¿Cómo diseñar la exposición más deseada?
Christian Dior: Designer of Dreams es la nueva gran exhibición del Victoria & Albert de Londres. Con más de 500 objetos expuestos —entre ellos, 200 vestidos— es un canto a la belleza y un homenaje a la maestría de esa casa de alta costura. Su comisaria, Oriole Cullen, nos explica las claves de esta muestra, la más ambiciosa que asegura haber acometido, y de su éxito sin precedentes.
EN CUANTO LA irlandesa Oriole Cullen, comisaria de moda y textiles del Museo Victoria & Albert (V&A) de Londres —que alberga una de las más completas colecciones de historia del vestido del mundo—, puso un pie en Christian Dior, couturier du rêve, la retrospectiva que el Museo de Artes Decorativas de París consagró a la casa Dior en 2017, supo que tenía que hacer todo lo posible por llevarla a Londres. “Normalmente seguimos un plan a largo plazo, pero esto fue algo reactivo. En Dior no se lo esperaban”, recuerda. Tras reducir a 10 meses los dos años que suele requerir la organización de una exposición de este calibre, el pasado 2 de febrero se hizo realidad Christian Dior: Designer of Dreams, la mayor muestra jamás dedicada a la firma en el Reino Unido y el proyecto más ambicioso acometido a sus 42 años por Cullen, que se unió al V&A en 2006 tras trabajar como comisaria en el Museo de las Artes Decorativas de Londres.
La intuición que la llevó a apostar por las exitosas muestras Hats: An Anthology by Stephen Jones y Ballgowns: British Glamour since 1950 tampoco le falló en esta ocasión. Solo 19 días después de inaugurarla, el museo había vendido todas las entradas disponibles para los cinco meses largos que debía prolongarse la exhibición. Ante esa demanda colosal, el 12 de marzo anunciaron que se prorrogaría siete semanas más, hasta el 1 de septiembre.
Los vestidos se exhiben
sin vitrina. “Cada noche el equipo de conservación realiza un aspirado especial de todas las piezas”
¿Preveía Cullen semejante respuesta? “Nunca se sabe. Por ejemplo, cuando tuvimos la exposición de Alexander McQueen, nos constaba que existía un enorme interés porque habíamos recibido miles de peticiones para que fuera del Metropolitan al V&A. La de Dior también es una historia increíble, pero no resuena de la misma forma entre los londinenses”. En sus primeros 38 días, Christian Dior: Designer of Dreams ya había recibido 121.566 visitantes (McQueen atrajo a 493.043 en 21 semanas), y la comisaria lo achaca a una tendencia al escapismo, al impulso de agarrarse a los sueños ante una realidad cada vez más sombría. En 1957, monsieur Dior afirmó: “En el mundo de hoy, la alta costura es uno de los pocos repositorios de lo maravilloso”, y ese gancho aún funciona. “Creo que las exposiciones que tienen más éxito siempre son las que invitan al público a un viaje”, opina Cullen.
La cita de Londres “mantiene la sensibilidad” de la de París, pero la puesta en escena (cuya responsable fue, en ambos casos, Nathalie Crinière) varía, al igual que la selección de objetos, procedentes en su mayoría de los archivos Dior Heritage, en los que Cullen se zambulló durante casi un mes. Una tarea que esta licenciada en Historia del Arte y Literatura Inglesa por el University Collage de Dublín abrazó con especial entusiasmo.
Cullen recuerda que recaló en el comisariado de moda casi por casualidad. Después de la universidad, no tenía claro a qué quería dedicarse y decidió hacer un máster en Historia del Vestido para ganar tiempo y poder pensar. Siempre había sentido cierta inclinación por la moda. No en vano su primer trabajo, cuando era apenas una adolescente, fue como dependienta en una boutique de Dublín. Mientras cursaba el posgrado, empezó a colaborar como voluntaria en el Museo de Londres y como ayudante de una estilista. En la misma semana recibió una oferta de trabajo de ambos y terminó decidiéndose por el museo. Quién le iba a decir entonces que 20 años después estaría escudriñando los archivos de Dior.
La sección que muestra los guiños a México o Egipto de los diseñadores de Dior se presta al debate sobre la apropiación cultural
De las 500 piezas expuestas (entre ellas, unas 200 prendas de alta costura, además de accesorios, ilustraciones, posesiones personales, perfumes, filmes, revistas…), más del 60% no estaban en la muestra anterior y 162 objetos no se habían exhibido nunca. En Designer of Dreams —cuyo presupuesto Cullen no revelará—, han trabajado unas 150 personas del V&A, pero en esta fase del proceso los expertos en conservación textil cobran un mayor protagonismo. “Monitorizamos siempre la humedad, la temperatura y el polvo, lo que en una presentación abierta como esta es muy complicado. Pero a la gente no le gusta ver los vestidos detrás de un cristal, así que prácticamente cada noche el equipo de conservación realiza un aspirado especial para minimizar el polvo y cada cierto tiempo se efectúa una limpieza intensiva. Además, todas las prendas tienen que estar al menos a un metro del borde de su pedestal, lo que disuade a la gente de tocarlas”, dice la comisaria.
En la mayoría de las salas, que se dividen por temas, las prendas de Christian Dior dialogan con las de los seis directores artísticos que se sucedieron: Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano, Raf Simons y Maria Grazia Chiuri. El traje Bar (1947), emblema de ese new look con el que el modista dio carpetazo a la austeridad de la posguerra, da la bienvenida al recorrido. “Queríamos que fuera lo primero que viera la gente al entrar porque es una pieza muy importante de nuestros archivos, pero también de la historia de Dior y de la moda”, afirma Cullen. Tanto que, de los 100.000 objetos que atesora la colección del V&A, el Bar es el más solicitado por investigadores, diseñadores o estudiantes: “Cristaliza el mito del siglo XX, de la era moderna tal y como la entendemos hoy. Es una suerte de año cero de la alta costura”. A su lado, otro símbolo de su tiempo, la versión que Maria Grazia Chiuri desveló en su primera colección de prêt-à-porter para la marca, con una falda de tul fluida, zapatillas de deporte y la ya famosa camiseta con el título del ensayo de Chimamanda Ngozi We Should All Be Feminists como eslogan.
Cuando se inauguró Christian Dior, couturier du rêve, la italiana llevaba solo un año al frente de la maison, pero esta vez han podido incluir 32 looks, 18 toiles (piezas de prueba) y 29 accesorios firmados por ella. También participó en conversaciones sobre la muestra, pero sin involucrarse en la toma de decisiones: “No intervino, lo cual es muy generoso por su parte, y poco habitual”.
La otra gran novedad es la sección Dior in Britain, ideada para ilustrar la relación de Christian Dior, anglófilo confeso, con el Reino Unido. El vestido estrella es el que diseñó para la princesa Margarita por su 21º cumpleaños, pero cada prenda de esta sala tiene una historia que contar. Como el dos piezas de una tal Elsie Rashleigh, que en 1953 ganó un concurso del Daily Express en el que debía explicar por qué no le gustaba la nueva silueta de Dior, y obtuvo como premio uno de sus diseños.
“Dior decía que la noche era el momento en el que puedes abandonar tu vida real y, por unas horas, convertirte en otra persona”, señala Cullen en la última y espectacular sala de la exposición, repleta de modelos de alfombra roja. “A la gente le encanta ver los vestidos que han llevado las celebrities. Para algunas personas, eso es Dior”. Pero es la sección Viajes, que explora los guiños a México, Japón, China, la India y Egipto de los diseñadores de la firma, la que se presta a una revisión más crítica dado el debate que existe hoy entre apreciación y apropiación cultural. “En el pasado, la moda le hablaba a un círculo bastante cerrado, pero Internet es una plataforma que le ha dado voz a todo el mundo”, reflexiona la experta. “Es fantástico que Maria Grazia lo haya incorporado; para ella es muy importante explicar de dónde viene la inspiración, reconocer esa cultura, y explicitarlo al público como hizo en su colección de Crucero 2019 con las jinetes mexicanas conocidas como escaramuzas. Pero es interesante mirar atrás y ver ese tipo de cosas con los ojos de hoy”.
Y es que, para Cullen, los museos deben participar activamente en la conversación popular: “Nosotros intentamos incorporar temas actuales cuando creemos que es relevante. Nuestra exposición anterior, Fashioned from Nature, abordaba no solo la relación de la moda con la naturaleza, sino también la idea de sostenibilidad”. Desde su apertura en 1852, el V&A siempre ha ido un paso por delante. Cullen pone un ejemplo: “La primera vez que abrió hasta por la noche fue en 1858, para que la clase trabajadora no dejara de venir al museo”. En el reconocimiento de la importancia económica y sociocultural de la moda también fueron pioneros: nombraron a su primera comisaria de moda, Madeleine Ginsburg, en 1957, y nunca han dejado de adquirir para sus fondos creaciones de diseñadores contemporáneos; la más reciente ha sido un bolso de Loewe. “Como museo, tenemos el lujo de la perspectiva: podemos esperar un año, o cinco, para comprobar si una pieza realmente era clave, en cuántos editoriales de moda ha aparecido, cuánta gente la ha llevado en la alfombra roja o si ha pasado a formar parte del léxico contemporáneo”. De la inestimable contribución de Christian Dior a la historia de la moda nunca hubo dudas, pero lo que él logró en solo una década se antoja imposible de replicar hoy en una industria que parece obsesionada con referenciar el pasado. Cullen asiente: “Alguien como Madeleine Vionnet, por ejemplo, se imponía una enorme presión para proponer algo que nadie hubiera hecho. Ahora tal vez no vivimos en la época más innovadora”.
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