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Día Mundial del Agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un problema del siglo XXI

Tener acceso a agua potable, saneamiento e higiene es básico para la vida humana, para vencer la pobreza y construir un futuro menos desigual

La ONG probó un sistema piloto de bomba de agua con energía solar con 300 familias de Ghana.
La ONG probó un sistema piloto de bomba de agua con energía solar con 300 familias de Ghana.Nana Kofi Acquah (Oxfam)
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Incluso en el Día Mundial del Agua, es difícil que ocupe portadas, o que sea tema de discusión en los debates políticos y en las barras de los bares. Pero los problemas relacionados con ella —el acceso, su calidad, y las consecuencias de su falta— son temas globales que más urge resolver todavía en este siglo. Más de 2.100 millones de personas en el mundo no tienen todavía agua en sus casas, lo que ocurre especialmente en las zonas rurales; y son las niñas y las mujeres quienes cargan con las peores consecuencias: es a ellas a quienes se les asigna la tarea de buscarla y acarrearla para la familia. Cada día mueren 1.000 niñas y niños en el mundo por culpa del agua en mal estado, la falta de saneamiento o de higiene. Las enfermedades causadas por la falta de agua de calidad provocan más de 840.000 muertes cada año.

El agua potable, el saneamiento y la higiene son básicos para la vida de una persona, de una comunidad. Tener acceso a ellos es un derecho esencial para la vida, para la salud, para lograr sociedades más justas y generar oportunidades para todas las personas. Solo con ellos es posible construir un futuro sin pobreza.

En torno al problema urgente del agua, existen compromisos globales que es imprescindible cumplir. Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible hay una meta precisa: garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todas las personas de aquí a 2030.

El reparto global del agua es, como tantos otros, un mapa que muestra una enorme desigualdad. La paradoja es que el uso del agua sigue aumentando de forma regular, especialmente en los países en desarrollo y las economías emergentes. Aún en estos países, la cantidad que se consume por persona es mucho más baja que en los ricos. Pero el aumento de la demanda, sumada a los efectos perversos del cambio climático, va llevando a la humanidad hacia escenarios de escasez cada vez más complicados y difíciles de gestionar. También se reparten con enorme desproporción las enfermedades que tienen relación con la falta de agua potable y saneamiento adecuados.

El reparto global del agua es, como tantos otros, un mapa que muestra una enorme desigualdad

El año pasado, Oxfam atendió a más de 15 millones de personas en los lugares donde se producen emergencias humanitarias. Nuestra especialidad es el suministro de agua en cantidad y calidad adecuadas, instalaciones de saneamiento e higiene, y el apoyo para afrontar situaciones similares. Donde las guerras y los desastres amenazan a las personas más vulnerables, protegemos de las enfermedades con sistemas adecuados a las posibilidades locales.

Una de nuestras grandes preocupaciones está en Yemen, la peor crisis humanitaria del mundo en la actualidad, donde nuestros sistemas de agua y saneamiento llegan a más de dos millones de personas. En Siria, que cumple ocho años de conflicto, Oxfam proporciona agua limpia a más de un millón de personas. En una reciente visita a Irak pude comprobar cómo la reparación de plantas de tratamiento de agua y la promoción de la higiene están ayudando a millones de personas, y cómo ha cambiado el panorama la reparación de tuberías de agua dañadas por la guerra en la ciudad vieja de Mosul.

Entre los grandes retos globales nos encontramos con la necesidad de atender a grandes grupos de refugiados en Sudán del Sur, en la región que rodea al Lago Chad, en la República Democrática del Congo que suma a una crisis recurrente el nuevo brote de ébola. Pero también atendemos situaciones muy especiales de personas en movimiento, como la caravana de migrantes en Latinoamérica.

En muchos lugares todavía faltan fuentes, pozos, tuberías, pastillas de jabón, letrinas, duchas… O hay que reparar las infraestructuras dañadas o abandonadas. Pero la solución de un problema de primera magnitud en nuestro tiempo requiere ir mucho más allá, con compromisos globales, nacionales y locales.

Por eso estamos trabajando para dar soluciones innovadoras, con investigación y desarrollo en este ámbito. Algo tan accesible y sencillo como desarrollar un nuevo kit de lavado de manos para reducir el riesgo de enfermedades puede salvar millones de vidas. Y desde lo más básico a lo más complejo, hemos desarrollado sistemas pioneros de agua que utilizan energía solar para atender a miles de personas refugiadas en todo el mundo. Comenzamos hace más de 30 años, y a medida que el coste de esta tecnología ha ido bajando, hemos logrado extenderla a muchos países. La energía renovable implica no solo llevar agua donde antes no era posible, sino hacerlo también con sostenibilidad.

En muchos lugares del mundo todavía faltan fuentes, pozos, tuberías, pastillas de jabón, letrinas, duchas…

Contar con agua en cantidad y calidad a un precio asequible es una cuestión de salud pública, especialmente en tantos lugares donde las personas se encuentran atrapadas en campos de refugiados. Pero también para las comunidades rurales golpeadas por las sequías recurrentes y otros efectos del cambio climático.

Gracias a la energía solar renovable estamos viviendo el futuro del agua. Porque es un auténtico emblema de la terrible desigualdad que, incluso en lo más imprescindible, vive nuestro mundo. Lo está señalando la campaña No dejar a nadie atrás, que impulsa Naciones Unidas: la desigualdad en el acceso al agua potable golpea a las personas más vulnerables. Y en el siglo XXI, además de las niñas y niños menores de cinco años, las más perjudicadas son las mujeres y las niñas. Cuando no hay agua en la vivienda familiar o cerca de ella, son ellas las encargadas tradicionalmente de acarrearla en cántaros y bidones, a costa de su asistencia a las escuelas, su desarrollo personal, sus posibilidades de trabajo, su riesgo físico.

Por eso, cualquier iniciativa para mitigar la desigualdad, construir desarrollo y futuro, tiene que empezar por atender las necesidades de agua potable, saneamiento, higiene. Elementos básicos para la vida humana, para vencer la pobreza, para crear futuro. Y con soluciones del siglo XXI.

José María Vera es director general de Oxfam Intermón.

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