Piedras de escándalo fiscal
España tiene un déficit indeseable en prestaciones y en inversión pública; también un gap fiscal, igualmente indeseable, entre el potencial de recaudación tributaria y los ingresos realmente captados
Después de la victoria electoral del PSOE y, por cierto, de las demandas patronales en favor de un pacto político PSOE-Ciudadanos que encubren, detrás de la coartada de la estabilidad, el pánico de que se tomen decisiones para elevar la recaudación fiscal y para rectificar las leyes laborales de Rajoy, parece higiénico insistir en la urgencia de una reforma fiscal. Todo Estado tiene la obligación de calcular los costes sociales y económicos que merecen sus ciudadanos y la de obtener los recursos para sufragarlos. A pesar de los llantos de ceoes, círculos y fomentos, está claro que hoy la sociedad española tiene un déficit indeseable en prestaciones y en inversión pública, además de un déficit que debe reducir; y también que hay un gap fiscal, igualmente indeseable, entre el potencial de recaudación tributaria y los ingresos realmente captados. Cuando se resuelve la ecuación, la solución es una reforma fiscal... para recaudar más.
Comparar la estructura fiscal española con la europea equivale a recitar un memorial de agravios. Empecemos con el fraude. Según el FMI, la economía sumergida suponía, durante el periodo 1991-2015, el 16,01% del PIB en la UE-28 y el 24,52% en España. Líderes en evasión tributaria, sin que las vetas de dinero negro supuestamente descubiertas año tras año hayan conseguido reducirla. Si saltamos al impuesto de sociedades, resulta que en 2007 la recaudación en España fue de 47.451 millones anuales y en 2017 de 24.511 millones. ¿Por qué? ¿Por qué la tributación real sobre el beneficio de los grupos consolidados es del 6,14%, a varios parsecs del tipo nominal? Porque acumulan sedimentos de ventajas fiscales que una reforma debe revisar. Quien analice el IVA tropezará con otra piedra de escándalo. La tasa de recaudación en la UE es de 20,7 euros por cada 100 euros dedicados al consumo; en España, de 15,9 euros. Primeros, otra vez, en fraude; y en un impuesto armonizado, que tiene más mérito.
Dos ideas tóxicas de PP y Cs, de cuño seudoliberal, contribuyen a que la economía española sea desigual y socialmente exangüe: “Donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los españoles”, y “no gastemos más de lo que tenemos”. Es decir, negación del papel redistribuidor del Estado y recortes eternos al gasto público, pagados por las clases media y baja. Por eso hay que proponer una reforma fiscal; y por eso parece dudoso que el socio deseable sea Cs.
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