Arde futuro
Cada palmo del Amazonas que se quema lentamente en la desidia y el delirio incendia el vacío de un futuro incierto para la siguiente generación


Una conversación en silencio, de madrugada. Simulación de una leve sonrisa compartida, cruce de miradas sin ojos y sintonía en una sola voz que intenta recuperar todo el oxígeno que se incendia en el Amazonas e imaginan ambos en un solo sueño donde no hay ya animales en peligro de extinción y se habita un entorno donde han desaparecido los enconos necios y las palabras huecas, los líderes hipócritas y los soñadores que embaucan.
Se habla en el silencio de las sombras y en la soledad acompañada de la madrugada recién llovida sobre el desconsuelo de las liebres y el leopardo, la orfandad de los helechos y kilómetros cuadrados quemados al rojo vivo en una selva entrañable que languidece como pulmón del mundo. Se habla de la demencia de los culpables y la infinita estulticia de las explicaciones y se habla de la nube y lo callado que tiene esa piel que parecía tostarse hace unas horas bajo un sol generoso.
Cada palmo del Amazonas que se quema lentamente en la desidia y el delirio incendia el vacío de un futuro incierto para la siguiente generación y conciencia. Cada árbol que deja de respirar ahoga levemente los pulmones de la niña que ha de nacer en los próximos meses y cada mujer que sufre el abuso de lascivia impune honra la llegada de un niño que quizá florezca para convertirse en un hombre de bien. Cada estúpida declaración del poderoso autoritario ha de servir de alguna rara manera para que la mente de unos gemelos recién nacidos busquen el silencio de la concentración para encontrarle una cura al cáncer o la mejor manera para esparcir semillas entre las cenizas para que el futuro vuelva a contar con una selva intacta que respire por todos.
Todo eso se vuelve murmullo de almohada en la noche sin velas. Conversación en penumbra donde una de las voces parece entrelazarse con todas las demás y se filtra en la yema de los dedos la invisible partitura de un posible alivio para la tristeza. Uno deja de estar solo en cuanto la palma abierta de la mano parece enredarse en los dedos amados de un alma ajena, tan familiar. Uno deja la desolación de lado en cuanto se filtra sobre la sábana esa voz de toda la vida que poco a poco va desgranando las sílabas de una esperanza intacta y se acorta el tiempo para llegada del amanecer con la convencida ilusión de que mañana se apagan los fuegos y se callan los necios; mañana se endereza el entuerto y se alivia la angustia… sabiendo que el diálogo en realidad no ha sido más que el monólogo de todas las noches y que una soledad tan contundente, aunque se sabe acompañada, no palpa a su lado el cuerpo deseado ni la voz anhelada.
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