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Columna
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Quién le complica la vida al independentismo

Deberían mirar hacia dentro y hacia los lados, más que hacia afuera, para buscar los causantes de esas complicaciones

Jorge Galindo
Protestas en el aeropuerto de El Prat convocadas por Tsunami Democràtic tras la sentencia del 'procés'.
Protestas en el aeropuerto de El Prat convocadas por Tsunami Democràtic tras la sentencia del 'procés'.Albert Garcia

Congreso de los Diputados, julio: “Septiembre nos complica la vida política a todos y el otoño no será un buen momento para hacer política, por motivos obvios”. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, incitaba así al pacto que no sucedió entre PSOE y Podemos. Los “motivos obvios” han llegado con octubre, y es el momento para cambiarle complemento a la frase de Rufián: ¿quién, exactamente, le complica la vida a ERC? Al partido genuinamente independentista, al que se le presupone por tanto pragmatismo en la persecución de unos objetivos de largo aliento.

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“El Tribunal Supremo”, dirán muchos independentistas. ¿Sí? ¿Una sentencia que ya anticipaba más o menos todo el mundo? Cuyo contenido puede ser objeto de debate entre juristas, pero que cuenta con el respaldo unánime de la máxima corte de una democracia consolidada. No: quienes complican la vida a ERC son otros, aunque no lo admitan en público.

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Este miércoles, el president de la Generalitat bajó del Palau a cortar calles. Lo significativo es que lo hizo tras evitar una condena de la violencia vista en las manifestaciones de la noche anterior, mientras una parte del círculo de ERC reflexionaba el error estratégico que ello podría suponer: la obsesión de este independentismo que se pretende pragmático siempre ha sido la ampliación de la base social del movimiento, consciente quizás de que no se logra una secesión con solo un 45% de la población de tu lado. Es una obsesión estratégicamente correcta, pero incompatible con el rumbo actual del movimiento.

El no independentismo es hoy la minoría política (aunque, recordemos, mayoría demoscópica) en Cataluña. Todo el procés ha consistido en pasar por encima de los derechos de esta minoría, con el resultado inevitable de consolidar las posiciones anti y reducir los espacios intermedios. La actuación judicial y ejecutiva del Estado, de hecho, puede ser leída precisamente como un intento de recuperar esos derechos.

Es así como el independentismo pragmático queda fuera de juego, atado a un intento sin solución de continuidad que, cada vez que se ve acorralado, reacciona de manera que reduce aún más su distancia con el otro lado. La base no se amplía, sino que apenas se estabiliza. La oposición queda alienada. Sí: la vida se le complica a Rufián. Pero deberían mirar hacia dentro y hacia los lados, más que hacia afuera, para buscar los causantes de esas complicaciones. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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