La pintura es la pantalla


Jordi Canudas trabaja en un espacio a medio camino entre un laboratorio, un taller artesano y un estudio de diseño. Es el inventor de la lámpara Dipping Light, híbrido entre luminaria, pieza única y experimento que triunfa en el mundo
EL DISEÑO industrial es una disciplina relativamente joven que, sin embargo, ha sufrido ya numerosas transformaciones y vaivenes. Un ámbito en el que ciencia y técnica dan la mano a la creación artística y a la factura artesana. Por eso el pasado y el futuro de esos campos se combinan y reconsideran trasformando el diseño.
Esa es la conclusión a la que ha llegado el barcelonés Jordi Canudas. Es difícil encontrar una fase que no haya atravesado el diseño industrial entre los muebles tubulares de la Bauhaus —de apariencia fabril, pero realizados a mano— y la actual recuperación de la marca artesanal en objetos de producción industrial. Con esos mimbres, es lógico que algunos creadores, como Canudas, equiparen diseño a experimentación.
Fue tras estudiar en la Escuela Elisava de la ciudad donde nació en 1975 cuando Canudas comenzó a experimentar. Su Playfull Wallfa resume su postura: ni es un muro de tela tensada ni un sofá al uso. Pero sirve como ambas cosas. Y no existe sin el usuario: necesita que este se siente —para convertirlo en sofá— o se levante —para convertirlo en muro—.

Por eso, con la ambición de seguir preguntando en mente, casi un decenio después de estudiar en Barcelona Canudas regresó a la escuela —la Royal College of Art de Londres— y concluyó que la clave era el diseño. Que el MOMA de Nueva York o el Die Neue Sammlung de Múnich adquirieran sus objetos experimentales reforzó su vocación de dedicarse a probar. Lo hizo desde el colectivo OKAY Studio, formado por algunos de los más osados diseñadores actuales: de Peter Marigold a Tomás Alonso. Los integrantes de OKAY Studio son, en realidad, un grupo de excompañeros que tuvieron como profesor al mítico Ron Arad en el Royal College de Londres. Hoy Canudas mantiene un pie en esa ciudad, pero crea también en Barcelona, donde se instaló hace ocho años. Fue en este estudio donde ideó el proyecto que lo ha devuelto de nuevo al MOMA de Nueva York. Esta vez a su tienda, uno de los negocios de diseño más notables del mundo, que ha elegido como pieza estrella su lámpara Dipping Light: una luminaria que recupera la idea de Achille Castiglioni de servir, además de para alumbrar, como animal de compañía. Al tiempo, es un objeto artístico que deja ver su proceso creativo.
La ideó para un escaparate del restaurante de Barcelona Il Giardinetto. La concibió como una pieza única pintada por inmersión. Y la fabricó cogiendo una bombilla encendida y sumergiéndola en pintura. Al escurrirse, la pintura iba formando capas cada vez más finas en la parte superior y más densas en la zona inferior del globo donde se iba quedando acumulada. Retroiluminadas, esas intensidades se tradujeron en cantidades de luz. A Canudas le fascinó una transformación inmediata. El experimento resultó en esta luminaria de sobremesa en la que la pintura es la pantalla y en la que cada pantalla es única.
Esa acción de sumergir un globo iluminado en pintura es la que sucedía en el escaparate del restaurante. Lo que ocurrió después fue que un empresario de papelería le encargó varias lámparas para su stand en la feria de París Maison & Objet. Fue allí donde la vio el responsable de compras del MOMA Store. Las ventas se dispararon y Canudas la llevó a la empresa Marset para mejorar y aumentar su producción. Hoy la lámpara es más resistente, pero todavía es artesanal. Cada pieza sigue siendo única. Y el diseño para Canudas continúa siendo lo que intuyó de joven: un experimento.
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