Vox gana, Ciudadanos pierde
El partido de Rivera ha renunciado a ser un agente del cambio, para actuar definitivamente como pilar de la derecha
Ciudadanos tiene un objetivo: invisibilizar que negocian con Vox. Y en buena medida lo han conseguido. Vox tiene el objetivo opuesto: hacer evidente que negocian con Ciudadanos. Y en buena medida lo han conseguido. Puede pensarse, así pues, que los dos han tenido éxito, con el PP como mediador en esa ceremonia calculada de apareamiento por poderes. En realidad, no es así. Se trata de un éxito de Vox, y todo un fracaso para Ciudadanos. Aunque estos hayan evitado escenificar su claudicación –no del todo, Aguado ya se ve con Monasterio en Madrid, y en el restaurante del Parlamento andaluz se obtuvo una foto de los líderes de Cs y Vox por casualidad, con aire de posado robado– Vox ha logrado colar suficientes objetivos ideológicos en el sur, y sobre todo su objetivo prioritario: forzar al consejero a confirmar lo negociado antes de retirar su enmienda, certificando públicamente que la extrema derecha sí ha condicionado los presupuestos. Fin de la inocencia hipócrita para Cs.
La política soporta imposturas hasta una cota bien alta. Basta reparar en el concepto hueco del Gobierno de cooperación, que Iglesias vende tras pasar por el confesionario de Sánchez. Pero lo de Ciudadanos está alcanzando hechuras sonrojantes. Cada día, en el mercado persa de los pactos, se aferran al marco mental del "Gobierno del cambio" y el cordón sanitario a Vox. En Andalucía sí les pudo funcionar, porque allí se apartaba al PSOE después de tres décadas largas a los mandos; pero en Madrid se ha deshecho el espejismo: tras 25 años de PP, jalonados de escándalos de corrupción, vuelven a colocar al PP pero ahora además junto a la extrema derecha. ¿Ese es el gran cambio? Y otro tanto en Murcia. Y suma y sigue. Hay sitios, como Burgos, donde Cs va a gobernar siendo tercera fuerza con el apoyo de Vox contra la lista más votada. ¿La regeneración era esto? Ciudadanos ha renunciado a ser un agente del cambio, para actuar definitivamente como pilar de la derecha. Rivera, para mantener sus planes, ha arrasado con todo, contra el criterio del sector genuinamente liberal. Nada más frustrante para muchos que la imagen de Arrimadas, una política admirada por su enérgica lucha democrática en el Parlament, usada de coartada moral para ese discurso. No son Gobiernos del cambio, sino del cambiazo. El triunfo del trilerismo.
Vox puede celebrar hoy lo esencial: su legitimación. Antes que carteras, se les ha quitado el baldón de apocalípticos para darles vitola de integrados. Hacer esto evidente era, por el momento, lo importante para ellos. En realidad, las tres derechas ya estaban ahí, desde Andalucía y por supuesto desde la foto de Colón, pero Ciudadanos mantenía el espejismo de un cordón sanitario. Ha quedado deshecho. A Vox, por supuesto, los Presupuestos andaluces le importaban poco más que una higa; y su mensaje más relevante en la sesión del Parlamento, tras humillar al Gobierno andaluz haciéndole negociar las cuentas en Madrid con ellos, fue proclamar el objetivo de acabar con esa institución a medio plazo. Las concesiones tienen valor simbólico, pero han logrado convertir la aritmética en cuota real. El poder tiene un precio, y han empezado a hacer caja. Rivera puede actuar como si no hubiera sucedido –su mensaje es “¿a quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?”, como en la humorada de Groucho– pero ya no cuela tras los acuerdos. Y esta puede ser una imagen mucho más indigesta que la portada de Hola, porque los liberales europeos, incluso muchos en España, van a creer a sus propios ojos.
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