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Investidura parlamentaria
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Única certeza

Sánchez e Iglesias dejan en suspenso la posibilidad de una coalición

Pablo Iglesias accede a la tribunal del Congreso, detrás Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones. En vídeo, Pedro Sánchez este lunes durante su discurso en el Congreso.Foto: atlas | Vídeo: Jaime Villanueva

El candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció este lunes ante el Congreso de los Diputados en una situación excepcional: el discurso leído ante la Cámara no reflejaba ningún acuerdo previamente alcanzado para garantizarse la investidura, sino que parecía diseñado para poner al resto de los grupos ante la tesitura de pronunciarse sobre cada uno de los seis ejes genéricos de su programa: empleo y pensiones, revolución digital, transición ecológica, igualdad tanto de género como social, y Europa. Esta circunstancia dejó flotando en el ambiente la duda de si el discurso de Sánchez debía ser interpretado como un verdadero plan de acción para los próximos cuatros años o, por el contrario, como la última escaramuza táctica entre partidos para dirimir las responsabilidades por una eventual repetición electoral. Esta ambigüedad se vio acentuada por la propuesta con la que el candidato inició su intervención: la reforma del artículo 99 de la Constitución, relativo a la investidura, a fin de que las situaciones de bloqueo institucional pudieran evitarse en el futuro.

La ambigüedad que dejaba traslucir esta propuesta de reforma constitucional radicaba en el hecho de que, si Sánchez comenzó por ella su discurso, fue porque en el momento de pronunciarlo no descartaba la repetición electoral. Además, la ambigüedad se afianzó cuando a lo largo de la jornada los negociadores del Partido Socialista y Unidas Podemos reconocieron la falta de acuerdo en las reuniones mantenidas durante la víspera y hasta poco antes de comenzar el pleno, corroborada a continuación por el duro intercambio entre Sánchez e Iglesias en el debate. Y por si aún no fueran suficientes estos indicios de que la posibilidad de regresar a las urnas no está conjurada, Sánchez sumaría otro nuevo al solicitar la abstención del Partido Popular y Ciudadanos a fin de que no coincidieran en el tiempo la reedición de la campaña electoral, la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes independentistas catalanes y la fecha en la que está prevista la materialización de un Brexit sin acuerdo. Casado respondió con contundencia pero manteniendo un último reducto de contención; Rivera, por su parte, se extravió una vez más en sus ensoñaciones de liderar una oposición sin soporte parlamentario y más dirigida contra sus propios fantasmas que contra las realidades políticas en juego.

En su intervención, Sánchez solo se refirió a Cataluña en el contexto de la búsqueda de cohesión social y en el de la aportación española a la construcción europea. Ni las fuerzas conservadoras ni los partidos independentistas consideraron suficientes las palabras del candidato, unos por no ser suficientemente enérgicas contra el programa de la secesión, y otros porque no pierden la esperanza de obtener una negociación política sobre la unidad territorial a cambio de su voto o su abstención. Frente a unos y frente a otros, como también frente a algunos de los sectores de Unidas Podemos, Sánchez optó en todo momento por una reiteración de las coordenadas esenciales del problema desde una perspectiva estrictamente constitucional. Los portavoces de las fuerzas de signo opuesto que criticaron a Sánchez por la escasa relevancia de Cataluña en su discurso entendían que negarle una posición protagonista equivalía a restarle trascendencia; el candidato, por el contrario, pareció actuar desde la convicción de que enmarcar la crisis territorial en otros apartados políticos le permitía rehuir un terreno de confrontación que le condenaba a padecer un fuego cruzado.

La primera jornada del debate de investidura arrojó así una única certeza: el Partido Socialista y Unidas Podemos disponen de un plazo que expira el próximo jueves, no ya para alcanzar un acuerdo, sino para superar la desconfianza que se ha ido abriendo entre ambas formaciones según avanzaba el debate. Sánchez e Iglesias se esforzaron más en poner en claro las razones en las que se funda que en desbrozar el camino para un acuerdo, sea porque esperan mejorar sus posiciones negociadoras o porque, sin decirlo, han dejado cuando menos en suspenso la posibilidad de un Gobierno de coalición.

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