incluso "lengua identitaria". Y no para retroceder en los derechos por ventura logrados, sino para recuperar el valor real de la sinécdoque.
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