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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Parálisis china

La guerra comercial y los controles de capitales frenan el crecimiento y las inversiones en el exterior

Donald Trump y Xi Jinping
Donald Trump y Xi JinpingREUTERS

La desaceleración de la economía china puede interpretarse como un riesgo para los equilibrios económicos mundiales a medio plazo. En el segundo trimestre de este año ha crecido el 6,2%, una tasa inalcanzable para casi todas las economías del mundo, pero insuficiente para sostener la necesidad interna de sostener un cierto progreso de riqueza en la población. A pesar de que Pekín descarta que esta ralentización sea imputable a la guerra arancelaria con Washington, resulta inútil negar la evidencia. La presión de Estados Unidos ha dañado las exportaciones chinas, está presionando sobre su macroeconomía y, por el momento, Pekín no puede activar respuestas más contundentes. A pesar de que, como es sabido, China atesora un volumen importante de deuda estadounidense.

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El problema de la desaceleración económica es solo una de las fuentes posibles de desequilibrios globales, y no la mayor. La imposición de controles de capital establecidos por Pekín, junto con la segunda hoja de la tijera, que son los controles cada vez más afinados decididos por muchos países para cribar las entradas de capitales chinos, están hundiendo las inversiones chinas en el exterior. El caso de España ofrece un cuadro estadístico demoledor: si en el primer semestre de 2018 las compañías de aquel país invirtieron 1.100 millones de dólares, en los seis primeros meses de este año suman 10 millones.

Un descenso tan rápido y acusado, coherente con la caída general de inversiones en todos los países, daña la estabilidad inversora y monetaria global. Limita las posibilidades de crecimiento y obliga a buscar nuevos flujos de capital en mercados cuya desconfianza sobre las expectativas económicas en 2020 y 2021 no son demasiado optimistas. Recomponer los equilibrios anteriores a la guerra arancelaria de Trump requerirá tiempo, incluso aunque Estados Unidos, con un nuevo presidente y un nuevo equipo económico, renuncie al proteccionismo, a sus pompas y a sus obras.

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