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Tribuna
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Independentismo en diez paradojas

Conviene subrayar los límites que los independentistas están sobrepasando para evitar que se destruya la convivencia democrática y lleguemos a situaciones irreversibles

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona
NICOLÁS AZNÁREZ

La actitud de los independentistas está pasando mucho de castaño oscuro. Conviene subrayarlo para evitar que se destruya la convivencia democrática y lleguemos a situaciones irreversibles. La posición de los independentistas está plagada de imaginaciones ilusorias, afirmaciones descaminadas y paradojas resonantes. Presentaré algunas de estas últimas.

1. El “derecho a decidir”.

Se reivindica el “derecho a decidir”. Se alega que se ha privado de él a los catalanes. No es cierto. Los catalanes tienen bien reconocido su derecho a decidir en la Constitución y en su Estatuto. Si mediante su ejercicio quieren obtener su separación de España, se equivocan por entero. La independencia de Cataluña solo podría obtenerse con un cambio constitucional en votación de todos los españoles. Esto es elemental. Si los independentistas reclaman eso para ellos solos sería un robo a los demás en su “derecho a decidir”. Sorprendente, pero cierto.

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2. El “derecho de autodeterminación”.

Creen que lo tiene Cataluña. Pero no es así. Se discutió en 1978, se votó y excluyó de la Constitución. No lo busquen en ella. No está. Pero ¿estará en la Carta de Naciones Unidas? Por ahí sí, limitado al ámbito de la descolonización. Mírenlo, por favor. Más de 300 internacionalistas lo han declarado así, incluidos catalanes, el 17 de septiembre de 2017. Son las colonias quienes se “autodeterminan” de sus metrópolis. Esa es la idea. Los países colonizados pobres pueden transitar esa vía. Que Cataluña rica pueda desligarse por sí misma del resto de comunidades autónomas sería un absurdo. La Carta de la ONU protege la integridad de los países.

3. El “derecho europeo”. Escocia.

El derecho de la Unión Europea ¿ampara la independencia? Repasen bien, por favor. ¿Qué norma? ¿Qué artículo? Ninguno. Y entonces, pueden objetar, ¿por qué lo han hecho los escoceses? Es admirable la popularidad de los escoceses entre los independentistas. Lástima que no tengan en cuenta que Escocia fue una monarquía independiente; que la Constitución británica es flexible y no hay prohibición de separación; que el independentismo escocés tuvo la atención de negociar con Londres la autorización del referéndum y el detalle, no menor, de que lo perdieron; por poco, pero que no lo sacaron.

4. Presos.

¡Qué bien si estuviesen en libertad! Yo estoy de acuerdo. Y podrían estarlo, como Santi Vila y otros. Pero aquí entra el efecto Waterloo. Porque un preso preventivo, si no puede destruir pruebas, ni es razonable pensar que vaya a fugarse, ni a volver a delinquir, puede y debe ser puesto en libertad: no está aún condenado y goza de presunción de inocencia. Pero en contra juega Puigdemont, que salió por piernas, eludió la acción de la justicia y se instaló en sostenella y no enmendalla. Se hizo prófugo. Dio mal ejemplo. Perjudicó a los suyos. Venció la balanza hacia la prisión con su insistencia en la independencia.

Los electores catalanes y de toda España van a tener pronto la palabra. Vías de solución existen

5. La independencia que nunca existió.

¡Que no! ¡Que no iba en serio la declaración de independencia! De verdad. ¡Que era una simple declaración política! Algo simbólico, sin efectividad. De repente, por mi edad, me acuerdo de Casto Sendra, catalán de mi admirada Tarragona. Un gran humorista. Cuando contaba una historia disparatada en televisión la gente reía y, dándose un golpecito en la cabeza, terminaba confesando: “¡Es broma!”. Su nombre artístico era Cassen. Pues eso: cuando afirman que la DUI no fue nada, me viene Cassen a la cabeza. ¡Menudo humor negro y broma pesada!

6. Soluciones políticas, para un problema político... Quebec.

Claro. ¿Quién puede negar esto? Los problemas políticos no se resuelven con jueces. Es evidente. Si se pide la independencia de Cataluña, es una cuestión política. Si contestan que sí, sigue siendo política. Pero ¿si dicen que no? ¿Ya no es respuesta política? ¿O quiere decir usted, amigo indepe, que solo es “política” si le dan el sí? Peor: el famoso artículo 155 fue una negativa política a un problema político. No fue judicial en absoluto. En cambio, la sentencia del Tribunal Supremo de Quebec fue judicial, ¿no? ¿Cómo es que encanta a los independentistas? ¡Qué contradicción!

7. El “franquismo” del Estado español.

El “Estado español” sigue siendo “franquista”. Su democracia, de baja calidad... Lo digo sin acritud: TV3, ¿no se parece en machaque monocorde a Radio Nacional de los cuarenta? Las noticias de Catalunya Ràdio ¿no huelen a Diario hablado o a NODO? Y los “presos” ¿no suenan a “gloriosos caídos por Dios y por España”? El amarillo de hogaño ¿no recuerda al azul de antaño? Los lacitos ¿no se parecen a la estrellita de alférez provisional presente en tantas solapas adictas? Y no digamos cuando alguien critica a Mas, Puigdemont o Torra y se contesta que ha ofendido... a Cataluña. A Franco le gustaba decir que los antifranquistas eran... anti-España.

8. Sentimientos.

El independentismo deriva de sentimientos. Quienes ven España como nación independiente y soberana ¿tienen también sus sentimientos? ¿O esos no? Ignorar los sentimientos de los demás es un error. Si esos “demás” resultan mayoría, un suicidio: “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”. Esta es una gran paradoja del procés. Ya no vale la senyera ni la autonomía; se precisa la estelada. Pero plantar esteladas en Cataluña es sembrar de banderas españolas todos sus pueblos y ciudades. Basta con abrir los ojos a esta paradoja: ¿y si la mayor fábrica de votos marca Vox estuviese en Vic?

La independencia de Cataluña solo podría obtenerse con un cambio constitucional en votación de los españoles

9. La paradoja de los aprendices de brujo.

Los independentistas, como los aprendices de brujo del poema de Goethe, no van a conseguir controlar la inundación que producen. Estamos en Europa. Las fuerzas centrífugas existen en la Unión Europea: Escocia, Padania, Cerdeña, Bretaña, País Vasco, Cataluña, Alto Adigio y tantos otros lugares. Pero la Unión Europea es una unión de Estados. Lo que sea vendrá con el tiempo con un cierto parentesco de conjunto. El Tribunal Constitucional de Alemania ya se ha pronunciado sobre la improcedencia de la autodeterminación del Land de Baviera, que se llama Estado Libre de Baviera. Ni por esas. La independencia choca con un muro infranqueable.

10. Mi paradoja personal.

Pertenezco a la generación de la Transición. Apostamos por Cataluña. Nos fiamos de Pujol y sus convergentes: “Somos catalanistas; no separatistas”. Amamos a Cataluña. Nos consideramos defraudados, por la desvergüenza pública y privada de tantos fementidos. Pero nos gusta el catalán. Yo mismo he procurado aprenderlo ya talludo. Nos encanta la literatura catalana y su arte; su paisaje, sus gentes, su sutileza y sentido práctico; su gastronomía; su habilidad para la política, el compromiso y los negocios. Cataluña ha sido un elemento modernizador de España. Debería seguir siéndolo. El independentismo es un cáncer con metástasis. Los electores catalanes y de toda España van a tener pronto la palabra. Vías de solución existen.

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona es exministro en los Gobiernos de la Transición de Suárez y Calvo-Sotelo y autor del libro Memorial de transiciones. La generación de 1978 (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015).

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