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“La prostitución es sexo entre dos personas, una que quiere y otra que no. Es así de simple”

La periodista y activista Kajsa Ekis Ekman está esta semana en España para impartir un seminario sobre la relación entre capitalismo, patriarcado y prostitución

La periodista, escritora y activista Kajsa Ekis Ekman.
La periodista, escritora y activista Kajsa Ekis Ekman.Binniam Eskender
Isabel Valdés

Pasó dos años recorriendo Europa para investigar sobre los sindicatos de prostitutas, ha escrito El ser y la mercancía (Ediciones Bellaterra, 2017) sobre cómo se mercantiliza el cuerpo de las mujeres en la industria de los vientres de alquiler, escribe para medios como The Guardian y tiene un discurso muy claro sobre el capitalismo y el patriarcado. Kajsa Ekis Ekman (Estocolmo, 1980) es periodista, escritora y activista y estará este jueves 17 de octubre en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, de la Universidad Complutense, impartiendo un seminario internacional, Entre patriarcado y capitalismo: la historia de la prostitución como doble opresión, organizado por Feminicidio.net-La Sur.

Para ella hay una parte del feminismo que es lucha de clases y otra que no. Es el cuerpo, dice, lo que une a las mujeres, en todo el mundo, de todos los niveles sociales. "Las experiencias de parir, tener la regla, sufrir el riesgo de acoso, violación, discriminación... Nos pasa a ricas y pobres". Está en contra de la corriente que "quiere adulterar el nombre "mujer" y decir que mujer es cualquier persona que se identifica con el rol femenino". Asegura que no, que la mujer es una realidad, "no un estereotipo". Y ve la lucha de clases en el trabajo: "Las mujeres trabajadoras hacen el trabajo más fundamental en cualquier sociedad. Parir, cambiar pañales, limpiar, dar de comer, enseñar a leer, a portarse bien, cuidar a los enfermos... Sin eso ninguna sociedad puede funcionar. Son los trabajos o no remunerados o mal pagados. Ahí no tenemos a las mujeres de clase alta en nuestro lado". En esta entrevista habla sobre feminismo, movimientos y, sobre todo, sobre la prostitución, sus consecuencias y las herramientas legales para combatirla.

Han cambiado son las formas de legitimar la opresión: las mismas prácticas que antes se defendían con el orden divino y la biología hoy se defienden con la libre elección, el empoderamiento y la diversidad
P. Durante décadas se ha puesto el foco del feminismo en las víctimas (las de violencia sexual, maltrato, prostitución, trata, violencia psicológica), ¿es el momento de empezar a cambiar ese foco hacia los perpetradores y el sistema que los mantiene?
R. Hablar de víctimas no es controvertido: nadie cuestiona a un ONG ayudando a las víctimas de trata o una campaña mediática sobre víctimas de abuso. Hasta el culto de la codependencia ha contribuido a culpabilizar a las víctimas, quienes reciben el consejo de analizar sus propios defectos como causa del abuso. Dirigiendo la mirada hacia los abusadores provocamos un cambio de perspectiva en muchos sentidos: legislativo, mediático, académico y psicológico. En Suecia se produjo ese cambio en términos legales en 1999 cuando, por primera vez en la historia, el comprador de servicios sexuales empezó a ser penalizado. En España veo también que los medios de comunicación ya no hablan de "mujer asesinada" o "mujer violada" sino de "un hombre mató a su esposa". Ese es un lenguaje que visibiliza al abusador.
P. Un cambio en el lenguaje para un mundo en el que el auge del neoliberalismo está cambiando los mecanismos, las herramientas y los procesos del patriarcado. ¿Cuál cree que es el que mejor le está funcionando ahora a este sistema?
R. Hay cosas que cambian y cosas que no; la prostitución como tal no ha cambiado mucho y tampoco la violencia de género. Lo que sí ha cambiado son las formas de legitimar la opresión: las mismas prácticas que antes se defendían con el orden divino y la biología hoy se defienden con la libre elección, el empoderamiento y la diversidad. Es una forma de apropiarse del discurso radical de los años setenta y en adelante. Yo sí creo en la libre elección, es decir, la elección de los libres. El abusador decide abusar. Ni la biología lo impone ni la mujer engaña.

Hace poco leí el testimonio de Paula Zubiaur, Gritos silenciosos, sobre una mujer abusada físicamente por su marido durante el franquismo. El régimen en casa era una dictadura: aquí mando yo, yo soy Dios. Hoy los abusadores ya no se presentan como dictadores sino como víctimas. "Ella me maltrata, las mujeres son violentas también...". Hay un nuevo movimiento de "hombres-víctimas" que es mucho más manipulador porque es el mismo abuso pero con disfraz de víctima y capaz de atraer la simpatía de las mujeres abusadas.

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P. ¿Cuál crees que es el principal obstáculo del feminismo en esta lucha que se extiende desde la calle a las redes sociales?
R. El feminismo de hoy es mucho más amplio que el de los años sesenta y setenta. Éramos miles, ahora somos millones. Lo más fuerte es que somos intelectuales y populistas a la vez. Somos el sueño de toda izquierda. Desarrollamos teorías y estamos en la calle, y como cada mujer es el sujeto de la lucha, tenemos una herramienta muy fina para juzgar las teorías: nuestra experiencia. Si una teoría es verdadera, es como si se iluminara la noche con una luz fortísimo, porque nuestra experiencia es la base con la cual comparamos la eficiencia de la teoría. Hemos pasado por una época muy oscura, posmodernista, donde nos enseñaban a amar la opresión como subversiva, secuestrando al pobre Foucault por sus fines; la época que empieza ahora tiene muchas más posibilidades.
P. Entre ellas las que da Internet, las redes sociales. ¿En qué crees que ayuda más la presencia virtual del feminismo y en qué perjudica más?
R. Cuando las leyes, y la aplicación de las leyes, no funcionan, las redes son una herramienta fantástica para poder reclamar justicia. En Suecia tuvo mucho impacto el movimiento Me Too. Mujeres que anteriormente habían denunciado a sus violadores sin éxito ahora salían a las redes para hablar públicamente. Los violadores cayeron como bolos: periodistas, famosos, hasta un artista muy cercano a la Academia, quien había estado violando y abusando de mujeres durante décadas con impunidad total. Sin las redes no hubiera pasado esto. La misma función utiliza Shaun King del movimiento Black Lives Matter en los EE UU contra la brutalidad de la policía. También hay un peligro evidente; cualquier persona puede decir cualquier cosa y nadie sabe si es verdad.
P. Esa democratización del discurso que ofrece la Red también ha llegado al debate sobre prostitución y vientres de alquiler, ¿son dos formas de esclavitud del siglo XXI?
R. La prostitución y los vientres de alquiler son dos lados de la misma moneda. Ambas convierten a la mujer en mercancía, ambas comercializan lo que es más fundamental en la vida humana, sexo y reproducción; ambas tienen como superestructura el mito de la libre elección y la idealización de la reificación [también llamado cosificación, es un concepto de la teoría marxista que designa una forma de alienación en el modo de producción capitalista], y son mutuamente exclusivas. Ningún putero quiere aceptar a un hijo fruto de sexo comprado. Ningún comprador de vientres de alquiler tiene sexo con la madre. Como dijo Marx, la burguesía se forja un mundo a su imagen y semejanza; así crea el hombre patriarcal un mundo donde separa entre sexo y reproducción, putas y santas, amantes y madres. Eso, literalmente, forma dos industrias.
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P. En cuanto a prostitución, Suecia tiene la mejor ley para luchar contra ella. ¿cómo cree que puede evolucionar esa legislación?
R. Estoy muy orgullosa de la ley. El hecho de que nadie nos pueda comprar es fantástico. El número de hombres que compran sexo ha bajado, los niveles de trata son mucho más bajos que en Finlandia y Dinamarca. Los jóvenes no piensan que son más machos por comprar sexo, al contrario, lo ven como algo repugnante que solo los asquerosos que no pueden conseguir mujeres tienen que hacer. Incluso el estigma de haber estado en prostitución está desapareciendo. Sobrevivientes hoy hablan de una manera que hubiera sido impensable hace 30 años. Una ley, sin embargo, no es nada sin su aplicación: el éxito depende del trabajo de la policía. En las ciudades donde hay unidades que trabajan con este tema los resultados son muy buenos y si de repente aflojan, se nota inmediatamente. En Estocolmo los resultados son muy buenos gracias a un excelente trabajo. Hubo un intento de criminalizar también la compra de sexo en el exterior, como han hecho en Noruega, pero no resultó, desafortunadamente. Además, habría que modernizar la ley para poder atacar a los sitios web que ofrecen servicios como los de los sugar daddies [relaciones basadas en un intercambio económico, hombres mayores y mujeres jóvenes que, por dinero, entablan una relación], que es prostitución oculta.
P. Europa tiene formas dispares de luchar contra esta lacra, ¿cuál crees que es el país que va en el mejor camino?
R. Francia tiene una ley abolicionista que es mucho más amplia que la sueca. Creo que sería un ejemplo para España también, porque en Francia sí había prostitución antes de la ley. En Suecia había muy poca, eran unos cuantos proxenetas drogadictos, pero no había una verdadera industria.
P. Para investigar parte de esa industria, pasaste dos años recorriendo Europa conociendo los sindicatos en esta área, ¿cuál fue la principal conclusión que sacaste?
R. Que los supuestos sindicatos no son sindicatos. Son lobbies con la meta de obtener una legalización total de la industria. Algunos son fundados por estados como en Holanda, otros por proxenetas como en Reino Unido, algunos son activistas como en Francia. Pero no encontré ni un solo sindicato, en el sentido de una organización fundada y pagada por miembros que luchan contra los dueños de la industria. La pregunta obvia a una organización que se autoproclama sindicato es: ¿qué han logrado? Si no han obtenido ni un solo beneficio, ni una reducción de horas laborales, ni precios más altos, ¿qué tipo de sindicato es? Además cabe decir que hasta desde una perspectiva monetaria, olvidando por un momento los derechos humanos, una legalización de la industria de sexo reduce los precios, mientras el precio de un acto sexual en Suecia es muy, muy alto porque hay poca oferta.
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P. Aunque la apropiación del cuerpo de las mujeres es secular, ¿percibes que la subida de partidos conservadores está recrudeciendo el proxenetismo global? 
R. La industria de sexo no tiene nada que ver con la división política. Tiene que ver con los derechos humanos, y hay gente que lo entiende y gente que no. Y tiene que ver con la demanda y el acceso. Si hay una industria legal y abierta, obviamente más hombres compran sexo. En Alemania uno de cada cuatro hombres compran sexo. En Suecia uno de cada 13. Simplemente los argumentos a favor de la prostitución cambian según la orientación política: la derecha dice que es algo que siempre ha existido y que eso no cambiará nunca, la izquierda dice que es un derecho vender sexo. Se puede pintar la mierda en muchos colores, pero sigue siendo caca.
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P. ¿Cuál crees que es la razón de que los gobiernos no pongan freno a la mercantilización de los cuerpos de las mujeres de forma efectiva con instrumentos legales?
R. Cada día hay más gobiernos que lo entienden. Ahora en Alemania, por primera vez, hay una mayoría parlamentaria a favor del modelo abolicionista. Y en Nueva Zelanda se está mostrando que la discriminalización ha sido un fracaso total. Mira, yo siempre digo: la prostitución es sexo entre dos personas, una que quiere y una que no. Y es así de simple. ¿Cómo es posible tener sexo con alguien que no te quiere, que siente asco por ti? La industria fomenta una falta de respeto total hacia la voluntad de las mujeres, el deseo de las mujeres. Fomenta crimen, mafias, venta de niñas, la muerte prematura de miles de mujeres... ¡Y no tiene ni una sola ventaja! No trae absolutamente ningún beneficio para la sociedad. Y si desaparece, nadie la extraña. Los hombres tienen que encontrar mujeres que sí quieran tener sexo con ellos.
P. Y después de hablar de "cuerpos" ¿cómo de erróneo es ese concepto? Durante varios siglos se ha disociado el cuerpo de la mente, sin embargo, el ser humano es una entidad completa. ¿Cuánto ha afectado esto a la cosificación de los cuerpos de las mujeres? ¿Cómo afecta todavía?
R. Decía Anne Mignard en Les Temps Modernes en 1976, "uno no tiene un cuerpo, uno es un cuerpo". La división religiosa entre alma y cuerpo se ha convertido hoy en una manera de disociación bajo el régimen capitalista. "Yo vendo mi cuerpo, pero no me vendo a mí misma". Así las mujeres en prostitución tratan de sobrevivir, guardando su alma, acomodando el cuerpo. En psicología se llama disociación, en marxismo se llama reificación, pero es la misma cosa. El acto de separarse de su cuerpo, de no sentir su cuerpo. Los testimonios de la prostitución hablan muy claramente de eso. ¿Y no está ahí la paradoja? El sexo es un acto donde se supone que dos personas se unen para disfrutar juntos de sus cuerpos, y aquí pasa lo contrario. Una persona disfruta, la otra persona disocia. Y la primera persona ni se da cuenta. Ahí la tragedia del putero.

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Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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