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Presos ETAº
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Qué homenajean

Los recibimientos a etarras excarcelados cuestionan a Bildu

El expreso de ETA Xabier Ugarte, a su llegada a Oñate.
El expreso de ETA Xabier Ugarte, a su llegada a Oñate.

La petición que hizo el lehendakari, Iñigo Urkullu, a la izquierda abertzale para que dejara de organizar homenajes a los etarras que van siendo excarcelados, con el argumento de que había una dimensión de “ética para la convivencia” que se debía tener en cuenta, ha sido reveladora porque da cuenta del profundo malestar que la mayor parte de la sociedad vasca siente ante unas iniciativas que vuelven a llevar al espacio público lo peor de la ignominiosa época en que la organización terrorista asesinó, secuestró e impuso un clima generalizado de miedo para conseguir sus objetivos. Convertir en héroes y jalear en las calles a quienes recurrieron a la violencia para imponer sus metas, dando la espalda a los procedimientos democráticos, solo conduce a revivir ese pasado tenebroso que debía haber quedado atrás con el fin de ETA y con la voluntad de EH Bildu de entrar en las instituciones para defender desde ahí sus ideas. La izquierda abertzale lleva ya años participando en la gestión de los asuntos públicos en distintos niveles de gobierno, pero la legitimidad de sus credenciales políticas queda fulminada cuando se pone al frente en esa suerte de celebraciones de la barbarie en las que se corea a unos asesinos. Es como si Bildu siguiera jugando a dos bandas: participar en las instituciones y degradarlas al exaltar a quienes las combatieron con el terror.

Es inevitable volver a los recibimientos que se organizaron hace unos días para festejar la salida de la cárcel de José Javier Zabaleta —participó en el asesinato de cuatro guardias civiles y un vecino de Zarautz, entre otras cosas—, en Hernani, y de Xabier Ugarte Villar —el secuestrador de Ortega Lara—, en Oñate, porque tuvieron lugar en un momento de alta tensión política por las negociaciones entre los partidos para formar Gobierno en Navarra. Poco después las bases de Bildu aprobaban en una consulta interna que el partido facilitara, con su abstención, la investidura de la socialista María Chivite al frente del Gobierno de Navarra, una vez que contaba ya con el apoyo de Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra.

Con los homenajes a los terroristas excarcelados, la larga sombra de ETA vuelve a oscurecer las políticas del presente, pero no es de recibo que haya algunos partidos que quieran aprovecharse de las desgarradoras emociones que produce en tantos españoles la exaltación de un pasado de terror para distorsionar el presente y acusar, como hacía el jueves la portavoz del PP, de que la investidura de la líder socialista en Navarra es un “homenaje público a ese mundo de ETA”. No lo es y resulta una acusación cruel contra quienes, como los miembros del Partido Socialista de Navarra tuvieron que sufrir años de amenazas y atentados.

Chivite asegura que no ha habido acuerdo alguno con Bildu para contar con su abstención. Es lícito que la oposición exija la máxima transparencia a la hora de explicar cómo se van forjando las mayorías que propician nuevos Gobiernos, pero no que esas críticas se conviertan en munición identitaria y descalificación brutal. El tiempo dirá hasta qué punto es cierto ese papel de “interlocutor prioritario” que Bildu se arroga con los partidos que apoyan a Chivite, y de qué manera influirá en el Gobierno de Navarra. En cuanto a los recibimientos a los etarras excarcelados, la responsabilidad corresponde a cada uno de los que estuvieron allí. A ellos les toca responder qué estaban homenajeando.

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