La Manada y la estrategia social y política del machismo
Todo se manipula para negar la existencia de la violencia contra las mujeres
La sentencia del Tribunal Supremo sobre La Manada, además de justicia sobre el caso, ha puesto luz sobre la realidad oscurecida del machismo, tanta que su efecto ha actuado como una especie de radiografía capaz de desvelar la trama oculta que el machismo guarda bajo una piel de aparente normalidad.
Las conclusiones que se obtienen tras comprobar la percepción social sobre la sentencia, y la respuesta dada por la Administración de Justicia hasta su llegada al Supremo, revelan cómo la sociedad es capaz de integrar los hechos dentro de circunstancias que normalizan o minimizan lo ocurrido a través de los mitos, estereotipos, prejuicios y justificaciones que se utilizan habitualmente en este tipo de situaciones. Por eso, a pesar de los hechos probados, el sentido que una parte de la sociedad y las primeras sentencias dieron revelan esa imagen radiográfica en la que se aprecian las diferentes estructuras argumentales sobre lo que ocurrió esa noche en Pamplona.
El significado de los hechos se ha movido entre la negación de cualquier tipo de violencia, presentándolo todo como una “juerga”, hasta la presencia de unos abusos sexuales y, finalmente, la existencia de una violación. A pesar de esa conclusión, hasta la intervención del Tribunal Supremo no se ha visto que en verdad se habían producido 10 violaciones, dado el número de penetraciones y vías utilizadas por cada agresor.
La víctima ha sido, además, cuestionada y criticada, con independencia de haber vivido una situación traumática en cuanto a la agresión, y dramática respecto a las consecuencias vitales. Y aún con la referencia de la sentencia del Supremo, se sigue cuestionando la realidad de los hechos, al tiempo que se insinúa que el propio tribunal no ha actuado con justicia, sino bajo las indicaciones o presiones de una turba feminista y mediática.
Todos esos argumentos se comparten y se hacen desde un sector de la sociedad y una parte de la política que, unos con sus palabras y otros con sus silencios, dejan que la duda permanezca alrededor del caso.
La negación
Como se aprecia, los condicionantes existentes en nuestra sociedad hacen que una violencia grave contra las mujeres, como es la violencia sexual, no se vea, que cuando se ve se considere como algo menos grave, y que cuando se considera grave solo se llegue a identificar una parte de la misma, y no, como en este caso, las 10 violaciones de las que habla el Tribunal Supremo.
Ante unas circunstancias como estas la reflexión es bastante simple: si a pesar de contar con unos hechos probados y objetivos el machismo es capaz de negar primero y de no ver su realidad al completo después, ¿qué sucede con el resto de la violencia de género que no es denunciada, y con la que se denuncia pero sin que se aplique un proceso de investigación tan profundo y exhaustivo como el que se ha desarrollado en el caso de La Manada; ni contar en muchos casos con la posibilidad de recurrir hasta llegar al Tribunal Supremo? La respuesta es sencilla: todo se manipula para negar la existencia de esa violencia.
Nada de esto es casualidad, sino parte de la estrategia del machismo social y político que busca negar la realidad de la violencia de género para que toda la “normalidad” cultural androcéntrica siga actuando como un manto bajo el que ocultarla, y como argumento para justificarla o minimizarla cuando su gravedad no haya permitido mantenerla bajo la capa de la negación.
Si se extrapolan los argumentos machistas que utilizan diariamente ante la violencia de género a este caso, se diría que sus cinco miembros fueron denunciados en falso, luego que se les detuvo injustamente por el “simple testimonio de la víctima”, y que en ningún caso se ha respetado su derecho a la “presunción de inocencia”. Es una barbaridad y un sin sentido, pero es lo que se dice habitualmente de la violencia de género para crear la duda sobre su realidad. Y si en el caso analizado ni siquiera uno de los miembros del tribunal de la Audiencia Provincial de Navarra vio ningún tipo de violencia, dos vieron abusos sexuales, pero no violación, y mucho menos 10 violaciones, imagínense lo que muchos “pueden ver” ante una agresión física y psicológica llevada a cabo por un hombre contra una mujer en su casa.
Un juego peligroso
El machismo juega con esa falta de conciencia crítica para defender su argumento de las “denuncias falsas”. Lo hace desde diferentes espacios sociales y lo traslada a la política, como ahora se observa de manera explícita con la ultraderecha y con quienes callan o minimizan el significado de sus argumentos por ser compañeros de viaje y de pactos.
No es casualidad que intenten mezclar la violencia de género dentro de la “violencia intrafamiliar” para ocultar el componente cultural que lleva a que muchos hombres utilicen la violencia contra las mujeres como un instrumento de control, y como amenaza para conseguir sus objetivos y culminar sus deseos. Todo forma parte de su manera de entender la convivencia y de responder ante las “malas mujeres”.
Las referencias que se utilizan hoy para interpretar la realidad social de la violencia de género no son válidas, la sentencia del Tribunal Supremo lo ha puesto de manifiesto, y si no hay conciencia social crítica con esa normalidad que utilizan los violentos y los machistas, siempre habrá casos invisibles junto a los que se reconozcan “técnicamente” tras un estudio forense que concluya que son violencia de género. Pero no podemos olvidar que la mayoría de los homicidios por violencia de género se producen en el grupo negado por el machismo, y cuanto menos conocido sea ese grupo, más difícil será la prevención y más fácil justificar el homicidio con algún tipo de locura o intoxicación en el agresor.
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