Lo que queda de Marbella y sus míticas fiestas de la ‘jet set’
La etapa de Jesús Gil marcó un punto de inflexión en la ciudad malagueña que fue centro del glamur internacional en los años ochenta y ahora trata de recuperar su brillo
A los pies de la montaña de La Concha, Marbella cuenta con un microclima único que suaviza los veranos y templa los inviernos. Hace un siglo era un vergel junto al Mediterráneo digno de reyes. El aristócrata Ricardo Soriano lo entendió. Compró 220.000 metros cuadrados y construyó el primer complejo hotelero de la ciudad. Fue en 1945. Una década después, su sobrino Alfonso de Hohenlohe, ahijado de Alfonso XIII, inauguró el Marbella Club con la ayuda de su primo Rudolf Graf von Schönburg, conocido como Conde Rudi y casado con María Luisa de Prusia. Ellos pusieron la semilla. Y los apellidos de nobleza y casas reales las regaron junto a estrellas de Hollywood, jeques árabes y multimillonarios de todo el mundo. Disfrutaron la edad de oro de Marbella, dejándose ver y sin temor a los paparazis. Una época que tiene un punto claro de inflexión: la irrupción de Jesús Gil en los años 90. Ahora, la nueva Marbella, prefiere la música de los dj, el anonimato de las fiestas privadas y el glamur de la gala principal del Festival Starlite que intenta recuperar para la ciudad el esplendor de los veranos de antaño.
El Marbella Club marca la era pre Gil. Por sus lujosas instalaciones pasaron Brigitte Bardot, Ava Gardner, Audrey Hepburn, Kim Novak, Liza Minelli o Elizabeth Tylor. También Grace Kelly y el Príncipe Rainiero. Sean Connery dio un paso más a finales de los 60: adquirió la mansión Malibú en un paraje virgen que disfrutó junto a su esposa, Micheline Roquebrune. La inauguración de Puerto Banús en 1971 supuso el espaldarazo final a un modelo turístico alejado de Torremolinos y Benidorm. Querían poca altura, zonas verdes, playas alejadas del ladrillo. No querían nuevas carreteras ni un tren que llevara hasta allí a las masas.
La lista de quienes saborearon aquella época se escribe con tinta de oro. Pero hay nombres que son ya sinónimos de Marbella. Ocurre con los de Gunilla von Bismarck y su exmarido, Luis Ortiz, almas de toda fiesta o el de Jaime de Mora y Aragón, hermano de la reina Fabiola de Bélgica, que convenció a los jeques árabes para que pasaran en esta costa sus largos descansos. Incluso el de Adnan Khashoggi, multimillonario saudí —y traficante de armas— que llegó a este rincón de la Costa del Sol a finales de los setenta, prácticamente a la vez que el rey Fahd de Arabia Saudí. “Aquello era la jet set de verdad”, recuerda el periodista Juan de Dios Mellado, ya retirado de la prensa. “Tenían clase”, subraya.
En los 80 el glamur inundó por completo una Marbella que ya superaba los 100.000 habitantes, solo el 20 por ciento nacidos allí. En 1985 Olivia Valère, reina de la noche, abrió su primera discoteca en Puerto Banús. Aquel año Khashoggi dio una fiesta de cumpleaños que aún se recuerda. La foto de su esposa Lamia acompañada de Brooke Shields ilustró la portada de la revista ¡Hola! del 10 de agosto. Marbella era un filón. “Aquellos famosos eran accesibles. Y vinieron tantos que dieron un brillo especial a la ciudad”, afirma Andrés Lanza, que ha fotografiado la vida social marbellí desde los años setenta hasta el pasado mayo, cuando se jubiló.
“Marbella nunca fue el pueblo de pescadores que se mitificó. Pero sí una ciudad atractiva y agradable”, cuenta José Luis Rodríguez, alcalde entre 1983 y 1987. En su mandato multó a Gil con 81 millones de pesetas por una construcción ilegal. Sin quererlo ni saberlo, animó al constructor a entrar en política. Gil entendió que levantar pisos era más fácil (y el negocio, mayor) si llegaba a la alcaldía. Como refleja la serie de HBO El Pionero, lo hizo en 1991. Todo cambió. La jet set empezó a irse. “No les gustaba aquel personaje”, subraya András Lanza. Aun así, la inercia del mito siguió unos años: Cynthia Lennon adquirió una casa, Prince otra y Khashoggi seguía apareciendo en las fotos, ahora con Gil.
Uno de los síntomas de la caída de la vieja Marbella fue la marcha de Sean Connery y su mujer, hartos del urbanismo omnipresente. Su casa fue demolida y convertida en apartamentos en una operación que a punto estuvo de llevar al actor ante los tribunales en el caso Goldfinger. Las estancias del rey Fahd en el palacio Mar Mar se distanciaron en el tiempo y, sin él, adiós al maná de los petrodólares. El Martinete —de Antonio el Bailarín—, Villa Sagitario —de Gunilla von Bismarck— y Los Gitanillos —de Lola Flores— han sido vendidas o sacadas a subasta en los últimos años. Las huellas de una etapa irrepetible fueron borradas por el barro de los escándalos. Gil fue tres veces a prisión. Luego llegaron Julián Muñoz, Isabel Pantoja y Juan Antonio Roca. El caso Malaya fue el estoque final.
El rastro de la jet set se perdió durante el gilismo y sus descendientes tomaron nuevo rumbo. Apenas el Conde Rudi, Gunilla y Luis Ortiz siguen hoy dando guerra. “La nueva Marbella es de los dj”, anunciaba Olivia Valère hace cuatro veranos al celebrar el 30 aniversario de su primer local. Ahora las caras conocidas se esconden en fiestas privadas y suben sus propias fotos a Instagram. Ha vuelto el turismo americano, también suecos y suizos ligados a la banca o a las tecnologías, pero no se les ve. Incluso los oligarcas rusos prefieren –en general– la intimidad. Algunos acuden al restaurante de Dani García. Otros, al festival Starlite, cuya cena benéfica siempre está a reventar. Allí son fijos Antonio Banderas y Eva Longoria, que esta misma semana llegaba la ciudad junto a su bebé.
En la programación musical del Starlite de 2019 caben Maluma, Sting, Bertín Osborne y Taburete. Un espejismo de aquella Marbella. Sigue contando con el puerto más lujoso de Europa y el Marbella Club tiene por delante ocho fiestas temáticas en El Patio, espacio diseñado por Hubertus de Hohenlohe, hijo de Alfonso. También miles de turistas siguen apostando por la ciudad para sus veranos. Pero las estrellas ya solo se ven en las fotos que los restaurantes con tradición cuelgan en sus paredes. Testimonios de una época que se fue para no volver.
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