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Caminos hacia el turismo sostenible

Las tres provincias aragonesas comparten la filosofía de los viajes respetuosos con el entorno

Vista del río Cinca en el embalse de Pineta en el entorno del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Vista del río Cinca en el embalse de Pineta en el entorno del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.Tomás Chéliz

Se pasó por alto en muchos calendarios (incluido el del Turespaña) pero el 2017 fue el año que la ONU dedicó al turismo sustentable. Este tipo de turismo, también llamado responsable, es un segmento que crece y que suele ser una herramienta eficaz para combatir la baja densidad poblacional y desequilibrio territorial. Es la estrategia que sigue Aragón, donde, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) ya tienen menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado un tercio de sus municipios. "Para algunos el turismo es la única oportunidad de conservar la población, por eso se buscan productos experienciales, para despertar buenos recuerdos y emociones, y esto ayuda a fijar población en el medio rural", explica Carmen Montañés, portavoz del Departamento de vertebración del territorio del Gobierno de Aragón.

Teruel es, de las tres provincias, la que sale peor parada; pero el resto tampoco se libra. Como Zaragoza es generalmente puerta de entrada para muchos viajeros, las oficinas de turismo intentan aprovechar para llevarles desde allí a otros rincones de la región, que parecen alineadas en la estrategia del turismo responsable. El Alto Aragón es, de todas ellas, uno de los destinos más solicitados; seduce la cercanía de los Pirineos en la comarca del Sobrarbe y el paso a Francia, pero es además uno de los sitios preferidos por neorurales. "Los alrededores de Aínsa están atrayendo a nuevos habitantes, muchos de ellos jóvenes que están rehabilitando las casas, recuperando la forma de hacer de antes, viejos oficios o abriendo sus negocios. Pero hay zonas, especialmente las colindantes con Soria o Cuenca o el mismo Teruel, donde el paisaje, al caer la noche, es dramático", apunta José María de Juan, fundador de Koan y presidente del Centro Español de Turismo Responsable (CETR), que trabaja con Aragón en este tipo de proyectos.

Francia es, de largo, el mejor visitante. De los casi tres millones de turistas del año pasado, más de 225.000 cruzaron la frontera pirenaica. China es el segundo mercado emisor (casi 77.000 visitantes el pasado año, prácticamente todos a ciudades como Zaragoza), seguida de Reino Unido, Alemania e Italia. "El mercado chino es un turismo en alza y muy interesante, porque buscan lo auténtico y las actividades más tradicionales. Eso ayuda al diseño de un destino más sostenible: Recorrer los llamados ‘pueblos con encanto’, como por ejemplo Campo de Daroca, en Zaragoza, visitar los centros de producción artesanos y disfrutar de la gastronomía. Descubren el jamón, el pacharán, los quesos... e incluso la búsqueda de trufas. Hemos premiado en 2018 una de ellas, La Trufa Negra, un complejo hotelero que organiza experiencias de trufiturismo", explica Montañés.

Apadrina una cepa

Y junto a la gastronomía, donde destacan los platos de caza y los quesos, está el vino. Saben sacar partido a sus cuatro denominaciones de origen, entre las que está la de Somontano. En la región oscense del mismo nombre se organiza la Ruta del Vino, un proyecto que agrupa a 90 empresas entre las que están bodegas, restaurantes, alojamientos, bares de vinos, almazaras, queserías... También hay proyectos de enoturismo en la provincia de Zaragoza; en el Bajo Aragón se encuentra el proyecto de gastroturismo ecológico Campo de Belchite, a 70 kilómetros de Zaragoza, que ofrece experiencias de oleoturismo, con la almazara Molino Alfonso, ecoturismo y enoturismo, con visitas y catas a las bodegas Tempore, de vino ecológico. Y en Ligüerre de Cinca, en Huesca, un pueblo que perdió sus vides cuando se construyó el embalse de El Grado, se invita a los visitantes de la bodega a apadrinar una cepa; ya cultivan una variedad de uva blanca para el vino blanco y tres de uva negra para el tinto.

Las carreteras que llevan a sus reconocidos balnearios, con restos de vestigios romanos muchos de ellos, y a estaciones de esquí —Astún, Candanchú, Cerler, Formigal y Panticosa— no precisan de mucha indicación. Pero para atraer turistas hacia territorios más desconocidos, nació hace poco el proyecto Slowdriving, literalmente, conducción lenta. "Son carreteras menos concurridas que unen puntos de interés alternativos para descubrir Aragón de forma más auténtica", cuenta De Juan, colaborador en el proyecto. Estas 16 rutas en coche son como capítulos de un libro. Hay una que se llama Secretos de Prepirineo, que pasa por Parque Cultural del río Vero, con su arte rupestre, y el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara. También está la ruta del Corazón del Moncayo, que invita a conocer el pico más alto del Sistema Ibérico, un gran ejemplo de geobotánica o la Ruta del desierto y las Cartujas, que discurre por el corazón de la comarca de los Monegros. Junto a Koan están poniendo en marcha otras iniciativas de este tipo, como la de los caminos mineros de Europa.

Teruel, existe y siente

Teruel fue la segunda provincia, por detrás de Guipúzcoa, en entrar en la Red Española de Pacto Mundial por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Lo hizo en 2018. La idea es posicionar el territorio como destino sostenible de forma ordenada. La declaración de Albarracín como pueblo más bonito de España les invitó a reflexionar sobre la turistificación. "Queríamos dirigir al viajero a las buenas prácticas. Que llegue, participe, disfrute, respete y consuma local. El territorio así sentirá la buena energía del paso de un visitante. Empezamos en 2016 a trabajar con las 10 comarcas para crear Siente Teruel, un producto que se centra en la responsabilidad", cuenta Mar Villacampa, técnico de turismo de la Diputación de Teruel. Este proyecto ha servido de marco para poner en marcha un programa de formación en sostenibilidad, cuyo foco, en última instancia, es la lucha contra la 'España vaciada'.

"Empresas y destinos se empiezan a interesar por este tipo de turismo, pero faltan perfiles profesionales y empresariales especializados en él que sean agentes del cambio e innoven ante el turismo masivo", apostilla Villacampa. La filosofía turolense es la del triple balance, "un trabajo por y para el desarrollo de la provincia: rentable para el territorio, las personas y los recursos y que realce nuestra identidad a través del trabajo en red de todos los servicios". Dentro del programa están empresas de turismo activo, cultural, rural, gastronómico, el turismo geológico y minero y astronómico. Por ejemplo, el albergue de Aliaga, en el Parque Geológico homónimo, que es el primer alojamiento en Aragón en recibir el reconocimiento Starlight, del Instituto de Astrofísica de Canarias, que premia los cielos más limpios para ver estrellas. Este mismo reconocimiento lo obtiene la comarca de Gúdar-Javalambre, en cuya sierra se encuentra el Observatorio Astrofísico, en el municipio Arcos de las Salinas.

Redes contra la despoblación

El Alto Aragón es una de las zonas que más población gana. Se debe a casos como el de Nómadas del Pirineo. Alberto de San Pío vendió su piso y dejó su trabajo en Zaragoza hace más de 10 años y construyó una casa rural en Belsierre. Allí ha tenido tres hijos, que van a un colegio cercano. Hace ocho años abrió esta empresa de turismo activo. Proyectos como éste, además de dar servicio y proponer actividades, son dinamizadores del sector servicios. "Trabajamos en red de forma natural. La gente viene a llevarse una experiencia completa. Las excursiones, el alojamiento, el restaurante... Recomendar bien es importante; si algo del viaje no les gusta, se arruina la experiencia que les das", explica de San Pío. "Por ejemplo, si visitamos el Ibón de Plan, luego pasamos por la quesería, es un valor añadido y la riqueza queda en el territorio".

"La creación de sinergias con el sector primario es una forma de sostenibilidad perdurable. Para muchos municipios aragoneses, el turismo es la única oportunidad de conservar población, por eso los productos que se crean nacen con la vocación de fijar población a través del turismo experiencial", explica la portavoz del Gobierno de Aragón. Para Montañés "el turismo debe ser económicamente viable, socialmente justo y respetuoso con el medio ambiente, aunque la naturaleza y la diversidad de paisajes es uno de los principales recursos turísticos en Aragón, hay que usarlos de forma responsable".

Pueblos recuperados

Las poblaciones que nacen a las faldas de Ordesa y Monte Perdido son también ejemplares en la recuperación de núcleos abandonados. Aragón creó la figura de los pueblos recuperados en los ochenta. Desde entonces, 31 pueblos del Alto Aragón han vuelto a la vida, y hoy hasta 150 podrían ser repoblados, según un informe del Gobierno autonómico. Morillo de Tou, a pocos kilómetros de Aínsa funciona desde hace décadas como complejo vacacional; mantiene su iglesia, desacralizada, y tiene plaza, piscina y huerta. "El proyecto surgió por parte de los sindicatos de Aragón en 1985 como una escuela taller. Se invitó a gente en riesgo de exclusión social y laboral a aprender un oficio y se lograron porcentajes de integración del 95%. La idea inicial no fue hacer un centro de vacaciones, sino recuperar un pueblo y fijar población", explica Pedro Arbó, gerente de Morillo.

Una de las joyas de Huesca es Aínsa. Este pueblo medieval, donde en verano se celebrará el II Congreso Mundial de Turismo Rural Sostenible (el primero se hizo en Mora de Rubielos, Teruel), hace las veces de capital del Sobrarbe y recibe viajeros todo el año. A ello contribuyen los planes de turismo activo que se organizan desde empresas que se esfuerzan por proteger el entorno. Por ejemplo, Zona Zero, una organización empresarial de turismo sostenible surgida en 2008 que se encarga de localizar y recuperar senderos antiguos que sirven luego para rutas a pie o en bicicleta. "Toman imágenes aéreas, van buscando el rastro del trazado original, y las comparan con antiguos mapas de caminos que comunicaban núcleos de población", explica Susana Cubells, portavoz de la asociación. "Es un homenaje al patrimonio y a nuestra historia, porque no solo el viajero descubre nuevas vías, también los que vivimos aquí. Siempre prima el cuidado del medio natural". Cubells asegura que "gracias a este turismo de la bicicleta y las rutas los establecimientos hoteleros abren más meses".

A pesar de los planes y directrices autonómicas para revertir los efectos de la despoblación a través del turismo, los vecinos y empresarios de estas zonas siguen denunciando abandono. Si bien los viajeros llegan de forma escalonada casi todo el año, muchas poblaciones tienen difícil acceso a servicios básicos, como un hospital. La capital del Sobrarbe tiene el suyo en Barbastro, a más de una hora. "Tenemos la suerte de tener el Parque Nacional y enclaves muy turísticos, pero esto no acaba con la despoblación. El Gobierno debería incentivar la creación de nuevas empresas, bonificar que se fije la población y mejorar los servicios, que no tengas que coger el coche y recorrer tantos kilómetros para ir al médico", denuncia el responsable de Nómadas del Pirineo, una opinión que comparten otros agentes turísticos privados, como Zona Zero.

Espacios de silencio

El Pirineo está lleno de pequeños sitios que ofrecen tranquilidad y conexión con la naturaleza, a través de la calma y el entorno. Si existiera un mapa de destinos para practicar yoga, meditación o senderismo, este sería el punto más brillante. "Es un entorno geográfico espectacular. Cada día es diferente, con colores y luces distintas. Y las inexistentes distracciones exteriores de conectan con el cambio de las estaciones", explica Carmen Cazcarra, directora de las Casas de Zapatierno, en Espierba, un alojamiento rural con sala de yoga, con vistas al Monte Perdido y la sierra de las Tucas. También construida hacia el mismo monte está la Casa Cuadrau, que mira a las Tres Serols. Este centro de "yoga, arte y naturaleza" está enclavado en Vió, un pequeño pueblo de casas de piedra con una pequeña iglesia románica. Daniel Benito y Katya Ríos dirigen este proyecto en una casa pirenaica rehabilitada por ellos mismos. "La gente viene buscando el silencio, la desconexión. Y descubren que el silencio total no existe, porque la naturaleza suena, pero la mente puede descansar".

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