Ciudadanos y los Gobiernos del cambio
Es previsible que el partido de Rivera vaya a pactar con el PP como socio preferente, pero tiene buenos escenarios y motivos para ir al centro y hacer pactos de doble dirección
En la antesala de las elecciones andaluzas, Ciudadanos, al que la moción de censura había frustrado amargamente un ascenso irresistible, estableció un criterio más allá de la tensión en la carrera de San Jerónimo: ejercer de agente para los Gobiernos de cambio abriéndole las ventanas al bipartidismo y hacer correr el aire con voluntad regeneracionista. Susana Díaz no era sospechosa de complicidad con el independentismo, y de hecho Ciudadanos la había apoyado durante una legislatura, pero el PSOE llevaba demasiado tiempo en el poder generando, como en todas las comunidades, clientelismo y atrofias.
Ahora Cs se enfrenta a algunos dilemas en otros escenarios: ¿Apoyar al PP en Madrid, donde gobiernan desde hace décadas, con un background de corrupción que sigue ensanchándose con Ignacio González, Granados, Aguirre, Cifuentes…? Es más, ¿dar apoyo a Díaz Ayuso, con un perfil de un conservadurismo demasiado ramplón? Al otro lado está la opción de Gabilondo, un socialdemócrata liberal, culto y de expediente inmaculado.
¿Y Castilla y León, desde la segunda legislatura autonómica, donde el PP comenzó a Gobernar cuando Aznar se hizo con el poder tras la primera legislatura con la operación contra Demetrio Madrid?
Madrid, sobre todo, por corrupción, y Castilla y León, por el tiempo continuado del PP en el poder, son dos casos que desafían la credibilidad de Ciudadanos, porque además concurre un factor que no se daba en Andalucía: no se trata de echar a la lista más votada, como sucedía con Susana Díaz, ganadora de calle en las urnas, sino de apoyar a la lista más votada, porque tanto en la Comunidad de Madrid como en Castilla y León ha ganado el PSOE. Para Ciudadanos, si Errejón entiende que es mejor abstenerse evitando el tique de las derechas, habría premio mayor: la alcaldía de Madrid, la capital del Estado, contrapeso además de Barcelona, y ruptura del bloquismo.
Desde que Ciudadanos estableció su discurso de los Gobiernos del cambio, se han producido varios hitos: la necesidad de incluir a Vox en la aritmética parlamentaria andaluza; la foto de Colón que remató la pérdida del perfil liberal y además movilizó a la izquierda; y su propio escoramiento a la derecha persiguiendo un sorpasso frustrado, mientras incluso Casado reaccionaba haciendo el viraje al centro en tanto ellos se aferraban a los excesos retóricos de las humillaciones a España.
Es notorio, en todo caso, que algo ha cambiado. La investidura pendiente de Sánchez es una oportunidad para alejar al independentismo de la órbita aritmética del poder; y los resultados para replantear la desubicación de Cs. Ciertamente debería esperarse del PSOE que actúe en consecuencia respecto al populismo y el nacionalismo, pero ahora las cosas son diferentes. La lógica liberal debe excluir a los extremos iliberales. No se trata de dar un bandazo, con el riesgo de acentuar imagen de veletas, pero sí de abandonar el dogmatismo y recuperar la flexibilidad en el centro, sin veto. Es lo que pedían tres meses atrás algunos de sus fundadores.
Pero Ciudadanos, que concitó la confianza de muchos como referencia regeneracionista, ha hecho un viaje errático. Da la impresión de que, en algún momento, perseguían obsesivamente la zanahoria del poder mientras se alejaban de su sitio. Es el momento de parar, mirar atrás, y recuperar su coherencia y esa flexibilidad que es la seña de identidad que los hacía únicos. Es previsible que vaya a pactar con el PP como socio preferente, pero tiene buenos escenarios y buenos motivos para ir al centro y hacer pactos de doble dirección, y ser efectivamente, como prometían, agentes de Gobiernos de cambio.
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