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Ruiz de Gopegui: Muere el jefe de los españoles que ayudaron a llevar al hombre a la Luna

El director de la estación de la NASA de Fresnedillas de la Oliva fallece en Madrid a los 90 años

Nuño Domínguez
Luis Ruiz de Gopegui, exdirector de la estación de la NASA de Fresnedillas de la Oliva, en 1996.
Luis Ruiz de Gopegui, exdirector de la estación de la NASA de Fresnedillas de la Oliva, en 1996.Claudio Álvarez

La noche del 20 de julio de 1969 Luis Ruiz de Gopegui no era consciente de que vivía un momento histórico. Él era uno de los pocos españoles que seguían segundo a segundo el progreso de una nave espacial que estaba a 384.000 kilómetros de una estación de radio situada en un remoto paisaje de monte bajo en Fresnedillas de la Oliva, cerca de Madrid. Quedaban unas horas para que un humano pisase la Luna por primera vez.

“No tengo recuerdos espectaculares”, confesaba Ruiz de Gopegui el pasado julio en conversación telefónica con EL PAÍS. “Estábamos allí y teníamos que vigilar con toda atención el momento en que se tocase la superficie de la Luna, porque desde la propia nave no se veía, y en cuanto lo hiciese debíamos transmitirlo a Houston”, recordaba el físico, que pasó casi 30 años trabajando en las estaciones de seguimiento espacial de la NASA en España y acabó siendo su director.

Ruiz de Gopegui falleció ayer en su domicilio de Madrid a los 90 años. Él fue una de las primeras personas del mundo en escuchar las palabras de Neil Armstrong aquella noche: “Houston, aquí base Tranquilidad. El Águila ha aterrizado”. Eran las 21:17 en Madrid y la humanidad acababa de posarse en la Luna.

“Prefiero entender por qué a ser el rey de Persia”

Belén Gopegui

Ruiz de Gopegui era padre de la novelista Belén Gopegui, que ha escrito estas líneas. “Mi padre amó la ciencia porque amó la vida. A menudo recordaba la frase de Demócrito: 'Prefiero entender por qué a ser el rey de Persia'. En estos días nos llegan muchos recuerdos de personas que le trataron y que evocan su afecto, su cordialidad, su humor. Fue el mejor de los abuelos y no puedo imaginar un padre más generoso conmigo. Entre todos sus libros quiero mencionar Cibernética de lo humano, del que un día se reconocerá su anticipación y su trágico pero vital optimismo, y Seis niños en Marte y Ludwig, el extraterrestre, como muestra de su cálida imaginación. Hasta sus últimos días mi padre quiso aportar toda su experiencia y comprensión a las personas que se le acercaron, con la mirada en el Cosmos y los pies en la Tierra".

Las palabras del comandante del Apolo 11 llegaron primero a Fresnedillas y medio segundo después fueron rebotadas al resto de estaciones. En aquel momento Ruiz de Gopegui pensaba que lo que estaba viviendo era la apertura de una conexión con la Luna que nunca se cerraría; sería como un puente aéreo constante. Que el hombre no haya vuelto a la Luna 50 años después es una de las cosas que más “increíbles” le parecían.

Este doctor en Física vivió en una burbuja de alta tecnología en medio de la España gris del franquismo. Comenzó a trabajar para el Instituto de Tecnología Aeroespacial, dependiente del Ministerio del Aire, en verano de 1966, como especialista de la antena de Fresnedillas de la Oliva. La NASA había elegido España para instalar bases de seguimiento espacial de sus vuelos tripulados y del espacio profundo en las afueras de Madrid, donde no faltaban parajes aislados sin interferencias que estaban razonablemente cerca del aeropuerto de Barajas, al que llegaban los ingenieros estadounidenses y desde donde despegaban aviones con las cintas magnéticas en las que quedó grabado cada minuto de las misiones Apolo, incluido el “Houston, tenemos un problema” del Apolo 13.

Al principio casi todos los trabajadores de las estaciones de Fresnedillas y Robledo de Chavela eran americanos, pero el Gobierno de Franco se encargó de firmar un acuerdo con la NASA que dejaba claro que todas las instalaciones debían acabar siendo manejadas por personal español. Ruiz de Gopegui, que además de doctorarse en Física en la Universidad de Barcelona había estudiado un máster en Ingeniería Electrónica por la Universidad de Stanford, en California, dirigió Fresnedillas a partir de diciembre de 1972 y posteriormente fue el jefe de todas las estaciones de la NASA en España, con unas 350 personas a su cargo.

En septiembre de 1968, tras pasar 18 meses haciendo la mili, un joven radiotelegrafista de 24 años llamado Carlos González Pintado se sometió a una entrevista de trabajo con Ruiz de Gopegui. Él recomendó que fuese contratado y que lo mandasen a EE UU para formarse. “Aquella entrevista marcó toda mi vida profesional”, recuerda Pintado, que trabajó toda su vida para la NASA en Fresnedillas y Robledo hasta su jubilación en 2011. “Se merecería que la NASA le hiciese un homenaje”.

Echando la vista atrás, “parece como si algunos de los que estuvieron presentes durante la llegada del hombre a la Luna fuesen los descubridores de América”, recuerda José Manuel Urech, exdirector de la estación de espacio profundo de Cebreros (Ávila). “Él siempre dijo la verdad y nunca negó que eran los americanos los que llevaban la batuta, no engañaba a nadie. Aún así pudimos demostrar que los españolitos de la época éramos capaces de hacernos cargo de las estaciones”, explica. La NASA transfirió Cebreros a los españoles en 1969 y Fresnedillas en diciembre de 1972.

Luis Ruiz de Gopegui, durante una entrevista digital con los lectores de 'El País' en 2001.
Luis Ruiz de Gopegui, durante una entrevista digital con los lectores de 'El País' en 2001.Uly Martín

En su libro Mensajeros cósmicos (McGraw-Hill), de 1994, Gopegui dejó escrito que el 18 de julio de 1975 el director de comunicaciones de Houston le ordenó que destruyera la cinta de vídeo ASTP/35/4. La cinta se había grabado el día anterior, cuando la nave estadounidense Apolo y la soviética Soyuz estaban a punto de acoplarse en el espacio para escenificar la amistad de las dos potencias enfrentadas. La petición pasó al director de INTA-NASA, después al director general, de él al ministro del Aire, el general Mariano Cuadra, y, finalmente, al mismísimo Franco, que dijo: “- Mariano, ¿a mí para qué me cuentas todo esto? Si les han dicho que destruyan la cinta de vídeo, pues que la destruyan y a otra cosa”.

Para entonces Gopegui y otros compañeros ya habían visto la cinta, en la que no se veía nada, aunque uno de ellos, José Manuel Grandela, creyó avistar un punto de luz: “¡Eso es un OVNI! ¡Está más claro que el agua!”, exclamó. Pero no era eso. La propia NASA le dijo a Gopegui que escuchase el audio de la cinta. Entonces todo quedó claro. Unos instantes antes del acoplamiento, la nave soviética comenzó a cabecear. “El piloto Donald Slayton, un astronauta de 51 años de no buen humor y mal hablado, se estaba poniendo nervioso con los cabeceos que dificultaban el atraque, y ya no pudo aguantar más y exclamó: '¡Hijos de perra! (“sons of a bitch”). Pero ¿es que no sois capaces de mantener vuestro pájaro quieto?' Entonces comprendimos que si aquella frase llegaba a los medios de comunicación, podría desencadenar un conflicto internacional”, escribió Ruiz de Gopegui, que nunca destruyó la cinta, según su relato.

La estación de Fresnedillas desempeñó un papel crucial el día del primer vuelo del transbordador espacial Columbia, en abril de 1981. Tras el despegue había un momento crítico en el que se desprendían los cohetes y el centro de control debía decidir si la nave seguía adelante para instalarse en la órbita terrestre o abortaba la misión y aterrizaba de emergencia en alguna de las bases militares de Zaragoza, Morón o Canarias, recuerda Toni Carro, representante de la NASA en España. A los pocos segundos del lanzamiento, la estación de Meritt Island, cerca de Cabo Cañaveral, dejó de comunicar por un fallo. La siguiente estación, Bermuda, también se estropeó. “Si la estación de España fallaba también, no podrían saber si había entrado en órbita o no. Afortunadamente no fue así y la estación de Fresnedillas entró en contacto con la nave Columbia con toda normalidad, transmitiendo los datos a Houston, donde hubo un gran aplauso al comprobar que había entrado en órbita y no había que abortar la misión”, escribió Gopegui en su libro Hombres en el espacio (McGraw-Hill). Ruiz de Gopegui escribió 11 ensayos y novelas, la mayoría de ellos después de su jubilación en 1994. “Él era el hombre para todo, el contacto de la NASA con el personal de las estaciones”, añade Carro.

En su última conversación con este diario, Ruiz de Gopegui se mostró muy crítico con los planes impulsados por Donald Trump para volver a llevar astronautas a la Luna en 2024. “Una cosa es decirlo y otra hacerlo. En cualquier caso vamos a tardar mucho más en volver y no vale la pena. Allí ya no hay nada y tenemos otros sitios mejores a los que viajar, como Marte”.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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